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    Más victorias que derrotas

    Nº 2233 - 13 al 19 de Julio de 2023

    Cuando el 27 de junio de 1973 el presidente Juan María Bordaberry disolvió las cámaras de Senadores y de Diputados se convirtió en dictador. Fue inmediata la irrupción totalitaria al Palacio Legislativo de mandos militares encabezados por el general Gregorio Álvarez. Siguieron severas restricciones a las libertades de prensa y de expresión y la creación de un Consejo de Estado con funciones legislativas. Durante varios años los uruguayos fueron perseguidos, torturados y asesinados por los fascistas que la dictadura alentó y encubrió. Todo fue motivo de recuerdos al cumplirse días atrás 50 años de esos acontecimientos.

    Es natural y lógica la evocación y que todos recuerden los padecimientos ante la pérdida de la democracia. Durante ese medio siglo los mismos hechos han sido destacados cada año con el mismo sentido evocador.

    El domingo 2 en El País, Juan Martín Posadas, en una columna que poéticamente tituló En el parque bajo el sol, coincide en que es importante rememorar esos hechos dramáticos, pero señala con razón que esa es una fecha de derrota, “la instancia simbólica de un prolongado proceso de caída, de derrumbe”. Por eso expresa que le provoca desconcierto el hecho de que para conmemorar no se haya tomado como legado y emblema el acto del Obelisco, que representa una fecha de triunfo. Un triunfo de la democracia.

    Se pregunta: “¿Por qué no celebrar la victoria en vez de la derrota?”. El acto del Obelisco del 27 de noviembre de 1983 fue un avasallador símbolo de la victoria del pueblo y la mayor concentración de personas en la historia del país.

    ¿Cuántos integrantes de la generación que nació luego de 1985 conoce lo que ocurrió en ese acto y cómo se llegó a concretarlo? ¿Cuántos han leído o escuchado (se puede hacer en YouTube) la proclama que en esa ocasión leyó el primer actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau? Su voz grave, cargada de emoción y con los matices de su oficio le dio un destacado sentido al texto que había sido redactado por quienes años después serían vicepresidentes, el blanco Gonzalo Aguirre y el colorado Enrique Tarigo.

    Un gran escenario al pie del Obelisco de los Constituyentes recibió a 124 (algunos dicen 130) representantes políticos y sociales y familiares de los proscritos que se conmovieron cuando a las 17.30 Candeau comenzó a leer la proclama. Fue uno de los momentos más relevantes de la historia reciente por su significado y símbolo de una unión sin fisuras.

    “La memoria colectiva de un pueblo tiene vigor propio pero también es empujada por fuerzas sociales o colectivas que habitan en su seno y en las que se encarnan y pesan interpretaciones y preferencias, sean personales, partidarias y de todo orden. Me hubiese gustado que los variados brazos del río de la memoria colectiva hubieran convergido hacia el acto del Obelisco más que en la disolución de las Cámaras. Ojalá que este noviembre que viene esto se empiece a materializar. Que nos motive más conmemorar las victorias que las derrotas”, dice Posadas.

    No será sencillo cambiar el sentido de las evocaciones porque en su organización siempre están los políticos, los sindicalistas y algunas organizaciones sociales que aprovechan esa instancia para reafirmar su existencia y obtener respaldo ciudadano.

    La proclama, su esencia, el acto en sí del Obelisco, su organización y las 400.000 personas (para algunos, 500.000) que desde el parque Batlle le dieron marco al acto ocupan un lugar secundario pese a que todo junto y por separado fueron los mayores símbolos de victoria.

    El fotógrafo Aurelio González fue el único que la noche del 26 de junio de 1973 registró la última sesión del senado. A la mañana siguiente captó el avasallamiento de los tanques militares y las reacciones populares en contra. Sin duda alguna son relevantes testimonios gráficos de la derrota de la democracia.

    Pero el 27 de noviembre de 1983 su colega Américo José Plá obtuvo el mayor testimonio de la victoria en la imagen de miles de personas y carteles que se mezclan sinuosas con el follaje del parque Batlle como respaldo a la esencia del acto: “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”.

    Esa foto única e irrepetible fue al día siguiente la contratapa del desaparecido semanario democristiano Aquí (1983-1986) y alguien en ese medio con elocuencia metafórica la tituló Un río de libertad. Como tal se mantiene en los corazones y la retina de casi todos los uruguayos.

    Pocos saben que Plá registró esa imagen clandestinamente desde el último piso de un edificio ubicado en bulevar Artigas y 18 de Julio, al que ingresó con la complicidad de su dueña, amiga de su familia, relató en El Observador el 27 de noviembre de 2018.

    A través del portero eléctrico la mujer le pidió que se quitara todo aquello que pudiera identificarlo como un fotógrafo de prensa. Al llegar al lugar entendió por qué: en el mismo lugar había un grupo de policías del servicio de inteligencia, a quienes les habían permitido el ingreso por ser quienes eran. Mientras los policías sacaban fotos del estrado y de la concentración de personas, Plá sacó rápida y sigilosamente las suyas y, cuando consideró que eran suficientes, se fue.

    Tras salir las reveló en su lugar de trabajo en Luis Alberto de Herrera y Monte Caseros y avisó al semanario el tesoro que había conseguido. (1)

    Apuesto a que si alguien organizara una exposición con esas fotos ampliadas y las del estrado sumadas a las que tomaron otros medios desde diferentes lugares miles de personas acudirían para tratar de identificarse entre la multitud o ubicar a sus amigos o familiares.

    ¡Si tendrá razón Posadas!

    (1) La foto Río de libertad integra el libro Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales, tomo II editado por el Centro de Fotografía de Montevideo.