Nº 2160 - 3 al 9 de Febrero de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo es esta la primera vez que ello sucede. Es que siendo nuestras columnas semanales, debemos ocuparnos de hechos ocurridos entre una y otra; más aún si están vinculados entre sí. En estos últimos días nuestra Selección disputó dos cotejos por las Eliminatorias, pugnando por acceder al próximo Mundial de Catar. Y no en las mejores condiciones: desde una penosa séptima ubicación, y tras un obligado cambio en su conducción por los malos resultados obtenidos en sus últimas presentaciones.
Como en otras situaciones similares, optamos por comentar por separado ambos partidos, y apenas concluyeran (y así habrán de aparecer en esta columna); sin perjuicio de algunas consideraciones de tipo general, a modo de conclusión y de cara a lo que habrá de venir más adelante.
1. El primer compromiso implicaba un riesgo cierto. Más que nada por el escaso tiempo desde la efectiva asunción del nuevo cuerpo técnico, y el hecho de jugar de visitante, y ante un Paraguay obligado a ganar para no quedar eliminado. La primera interrogante era la conformación del equipo. Alonso optó por mantener la base de la “era Tabárez” (y dentro de ella, a un par de “históricos” como Godín y Suárez) haciendo debutar a Rochet en el arco, a Mathías Olivera en el lateral zurdo y –sorprendiendo absolutamente a todos– al juvenil Facundo Pellistri, en la banda derecha del ataque.
En cuanto al partido, y puesto que para nuestra escuadra era casi imperioso procurar sumar de a tres, los primeros minutos no fueron (como imagináramos en nuestra última columna) de una lucha de ambos contendientes por adueñarse prontamente de la iniciativa. Paraguay tuvo algo más de posesión del balón, y existieron ciertas imprecisiones nuestras por salir jugando desde la última zona defensiva, que ante un rival más ambicioso pudieron costarnos caro. Fue el equipo celeste, empero, el que aun sin posicionarse francamente en la ofensiva, generó por la ejecución de pelotas quietas tres nítidas situaciones de gol, dos de ellas devueltas por los palos del arco guaraní, lo que le impidió irse ganancioso al entretiempo.
El gol llegó finalmente, apenas reanudado el partido, cuando una excelente habilitación de Godín, desde el círculo central, puso en carrera a Luis Suárez por la banda izquierda del ataque, que este culminó con un certero remate cruzado que venció al golero rival. De allí en adelante, si bien se adueñó de la pelota y del control de las acciones, el elenco celeste careció de la ambición necesaria para sumar algún otro gol, ante un rival que, prematuramente, se hizo cargo de que el partido (y la tibia esperanza de clasificación) se le había escapado de las manos. Alonso efectuó algunas variantes al promediar este período final (Cavani y Canobbio por Darwin Núñez y Pellistri, respectivamente), a las que sumó otras, más cerca del final, sin que ello repercutiera en el marcador.
Más allá de la satisfacción de ganar de visitante, pensamos que desperdiciamos una preciosa oportunidad de procurar un tanteador más contundente, cuando ya el rival había bajado los brazos, para ir paliando nuestro deficitario “gol average”, que a la larga puede jugarnos en contra, ante algún ocasional competidor, en esta dura lucha para clasificar. Más aún cuando tuvimos al frente a una de las más pálidas formaciones de Paraguay de los últimos tiempos.
Igual el saldo fue francamente positivo. Más aún cuando el próximo partido (ante Venezuela ya eliminada y jugando de local en el Centenario) podía permitirnos sumar tres puntos más. Sin perjuicio de que –con algunos ajustes, producto de unas pocas horas más de trabajo– Diego Alonso podía ofrecernos una versión corregida y aumentada de nuestra Selección.
2. El expresivo resultado de este segundo partido fue una clara muestra de que, con un poco más de trabajo, el técnico obtuvo un rendimiento de sus dirigidos netamente superior al del cotejo anterior. En lo que mucho incidió la circunstancia (con la que titulamos una columna anterior) de “pegar primero”, pues antes del minuto de juego ya llegó la apertura del tanteador, con un preciso remate de Bentancur. A lo que se sumó una presión alta y agobiante, que le impidió al rival salir de su última zona. Era solo cuestión de esperar, para que ese sostenido impulso se tradujera en un segundo gol. Llegó poco después, tras una corrida “maradoneana” de Pellistri –dejando desairados uno tras otro a cuatro marcadores– para servirle la pelota a De Arrascaeta, para que anotara. Y si algo faltaba, una soberbia chilena de Cavani selló ese primer tiempo con un lapidario 3 a 0.
Allí estuvo lo mejor del trabajo celeste. Saliendo dispuesto a liquidar el cotejo de entrada, no dándole ni un mínimo respiro a un rival que se sabía era inferior. Y con una fluida conexión entre la línea de volantes y nuestra tradicional dupla ofensiva, a la que el técnico optó por darle cabida. Claro que esa intensidad no se puede mantener todo el partido, y aunque –por la vía de un penal que debió repetirse– Suárez logró el cuarto gol, al comienzo del segundo tiempo, Venezuela pudo adelantar sus líneas e incluso recortar en algo la goleada, ante la única defección de nuestra zaga. Vinieron luego los cambios (por aquellos jugadores que ya tenían tarjeta amarilla) y solamente nos quedó en el debe el no haber conseguido algún gol más, para mejorar nuestro saldo actual en ese rubro.
A título conclusivo, somos de la opinión de que el rendimiento de la Selección ha superado ampliamente el del último tramo del ciclo anterior. A la base tradicional –que ha respetado y respaldado–, Alonso ha sabido extraerle su mejor versión. Por citar un ejemplo, ha logrado que la dupla Valverde - Bentancur pueda abastecer adecuada y abundantemente a nuestros hombres de ofensiva, y no perderse en un inexpresivo intercambio de pases en la mitad de la cancha. Y además le ha dado cabida a algunos jugadores que nunca habían sido tenidos en cuenta, entre ellos a un Pellistri que no había logrado destacarse en el partido anterior, pero al que mantuvo en la titularidad, siendo la figura descollante del partido, ratificando las brillantes condiciones que ya había exhibido en nuestro medio, antes de su muy prematura salida al exterior.
¡Estamos en el buen camino! Vemos a un equipo bien plantado y seguro de sí mismo, convencido además de que la táctica agresiva del nuevo entrenador era la más adecuada para salir de la difícil encrucijada en que nos encontrábamos. Tanto que, con estos seis puntos que se han conseguido, pasamos a depender de nosotros mismos (si vencemos a Perú, en nuestra propia casa, en el primer partido de la última fecha a fines de marzo) para estar presentes en Catar. De estar séptimos en la tabla pasamos al cuarto lugar. ¡Más no podía pedirse!