Nº 2185 - 4 al 10 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl Uruguay agropecuario ha tenido una transformación notable en estos últimos años. Tal vez pueda decirse que los cambios son la única constante. En 20 años, ha cambiado de forma importante la matriz productiva y asistimos a un proceso muy interesante de ajuste de los sistemas productivos.
En un mundo cada vez más preocupado por los impactos ambientales de la producción del agro, Uruguay hace como puede los deberes antes de que lleguen las imposiciones. Desde medir la huella de gases de efecto invernadero en la producción ganadera hasta ser muy cuidadosos con los fitosanitarios que se aplican, el campo uruguayo va transitando el camino hacia la modernidad, no siempre sin quejas y reclamos sobre la forma en la que se implementan los cambios, especialmente si estos son impuestos desde la autoridad. Siempre está el camino de la certificación voluntaria, pero cuando el Estado se pone a regular no todas las veces lo hace mirando la simplicidad de uso de sus requerimientos y termina provocando más molestias que beneficios.
Pero más importante que los cambios que se producen desde un Estado que intenta modernizarse y brindar mejores herramientas para el desarrollo es el cambio que ocurra en la interna de las empresas, sobre todo, en la forma en las que se gestionan la producción y los riesgos. Crisis y oportunidades siempre existieron, y los vaivenes de precios que nos llevan de la rentabilidad a la pérdida son parte del juego.
El productor agropecuario es consciente de ello y en general actúa en consecuencia. Lo que ha cambiado (y para bien) es que van haciendo gimnasia en adaptarse más rápido a los cambios y a invertir mejor en sus establecimientos. No es menor, porque en la medida que se invierte en tecnología y en infraestructura los sistemas productivos se tornan más resistentes y también más productivos, le dan al productor mayor flexibilidad para gestionar su empresa y, con ello, tiene mejor capacidad de sobrellevar los tiempos difíciles.
En un año donde la volatilidad de precios es la reina del mercado, es notable que haya aumentado el área de cultivos de invierno (trigo, cebada y colza). Es cierto que hay cierto rezago pero seguramente el área de cultivos de verano (soja, maíz y sorgo) logre crecer (a pesar de las incertidumbres) y sigan los cambios a favor de una mayor área de maíz y a una expansión de la soja allá donde la agricultura de invierno recién esta llegando. Si a este esfuerzo productivo le agregamos los cambios que se esperan para la logística (la capacidad de salir a los puertos de Brasil, el Ferrocarril Central, por citar un par), se abren posibilidades enormes para amplias zonas productivas del centro y el este del país.
La integración de la ganadería y la agricultura también es un paso importante para dotar de diversidad a los sistemas de producción. Todos los cambios requieren de cierta capacidad de adaptación y lleva tiempo afinarlos. No todos los sectores avanzan a la misma velocidad pero la capacidad de desarrollo en términos de aumento de producción es notable.
Siempre existe la incertidumbre respecto de si la alternancia en el poder político introducirá modificaciones en las reglas de juego. Sería bueno que en una América Latina tan convulsa se establezcan claramente las visiones de futuro porque en el campo los ciclos son largos. El éxito del sector, evaluado como su capacidad de producir cuidando los recursos, no es patrimonio de un solo gobierno, sino que tiene que ser una visión de largo plazo.
Ejemplos de éxitos y fracasos sobran, pero lo que no podemos permitirnos es no seguir ajustando lo que está mal y no funciona y romper lo que está bien. Del mismo modo que Uruguay se va a embarcar en una política de largo plazo, como es reformar la seguridad social, debería hacer lo mismo en cuanto a alinear a toda la clase política en qué país agropecuario queremos para los próximos 30 años. Es igual de urgente porque de eso vivimos.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.) y asesor privado.