Nº 2172 - 5 al 11 de Mayo de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn estos días, la Secretaría de Comunicación de la Fiscalía de Corte (una joyita de eficiencia y transparencia a cargo del periodista Javier Benech que otros organismos públicos bien podrían tomar de ejemplo) organizó un seminario para periodistas y fiscales. El seminario se hizo en momentos en que el poder que el nuevo Código del Proceso Penal (CPP) les dio a los fiscales como los dueños absolutos de la persecución criminal, está siendo cuestionado desde varios sectores. Incluso, algunos de los que avalaron este código, luego, al votar la ley de urgencia (LUC), le agregaron un poder aún mayor a los representantes del Ministerio Público: pueden acusar por sola convicción y eso, en una serie de delitos, los obliga además a pedir prisión preventiva. Una cosa que se quería evitar con el código anterior se da con este: gente privada de su libertad antes de saber si es culpable o no de lo que se los acusa (al revés de la película de Alan Pakula, Se presume inocente, pues no, aquí se presume culpable). Llama la atención que, ni siquiera desde filas de quienes cuestionaron la LUC en un referéndum, se haya planteado un recurso de inconstitucionalidad contra este polémico artículo que promueve (uno más y van…) el encierro. Más insólito aún es que sectores como Cabildo Abierto, que votaron todo este poder a los fiscales, luego les entre el chucho y quieran aprobar una ley para sancionarlos si es que se equivocan en la persecución de los delitos, algo que no se aplica en casi ningún lugar del mundo. El poder de los fiscales, figuras rutilantes en películas y series americanas, tiene nerviosa a mucha gente.
Un asunto que estuvo sobre la mesa es la manida, y aparentemente incuestionable, independencia de los fiscales. Hubo entre los expositores ciertos matices en considerar esta condición. En realidad, cuando uno habla con algunos fiscales en privado, lo que tienen no son matices sino diferencias abismales sobre el tema de su independencia, un asunto de profundo sentido institucional y que hace a la calidad del sistema de Justicia.
Los fiscales son funcionarios del Poder Ejecutivo, que representan a la sociedad en su conjunto a la hora de perseguir el delito. “El pueblo contra Gabriel Pereyra”. Y allí aparece un fiscal en representación de la comunidad. En tanto funcionarios de un poder del Estado, están sujetos a dependencia jerárquica. Tienen un jefe superior que es el fiscal de Corte, esa figura que en las películas vemos diciéndole a tal o cual fiscal que procure no equivocarse, ya que de ello depende que él pueda avanzar en su carrera hacia, por ejemplo, una gobernación. Son figuras eminentemente políticas, aunque esto a más de uno le pare los pelos de la nuca. Aquí en Uruguay, como las reformas se hacen pisando en puntas de pie en una tina de agua tibia, el fiscal de Corte solo da lineamientos generales a los demás fiscales que actúan bajo su dependencia jerárquica. Pero la vida y el comportamiento humano son tan complejos, que pensar que estos lineamientos generales comprenden a todas las situaciones a las que se puede ver enfrentado un fiscal, es absurdo. Entonces ¿hay lineamientos particulares sobre cada caso? Si no los hay, ¿es por el temor de que en la aldea se acuse al fiscal de Corte de incidir con base en algún interés espurio y al fiscal actuante se lo señale como un bien mandado? Bueno, que esto no ocurra en Uruguay por cumplir una presunta corrección política es, a mi juicio, un bache en el camino de la transparencia del sistema y un riesgo para las garantías ciudadanas.
Si los fiscales tienen esta dependencia jerárquica, entonces ¿son independientes de qué? ¿Técnicamente? ¿Qué quiere decir esto? ¿Que deciden qué técnica utilizar en la persecución de un delito? Si independencia es que ante un mismo hecho un fiscal, con base en esa manida independencia hace una cosa y si cae en el turno de otro fiscal hace otra cosa, eso es una agresión a otro principio que debe regir el accionar de quienes persiguen a los delincuentes: la unidad de acción. Es la unidad de acción la que permite que un juicio sea “el Estado contra Gabriel Pereyra”, y no “el fiscal Fulano contra…”, o “el fiscal Mengano contra…”, según el caso haya caído en manos de Fulano o de Mengano. La unidad de acción de los fiscales le da al ciudadano la garantía de que los representantes del Estado, del pueblo, actuarán de una sola manera ante un supuesto delito. Luego, en base a su autonomía, el fiscal de marras decidirá si lo persigue de tal manera o de tal otra. Y si en esa persecución el fiscal de Corte advierte desvíos, no solo puede, sino que debe llamar al fiscal actuante y decirle: “señor subalterno, las cosas son así”.
Pero eso no pasa en Uruguay. Y no pasa no porque no pueda pasar o incluso no deba pasar, no pasa porque solo el fútbol compite con el hacerse trampas al solitario como deporte nacional.
Si algo así ocurriera de manera persistente, el poder político sería el primero en levantar su voz a favor de una independencia fiscal que no debería existir tal como se la viene interpretando. Y eso que el poder político es el que elige al fiscal de Corte con mayorías muy especiales del Parlamento para asegurarle a este funcionario un amplio apoyo y confianza política. Lo curioso es que también hay fiscales que defienden este criterio amplísimo de independencia, según el cual cada uno de ellos podría seguir el camino que quiera, con prescindencia del principio de unidad de acción, que debería estar siempre por encima del de independencia. Es curioso que los propios fiscales no sean los voceros que aclaren esta supuesta confusión, porque ella, lejos de hacerlos más poderosos, los torna débiles. Si, como algunos reivindican, el principio básico que rige su accionar es el de la independencia, el día que tengan en sus manos una causa muy caliente o erren en su decisión, será responsabilidad del fiscal Fulano, y no del Estado. En cambio, si lo que prima es la unidad de acción, entonces si hay un error, este será de la política criminal que le marcó el camino, y si el caso involucra a un pez gordo, no se sentirá tan solo, ya que si otro fiscal tuviera que actuar lo haría de la misma manera que él. De esa forma, quedará claro que en la persecución del delito los fiscales, más que independientes, están unidos. Eso los hará más fuertes y casi seguro que levantarán más críticas, como han levantado hasta ahora por el poder que tienen para perseguir el delito. ¿Pero de quiénes reciben esas críticas?; ¿de los que llevan 30 años aumentando penas?; ¿de los que siguen apostando al encierro?, ¿de los cultores de la mano dura y la pistola al cinto? Bien podrían ignorarlos, o levantar cargos en su contra por un delito continuado de contradicción y otro de fracaso estrepitoso en reiteración real.