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    Mal comienzo... ¿buen fin?

    Nº 2161 - 10 al 16 de Febrero de 2022

    El del título es un refrán bien conocido, que opera como una suerte de esperanza o momentáneo consuelo –según sea utilizado– de que, aun cuando las cosas no hayan salido bien en un principio, finalmente se verán coronadas con el éxito (su origen es una conocida obra teatral de William Shakespeare All’s Well That Ends Wells, o sea “Bien está lo que bien acaba”). Y su alusión responde a la peculiar circunstancia (no repetida desde el muy lejano año 1939) de que Peñarol y Nacional cayeran derrotados en la fecha inicial de un certamen del ámbito local.

    Aunque hoy los iguale la desazón, los antecedentes con que ambos arrancaban este primer torneo del año, y las consiguientes expectativas, eran diferentes. El equipo aurinegro obtuvo el lauro máximo de la temporada anterior, tras ganar el Clausura y luego –en enero pasado– la Supercopa ante Plaza Colonia, Campeón del Apertura. Sus perspectivas eran, lógicamente, repetir lo hecho en la anterior temporada. Su técnico Mauricio Larriera se mantuvo al frente del equipo, y la preocupación mayor era que su poderío no se viera resentido por la eventual transferencia de algunas de sus figuras principales. Algo que finalmente sucedió. Perdió a casi toda la línea de zagueros (Giovanni González, Carlos Rodríguez y Gary Kagelmacher), a Líber Trindade en la mitad del terreno, y en la ofensiva a Facundo Torres, una de las mejores promesas de nuestro fútbol. Pudo empero retener a un par de futbolistas muy valiosos como Agustín Álvarez Martínez y Agustín Canobbio, al menos en esta primera parte del año. En lugar de los que se fueron llegaron tres futbolistas con raíces aurinegras o algún pasaje anterior por el club (Matías Aguirregaray, Ramón Arias y Lucas Viatri), otros con cierta trayectoria en el exterior (Hernán Menossi y Facundo Bonifazi), más algunos jóvenes de las formativas. También tuvieron una mayor participación futbolistas que ya estaban, como Laquintana y Bentancourt, pero que aparecían solo ocasionalmente en el equipo principal.

    Por su parte, Nacional –que desde tiempo atrás venía cambiando de técnicos– optó por uno nuevo, designando al experiente Pablo Repetto a comienzos de este año. A diferencia de su rival tradicional, la directiva tricolor –en acuerdo con el flamante orientador– realizó una renovación casi integral del plantel superior. Se marcharon así los argentinos Andrés D’Alesandro y Leandro Fernández, que ni por asomo rindieron lo esperado; y también –ante la sorpresa generalizada– Gonzalo Bergessio. Asimismo se desprendió de varios futbolistas de probada trayectoria, como Diego Polenta o Rafael García, y en un grado menor Facundo Píriz. Huelga decir que llamó profundamente la atención la salida de Bergessio –consensuada con el flamante técnico–, un empedernido goleador (el mayor del club en lo que va de este siglo) y protagonista de los mayores logros futbolísticos tricolores en los últimos tiempos; y al que seguramente los hinchas habrán de extrañar. Así pues, el flamante orientador de Nacional se encontró con un plantel desmantelado abruptamente, sin saber quiénes ni cuántos futbolistas podían llegar en su reemplazo. Ello ocurrió con bastante retraso y ya comenzada la actividad de pretemporada. Vinieron del exterior el colombiano Alex Castro, un extremo bien referenciado, aunque con una suspensión pendiente, Emmanuel Gigliotti, un veterano delantero argentino de exitoso inicio en Independiente y con una extensa trayectoria en varios equipos del exterior; y se produjo el regreso de un excelente lateral como el Pumita José Luis Rodríguez. A los que –en el pase más resonante, y a último momento– se sumó el excelente exgoleador negriazul Juan Ignacio Ramírez.

    Los partidos de pretemporada (en torneos cortos con equipos extranjeros) fueron utilizados por ambos equipos grandes para conjuntar las piezas nuevas con las ya existentes, entre ellas muchos juveniles de prometedoras condiciones. Aunque debieron circunstancialmente prescindir de aquellos jugadores (Rochet y Ocampo en Nacional y Giovanni González, Canobbio y Facundo Torres en Peñarol) convocados para la preparación de la selección nacional. Dentro de ese variopinto panorama hubo un predominio del equipo aurinegro, con un par de triunfos clásicos: el primero, por un sorteo en el vestuario, tras suspenderse por intensa lluvia el cotejo igualado sin goles; y unos días después, otro por mínima diferencia, con un gol de Arias (en un marco preocupante por el anuncio de graves enfrentamientos entre parciales de ambos equipos). Esa superioridad de Peñarol obedeció a que –a diferencia de Nacional– pudo mantener una formación más consolidada respecto a la de la temporada anterior, y también al muy superior tiempo de trabajo de su técnico Larriera, respecto a su colega tricolor.

    Al ponerse en marcha este Clausura se esperaba, con cierta lógica, un comienzo distinto del aurinegro, aunque últimamente le había costado rescatar puntos del Parque Capurro. No jugó bien en la primera etapa, porque Laquintana –que había descollado en los amistosos de preparación– no apareció; y del lado opuesto Canobbio estuvo lejos de ser el futbolista desequilibrante de la temporada anterior. Pero la clave del desenlace se dio al cierre del primer tiempo, cuando el juvenil Álvarez Martínez pretendió dejar atrás una sequía de ocho partidos, desplazando a Ceppellini de la ejecución de un penal, que finalmente marró (y que resultó a la postre decisivo en la definición del partido). En el segundo tiempo Fénix, que solo se había defendido, salió de su encierro, el partido se emparejó, y cerca del final logró el gol de la victoria. Larriera deberá pensar en alguna variante en su patrón de juego, pues los rivales ya salen prevenidos y encuentran la forma de desbaratar su habitual despliegue ofensivo por los flancos de la cancha. Es también preocupante la falta de contundencia en la definición en el área rival, ya evidenciada en los partidos culminantes de la temporada anterior, que quizás pueda subsanar conformando una dupla en el centro del ataque. Además deberá recuperar a su juvenil goleador de cierto bajón anímico, quizás por la frustración de su tan anunciado pase al exterior.

    Es bastante más complejo el panorama tricolor, pues Repetto aún no ha tenido tiempo para delinear la mejor integración del equipo titular. La pareja central de zagueros no da muestras de seguridad cuando es exigida, la conformación y rendimiento de la media cancha es inestable, y a las figuras recién incorporadas en la ofensiva aún les falta tiempo para rendir a plenitud. Nacional, que tenía prácticamente perdido el partido ante Deportivo Maldonado en el promedio del segundo tiempo, logró empatarlo rápida e inesperadamente, pero una insólita desatención defensiva en los descuentos le costó la derrota, malogrando así la posibilidad de arrancar el torneo un punto arriba de Peñarol.

    Ha sido este un oportuno toque de alerta para los dos equipos grandes. Aunque, en principio, Larriera parece tener armas para poder solucionar las carencias demostradas, en tanto que Repetto tendrá que revolver el fondo de la bolsa para poder encontrarlas. ¡Aunque esto recién empieza!