Más que un rumor

Más que un rumor

La columna de Andrés Danza

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Nº 2200 - 17 al 23 de Noviembre de 2022

Así es Uruguay. Todavía faltan dos años para que se defina mediante elecciones el próximo presidente de la República pero muchos de los dirigentes políticos se preparan como si las urnas ya estuvieran camino a las mesas de votación. Parece ser como una especie de enfermedad, una obsesión contagiosa entre los que eligen recolectar votos como forma de vida. El partido no termina nunca, la competencia electoral se repite día a día.

Eso no es nuevo. Lo que sí es dañino en muchos aspectos. Dificulta la tarea de gobernar, que en definitiva es la que más atada está a la suerte de todos los ciudadanos uruguayos, y tranca la posibilidad de lograr acuerdos políticos amplios como forma de poder avanzar en el combate a los problemas más importantes, como la inseguridad, los bajos niveles educativos o la inflación, para poner solo tres ejemplos.

Igual no hay cómo evitarlo. Los rumores electorales nunca cesan y se hacen mucho más fuertes en la segunda mitad de los distintos períodos de gobierno, como ocurre ahora. A partir del momento en el que un presidente cumple dos años y medio de gestión, inicia su descenso de la montaña y los ojos empiezan a posarse en los que se están preparando para subirla. Es ahí cuando se intensifica la electoralitis. Los síntomas son las discusiones estériles, los nombres que vienen y van y las especulaciones que poco aportan y en la mayoría de los casos quedan en la nada.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte está pasando algo distinto. No por la ausencia de eventuales postulantes. Esos sobran. Todas las semanas aparece uno nuevo y los partidos principales ya tienen varios casi seguros. Lo diferente es que está creciendo la idea de que en las próximas elecciones va a volver a ganar el Frente Amplio y particularmente que el actual intendente de Canelones, Yamandú Orsi, será presidente.

En los últimos días varios políticos me trasmitieron ese escenario hipotético casi como un hecho. No sería sorprendente si los que lo hicieran fueran los dirigentes del Frente Amplio porque es lógico que la oposición ansíe volver al gobierno y que trasmita la cercanía de esa posibilidad como una cuestión de fe. El tema es que los que lo están repitiendo demasiado seguido son integrantes del oficialismo, que ocupan lugares importantes en el actual gobierno.

El primero que me lo dio casi como un hecho fue un legislador en un almuerzo de camaradería. Lo sustentó en las “olas ideológicas” que atraviesan América Latina y que, según su visión, arrastran con los gobiernos como si fueran algas. “La gente está votando en contra de los gobernantes de turno”, argumentó y puso varios ejemplos, demasiados como para no ser tenidos en cuenta. El último: Brasil. La oposición ha ganado nueve de las últimas 10 elecciones en la región y eso para él es suficiente como para prever que Uruguay no será la excepción en 2024.

El segundo fue uno de los principales senadores de la coalición de gobierno reunido días atrás con inversores en el Palacio Legislativo. La sorpresa de los empresarios que lo fueron a escuchar a su despacho fue grande. Así me lo comentaron dos de ellos horas después. No se esperaban que uno de los principales responsables de que la coalición multicolor haya sido triunfadora en las últimas elecciones predijera que el presidente Luis Lacalle Pou deberá pasarle la banda presidencial a Orsi. “A esta altura esto es muy difícil de revertir y la oferta electoral del oficialismo no ayuda”, fue su análisis político. Dijo más. Argumentó que si en las últimas elecciones con el mejor candidato de la coalición, en referencia a Lacalle Pou, y el peor del Frente Amplio, en alusión a Daniel Martínez, la diferencia fue apenas de unos miles de votos, con un postulante de “medio pelo” del oficialismo las posibilidades de repetir la victoria son casi nulas.

Los terceros en vaticinar un triunfo de Orsi fueron algunos jerarcas del gobierno reunidos con dirigentes políticos para hablar sobre cuestiones electorales la semana pasada. Lo hicieron luego de que una encuesta de la empresa consultora Equipos le diera al Frente Amplio 43% de intención de voto. “Si empieza con ese piso, estamos liquidados”, dijo uno de ellos y casi todos los demás asintieron, según me contó con preocupación otro de los que escuchaba y que se sintió ajeno a las reflexiones de sus correligionarios. Para él, esa actitud derrotista puede ser un desestímulo importante para la militancia.

A su vez, varios de los protagonistas de esos tres episodios aseguran que el Partido Colorado y especialmente Cabildo Abierto están preparando el terreno para la eventualidad de que tengan que negociar con una administración del Frente Amplio. Es más, uno de los que trasmitió ese principio de certeza de que Orsi será el próximo presidente —perteneciente a la colectividad política del senador Guido Manini Ríos— hasta aseguró que ya tiene pensada una estrategia como para acordar puntos específicos de gobierno con la izquierda.

Otros sostienen que a Lacalle Pou no le desagrada del todo pasarle la banda presidencial a Orsi, aunque obviamente preferiría hacerlo a un correligionario. El motivo que aducen para esa conclusión un tanto aventurada es que con Orsi como presidente él será el líder indiscutido de la oposición y quedará bien posicionado para volver a la competencia presidencial en 2029. De lo contrario, el nuevo presidente inevitablemente le disputará el liderazgo a Lacalle Pou en la coalición multicolor.

Todas esas especulaciones, que pretenden ser certezas y que ya se transformaron en mucho más que un rumor, son muy riesgosas para ambos lados. En el caso del oficialismo porque de tanto repetirlas van generando un clima de profecía autocumplida negativa entre los que tendrían que ayudar a construir la victoria en las próximas elecciones. Si los dirigentes intermedios, los empresarios y algunos líderes de opinión reciben el mensaje de que arriba están empezando a dar la batalla por perdida, como está ocurriendo, asumirán que el cambio de signo político en la próxima administración es casi un hecho y es probable que eso termine en un desgano contagioso y en cascada. Del otro lado, para Orsi también puede tener un efecto de boomerang, además de que es probable que se transforme de aquí en más en centro de todas las críticas. Además, primero tiene que ganar las elecciones internas y muchos ni siquiera eso están teniendo en cuenta.

Todo muy prematuro y seguramente innecesario. Saturado de esa ansiedad tan típica del uruguayo, que de tan apresurada termina debilitando todo lo que toca, habrá que ver hasta qué punto lo hace en este caso.