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    Matías Pascal

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2088 - 9 al 15 de Setiembre de 2020

    Lo que fascina en Pirandello es su ruptura con las medidas convencionales de la realidad. Con su fondo existencialista comprendió que el mundo de los seres humanos, a diferencia del mundo vegetal, presenta una conciencia de su existencia. Ese estremecimiento de saberse vivo, esa pequeña linterna que llevamos dentro lleva al individuo a percibir una sensación de malestar, a sentirse desorientado, dividido entre el bien y el mal. Es la idea subjetiva del mundo externo que el hombre lleva adentro, convirtiéndose en un parámetro para conocer y evaluar lo que nos rodea. Las ideas, la vacuidad de las ideologías, los pensamientos que formulamos sobre la realidad son, por lo tanto, relativos, cambiantes, engañosos, indignos de confianza.

    La historia de ese oscuro bibliotecario Matías Pascal, hombre y esposo mediocre, acosado por su suegra, que no lo perdona por haberse casado con su hija Romilda, que no tiene un futuro real, fuera de la protección de los libros, ilustra mejor que nadie esa desolación. Cansado de las burlas constantes de las que es objeto por familiares y conocidos, se propone ser audaz y en un breve viaje que hace le da por entrar a un casino donde increíblemente gana una buena suma de dinero. Cuando está en el tren, regresando entre contento y resignado a su pueblo, lee en un periódico dejado en un asiento que, en su ciudad, un hombre que se le parece físicamente y que todos creen que es Matías Pascal fue encontrado muerto.  Es el primer momento en muchos años que su rostro se ilumina por una sonrisa: Matías Pascal está muerto, eso puede implicar que el nuevo Matías Pascal puede intentar vivir una nueva vida, con otras personas, con otras acciones, modificándolo todo; como si volviera a nacer.

    Es por eso que se desvía hacia Roma para vivir su nuevo destino. Allí se instalará en la casa Paleari y adquirirá el nombre de Adriano Meis. En esa casa se encontrará con Adriana, de quien se enamorará y será solícitamente correspondido. Su amor, sin embargo, no encontrará satisfacción porque Adriano es una criatura por demás fantasiosa: ciertamente vive en la vida diaria, pero no tiene historia, es como si nunca hubiera existido; no tiene consigo ningún documento que atestigüe su existencia. Para el mundo es nada.

    Esta situación lo desespera y quiere ser finalmente él mismo, regresar a la condición del opaco Matías Pascal, que después de todo era alguien. En ese plan Adriano Meis finge suicidarse en las aguas del Tíber y volver secretamente a su pueblo. Lo que le espera es todo muy diferente de lo que creía o quería encontrar; todo ha cambiado: su esposa se volvió a casar y ya tiene un hijo, en el pueblo nadie lo reconoce. El único lugar hospitalario que identifica en esa patria suya en el que tampoco existe será su biblioteca, donde volverá a trabajar, porque él, como los libros que guarda, ahora es una persona de papel. Su existencia recobra la opacidad que tanto anhelaba y para celebrarlo se permite la magistral humorada de llevar flores a “su” tumba, es decir, a la tumba de lo desconocido que todos pensaban que era él hasta hace poco.

    Pirandello nos propone afrontar la inquietante no coincidencia entre el tiempo histórico y el tiempo subjetivo; el pasado, al no poder recurrir a ideales y valores fijos, se convierte en una pesadilla, en un recuerdo seco y estéril. Pero, y en esto consiste la tragedia, ese no-pasado deviene en una trampa para el presente, que se encuentra en un espacio vacío, atemporal, sin posibilidad de extensión, encontrándose a sí mismo a merced del silencio y de la indiferencia ambiente, suspendido, atrapado entre la no vida y la no muerte. El salto del personaje de una a otra ficción, de una forma a otra, de Matías Pascal a Adriano Meis, de una muerte a otra muerte (la primera por casualidad y error del obituario; la segunda buscada e inventada por la falsificación del suicidio), no deja espacio para la verdad; la dimensión de lo real se disuelve en una experiencia directa que es algo y también nada.

    El desdichado Matías Pascal logra ver y sufrir la falta de autenticidad de la vida con un matiz respecto del rebaño del que se libera: a diferencia del resto de la humanidad, que es inauténtica y a veces tiene un ramalazo de rebelión y pasa al otro lado, el pobre Matías lo vive como en un estado de gracia, el tiempo no lo toca. Nada puede hacer.

    Hay que leer y releer esta novela. Cada vez es más actual.