Nº 2150 - 25 de Noviembre al 1 de Diciembre de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa disyuntiva entre la economía de mercado y la economía planificada, entre capitalismo y socialismo es cultural y materialmente dramática. Tomar partido por el socialismo no es un hecho trivial, sino muy grave y de dilatadas derivaciones. Lo caracteriza bien Ludwig von Mises en La acción humana: no es lo mismo, dice, tomar un vaso de leche que un vaso de arsénico; el arsénico te mata, su daño es irreversible.
Entre una economía de mercado libre y el socialismo la diferencia fundamental es el reconocimiento de la decisión individual, la libertad de hacer o no hacer, de apostar, de arriesgar o de cuidarse. Y lo más importante: de ser uno el que entienda y vele por sus intereses. La libertad económica determina el tipo de interacción entre los individuos en una sociedad basada en la división del trabajo; por contraste en el socialismo hay “una sola autoridad económica, y esta tiene derecho a determinar todo lo que se relacione con la producción”. Dice Von Mises que para el individuo esto significa que el gobierno determina el rumbo de su vida por fuerza. Se habita en un mundo donde algunos pretenden saber más que otros acerca de lo que conviene a cada persona: “Planificación —o más bien ‘planificación centralizada’— es sinónimo de comunismo y socialismo: el gobierno elabora un plan. El ciudadano ya no planea. El gobierno planea para él. En ese plan las personas se convierten en soldados que deben cumplir órdenes. Y tenemos así que el sistema socialista, como Karl Marx, Lenin y todos los líderes socialistas sabían y admitían, no es otra cosa que la transferencia de las reglas militares a todo el sistema de producción” (El libre mercado y sus enemigos: pseudociencia, socialismo e inflación, Unión Editorial, España, 2021).
Como toda su generación, Von Mises tuvo el privilegio de asistir al espectáculo que ofreció la primera economía socialista del mundo; pudo ver cómo se proyectó, qué se propuso y qué fue obteniendo al cabo de años, de décadas enteras de sufrimiento para las personas que cayeron bajo su saña. Observó que la ineficiencia y la falta son las consecuencias directas e inexorables del orden económico socialista debido a un dato que no es menor, que es la clave de todo el problema de la política y de la economía en todo tiempo y lugar: el socialismo no tiene mercado, no se pueden establecer relaciones de intercambio y precios y, teniendo en cuenta que los precios son indicadores de escasez, la planificación económica sin información sobre precios conduce en bajada y sin tropiezos al estancamiento de la mala gestión. El colapso de 1989 estaba escrito en las estrellas; no se podía acumular tanta ineficiencia, tanta burocratización, tanta falta de libertad y conseguir un mínimo de satisfacción de las necesidades más elementales. El socialismo fracasó en todo: quitó la libertad en nombre del reparto económico, pero no pudo repartir nada, salvo miedo y miseria.
Un fragmento particularmente interesante de su libro es el que dedica a la movilidad social como clave de la identidad capitalista. Sostiene Von Mises que los marxistas se equivocan en masa al satanizar las diferencias de riqueza y de clases en el sistema de libertad de mercado; dice que estas diferencias de prosperidad son las mismas que imperaban en la época anterior a la revolución industrial: “Hasta mediados del siglo XVIII, los europeos pertenecían a la misma clase durante generaciones. Nadie se sentía particularmente apegado a miembros de otras clases en su propia nación. Más bien, uno se orientaba hacia los miembros de su propia clase en otros países. Por la vestimenta uno podía reconocer inmediatamente la clase de una persona. Es diferente en el capitalismo: aquí hay movilidad social. Todas las grandes empresas se han abierto camino de abajo hacia arriba. Henry Ford, uno de los industriales más famosos del siglo XX, empezó con unos cientos de dólares prestados por amigos. No fue un incidente aislado.”
Sobre el final de este razonamiento invocará a Vilfredo Pareto y su teoría de la circulación de las élites como caracterización de lo que ocurre en el capitalismo. Explica que siempre hay personas que están en la cima de la escala social, “pero estas élites están cambiando constantemente”. Es precisamente este cambio lo que distingue a la sociedad capitalista de la sociedad de clases precapitalista.
En el socialismo la movilidad ocurre por mérito de la oportuna intriga o de la acertada obsecuencia dentro de la estructura burocrática del partido.