N° 1941 - 26 de Octubre al 01 de Noviembre de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl presidente argentino Mauricio Macri emergió como el gran vencedor en una polarizada elección de medio término, legislativa y de gobernaciones provinciales, celebrada el pasado domingo. El triunfo lo fortalece y le da un respiro, pero lejos de despejar el camino para buscar la reelección en 2019, enormes desafíos le esperan en los próximos dos años.
En lo económico, proseguir un ajuste que requerirá medidas “impopulares” para mejorar la competitividad de la economía del país, reducir la inflación (17% en lo que va del año) y el pesado déficit fiscal (en torno a 6% del PBI) que no podrá financiar eternamente con deuda.
En lo político, lidiar con el hostigamiento de la expresidenta Cristina Fernández que, pese a ser derrotada en la provincia de Buenos Aires —al igual que casi todos los candidatos provinciales de Unidad Ciudadana—, desafiante, se proclamó en pie de guerra y anunció que su grupo será la columna vertebral de la oposición al gobierno. “Aquí no se acaba nada, aquí empieza todo”, arengó a su tropa el mismo domingo de noche.
Los candidatos de Cambiemos ganaron en los cinco principales distritos: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Capital Federal, el grupo aumentó su representación en ambas cámaras y recogió 40,7% de los votos en todo el país. Una buena base para negociar apoyos en otras filas para lo que viene.
Si bien Cristina, sus hijos y varios personajes asociados tendrán que desfilar en breve por los juzgados para responder en causas de corrupción y enriquecimiento ilícito, la expresidenta se beneficia de que los dirigentes peronistas que podían construir una alternativa competitiva quedaron debilitados de la elección y no parecen capaces de hacerle sombra.
Con un “relato” creado desde el poder durante una década de autoritarismo, de la inversión de recursos públicos en la compra de voluntades políticas, y de enriquecimiento de su entorno y núcleo familiar, Cristina ha logrado un electorado cautivo nada menor en la provincia de Buenos Aires (37,3%). Aunque disminuido en todo el país (21,8%), apuesta a liderar la oposición desde el Senado, a encolumnar tras su figura al resto del peronismo, para lo cual mantendrá vivo el duelo personal con Macri que tanto ha beneficiado a ambos.
Las circunstancias políticas y económicas que viva Argentina en los próximos meses determinarán cómo seguirán las cosas en un país que, para bien y para mal, tanto nos influye desde siempre a los uruguayos.
En su tramo final la campaña se vio alterada por un episodio que desvió el eje del debate político: la desaparición de Santiago Maldonado durante una protesta mapuche reprimida por personal de Gendarmería.
La falta de noticias sobre el paradero del joven artesano, que participó el 1º de agosto en un corte de ruta en Chubut, movilizó en días siguientes a sus familiares, a la comunidad mapuche y a varios organismos de defensa de los derechos humanos reclamando información al gobierno.
Mientras testigos de los incidentes acusaron a la Gendarmería de haber “desaparecido” a Maldonado y exigieron su reaparición con vida, jerarcas del gobierno negaron que el joven estuviera preso y absolvieron de toda responsabilidad a dicho servicio de seguridad.
En un país en el que sigue muy presente el recuerdo de la cruenta represión vivida durante la dictadura militar (1976-1983), la falta de noticias concretas sobre el paradero de Maldonado agitó la campaña, que ya venía fuertemente polarizada desde las PASO de agosto, e incorporó como uno de los temas centrales la “desaparición forzada” de Maldonado y las denuncias —y acusaciones— contra el gobierno.
Denuncias y acusaciones de familiares del “desaparecido” y de la comunidad mapuche —que aprovechó la ocasión para victimizarse y “sensibilizar” a la opinión pública sobre su demanda territorial—, activadas por organizaciones defensoras de los derechos humanos y explotadas políticamente por el kirchnerismo, por grupos de izquierda y anarquistas. Con el consiguiente impacto emocional que suponían las sospechas y los peores temores sobre el destino del joven Maldonado.
Sospechas centradas en la actuación de la Gendarmería y en la falta de respuestas del gobierno ante un caso que le resultaba incomprensible y en el que, inexplicablemente, parecía atrapado. Situación interpretada por los reclamantes como un intento de encubrir el operativo de los gendarmes.
El caso alentó los temores de que la Gendarmería y otros servicios de seguridad siguieran operando según sus propias lógicas y fuera del control de las jerarquías políticas. Declaraciones “poco felices” de algunos funcionarios y legisladores oficialistas contribuyeron a alentar tales desconfianzas.
El caso movilizó a organizaciones políticas y sociales siempre dispuestas a acusar a un gobierno con el que no simpatizan, con la esperanza de influir en el voto ciudadano del domingo. Radicales encapuchados hicieron lo suyo. Provocaron destrozos en manifestaciones en el centro de Buenos Aires. Grupos anarquistas locales reprodujeron incluso en Montevideo esas expresiones violentistas de “solidaridad” con Maldonado.
Si hasta el líder y vocalista irlandés de U2, Bono, se hizo eco de los reclamos en la audiencia para la foto que le otorgó Macri. “¿Dónde está Santiago Maldonado?”, le preguntó al presidente.
Sin perjuicio de comprensibles razones humanitarias que justificaban la exigencia de respuestas oficiales sobre lo ocurrido al joven, es obvio que el caso fue objeto de una grosera manipulación por parte de operadores políticos y periodísticos que fue neutralizada a escasas horas de la elección con la aparición del cuerpo sin vida del artesano en un recodo del río Chubut, no lejos del lugar donde había sido visto con vida por última vez.
El hallazgo no disipó ni las dudas ni las acusaciones contra el gobierno porque pronto se instaló la sospecha de que el cuerpo había sido “plantado” allí por los gendarmes (se especuló que por ordenes del gobierno), basándose para ello en que esa zona ya había sido rastrillada en tres ocasiones previas.
Aun cuando siguen sin conocerse los detalles de la muerte de Maldonado y habrá que esperar varios días más para ello, el juez de la causa declaró que el cuerpo no presentaba lesiones. Peritos que participaron en la autopsia dejaron trascender que el cuerpo bien pudo haber estado en el agua todo el tiempo.
A la espera del resultado final de la autopsia, sin perjuicio de que muchos de los reclamos estaban bien intencionados, en conocimiento de que fue un mapuche quien avisó al fiscal el lugar donde estaba el cadáver, resulta evidente que hubo un penoso intento de manipulación política de la opinión pública. Nada infrecuente expresión de deshonestidad e irresponsabilidad, con el objetivo de sacar provecho del trágico y doloroso episodio. Operación política que pudo ser desmontada ante el hallazgo del cuerpo del joven artesano y las constataciones iniciales de la autopsia.
El “caso Maldonado” nos habla de cómo muchos políticos y militantes sociales pretenden, mediante hábiles y arteras argucias, imponer sus “verdades” y sus soluciones. Habla también de por qué muchos ciudadanos se desengañan y pierden la fe en la política y en el funcionamiento de la democracia. No es un asunto menor al que no se debe ignorar ni desatender.