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    Los países emergentes bajo presión

    N° 1970 - 24 al 30 de Mayo de 2018

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    Las últimas semanas han sido bastante complicadas para los países emergentes en general, que han visto cómo sus monedas se devaluaban, y cómo los precios de sus acciones y títulos de deuda se desplomaban.

    De hecho, aparecen cada vez más voces conocidas advirtiendo de la situación de fragilidad en esas economías. Así, Carmen Reinhart señaló que la situación actual de este conjunto de países es incluso peor a la que tenían cuando estalló la gran crisis financiera internacional en 2008, y también peor a la que tenían en 2013, cuando se dio el episodio del “taper tantrum” cuando la Reserva Federal de Estados Unidos (EE.UU.)señaló que podría comenzar a reducir el nivel de estímulo monetario. Para esa economista, la mayor debilidad actual de los países emergentes se debe a una combinación del fuerte crecimiento de la deuda pública y privada que se ha acumulado en los últimos años; la caída de los términos de intercambio a raíz de la baja de los precios de las materias primas desde los máximos alcanzados en los años 2013-14; la suba de las tasas de interés en EE.UU. por el comienzo de la “normalización” de la política monetaria por parte de la Reserva Federal (Fed, por su sigla en inglés), y la desaceleración del crecimiento económico.

    Esta semana el premio Nobel de economía Paul Krugman dijo que el actual episodio que están viviendo los países emergentes tiene algunas semejanzas con lo ocurrido durante la crisis asiática de los años 1997-98. A su vez, el conocido gestor de fondos en países emergentes Mark Mobius vaticinó que todavía hay nuevas bajas potenciales en los mercados financieros de este conjunto de países, citando en particular el deteriorado panorama de Turquía, así como de Argentina y de Brasil.

    Tanto por las consecuencias financieras de tasas de interés más altas en EE.UU. —con un dólar que probablemente se apreciará frente al resto de las monedas principales— como por la incertidumbre que genera el potencial fin del multilateralismo en las relaciones comerciales y un mayor proteccionismo de la economía estadounidense, parece claro que los emergentes en general deberán navegar con vientos no tan favorables en los próximos años.

    Dos factores aparecen como cruciales para facilitar o entorpecer su inexorable proceso de adaptación a esta nueva realidad. Por un lado, la velocidad con que suba la tasa de interés en EE.UU. y con la que se revierta el flujo de capitales que hasta ahora han estado llegando desde el mundo desarrollado. Por otro, el desenlace que tenga la política comercial de la administración de Donald Trump, en particular lo que se ha dado en llamar la “guerra” comercial con China, aunque lo que ocurra con el Nafta también será muy relevante.

    Respecto a los potenciales cambios en la política comercial estadounidense, la situación es totalmente impredecible, como se ha observado esta semana, donde un día se anuncian “avances” significativos en la relación con China para luego señalar que se debe “cambiar” el enfoque porque es difícil llegar a los objetivos deseados. En este tema, no queda otra que esperar y cruzar los dedos para que el resultado final genere el menor daño posible para la economía mundial en general y para los mercados emergentes en particular.

    Algo más predecible es lo que puede ocurrir en materia de tasas de interés en EE.UU., donde la Fed sigue dando el mensaje de que pretende ajustar la tasa de fondos federales de manera “gradual”, como quedó una vez más de manifiesto en las actas de la última reunión de su Comité de Política Monetaria conocidas el miércoles 23. Allí sus miembros afirman que sería necesario un nuevo ajuste de las tasas de interés relativamente rápido (lo que insinúa un incremento de 25 puntos básicos en la próxima reunión del 12 y 13 de junio), al tiempo que se mostraron dispuestos a tolerar que la inflación durante un tiempo superara el objetivo de 2%, implícitamente dando a entender que no tienen ningún apuro en subir las tasas de interés. En definitiva, salvo sorpresas significativas en materia de aceleración brusca de la inflación, y particularmente del ritmo de incremento de los salarios nominales, la Fed va a continuar con su política de ajuste gradual; según las proyecciones presentadas en marzo se espera que lleve la tasa de fondos federales a niveles de 2,1%, 2,9% y 3,4% para fines de 2018, 2019 y 2020, respectivamente.

    Si la Fed logra cumplir con ese guion en cuanto al ritmo propuesto de “normalización” monetaria en EE.UU., quizás desde el punto de vista financiero los países emergentes puedan disponer de algo más de tranquilidad hasta el comienzo de 2019. Pero a la corta o a la larga, habrá que adaptarse a un mundo con tasas más altas y menor disponibilidad de financiamiento. Si ello además coincide con un mayor proteccionismo comercial, el panorama para el comienzo de la próxima década puede volverse realmente muy complicado.