Nº 2263 - 8 al 14 de Febrero de 2024
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl censo efectuado el año pasado mostró algunos resultados que no por esperados dejan de ser preocupantes. La población creció desde 2011 –pero mínimamente y gracias a que llegaron inmigrantes– y aumentó la proporción de personas de 65 años o más; ahora son el 16% de los poco más de 3,4 millones de habitantes. En contrapartida, los jóvenes de hasta 14 años disminuyeron de 22% en 2011, cuando se hizo el censo anterior, a 18% en 2023, y los de 15 a 34 años de 29% a 28%. El envejecimiento poblacional se está haciendo cada vez más notorio y de la mano de eso vendrán algunos desafíos; si –como se presume– las tendencias demográficas persisten, habrá menos personas activas, se requerirá gastar más en salud, en cuidados y en seguridad social.
Estas estadísticas “hablan de un país con una población relativamente estancada. Estamos en una situación en que seguramente, de no mediar corrientes migratorias relativamente importantes, se va a empezar a reducir la población a futuro”, señaló el director del Instituto Nacional de Estadística, Diego Aboal, cuando presentó, a fines de noviembre, esos datos preliminares. Dadas estas tendencias, “cada niño y joven va a ser muy precioso” y la población deberá “ser muy productiva para mantener el estado de bienestar”, reflexionó.
Por si fuera poco desafío para un país tener cada vez menos población que pueda trabajar, si, además, su productividad es relativamente baja, el problema se agrava: el crecimiento económico está amenazado a largo plazo. La educación y la capacitación es un punto clave: menos de la mitad (49%) de los jóvenes uruguayos de entre 21 y 23 años termina la educación secundaria, un porcentaje bajo en la comparación internacional. Los que culminan el liceo son 67% en el promedio de América Latina y el Caribe, y llegan a 86% en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Un reciente estudio hecho por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recogido en nuestras páginas, que se apoyó en encuestas de Equipos Consultores, expuso el sentimiento de frustración con que viven muchos jóvenes en Uruguay su aproximación al mercado laboral. Eso tiene que ver, entre otras cosas, con la desconexión entre la educación formal que reciben y los requerimientos del ámbito laboral, algo que, afortunadamente, se está tratando de cambiar mediante la llamada transformación educativa.
Las herramientas como “Excel, Word, Power Point son esenciales y (...), esto es una crítica al sistema educativo: en el liceo no te enseñan (...). No sabés cómo usar Word, tenés que mirar videos de YouTube (...) y esas cosas son como muy necesarias saberlas, por lo menos algo mínimo”, comentó uno de los adolescentes que participó del relevamiento.
El estudio aconseja “asegurar trayectorias educativas” ofreciendo una educación “flexible, híbrida y modulable” que permita “retener a los estudiantes en el sistema formal”, lo cual debe ser un esfuerzo “sostenido en el tiempo”. También sugiere promover un diálogo “constante y efectivo entre todas las partes involucradas, incluidos los propios estudiantes, sus familias, docentes y empresas (...) para garantizar que la educación se adapte ágilmente” a los cambios en el mercado. Y recomienda explorar instrumentos de fondeo orientados a la demanda, como becas o créditos estudiantiles, así como programas de “aprendices” para facilitar el acceso a las primeras oportunidades laborales profesionales. Son ideas no necesariamente novedosas, pero que en algunos países tienen éxito.
En cualquier caso, estos asuntos debieran ocupar un lugar central en los programas de gobierno, aunque en el despuntar de la campaña electoral lo importante parece relegado por el debate menor. Y tendrían que estar no solo porque los jóvenes también votan, sino porque en esto se juega gran parte del futuro del país. Sería bueno empezar a tenerlo en cuenta.