Nº 2153 - 16 al 22 de Diciembre de 2021
Nº 2153 - 16 al 22 de Diciembre de 2021
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn una carrera épica, repleta de momentos controvertidos, después de lo que los expertos consideran uno de los mejores campeonatos de la historia de la Fórmula 1 de automovilismo, el holandés Max Verstappen se consagró el domingo 12 campeón mundial. En un mundillo que empezaba a aburrir por la invasión de lo políticamente correcto (autos sin ruidos, reglas para todo, casi una negación de la raíz de ese deporte), apareció este joven que a los 17 años ganó su primer Gran Prix y que ahora se pone al tope de todos, incluso de su archirrival Lewis Hamilton, símbolo del establishment organizacional.
Verstappen se salió un poco de los esquemas tribales que parecen invadir nuestras actividades, torciendo inteligentemente las reglas todo lo posible y rescatando la agresividad de figuras de antaño, como Ayrton Senna. No importa si en un momento su rival Hamilton lo empujó fuera de la pista, recibiendo una mínima sanción por ello y causando un tremendo accidente que pudo haber sido el fin de su carrera; él siguió adelante con su convicción, poniendo su foco, capacidad y brillo personal para lograr sus objetivos.
El final fue de película, y el de una que, de existir, consideraríamos mala por tener un remate demasiado perfecto, casi naif, fantástico. Los dos llegaron a la última vuelta igualados en todo. La diferencia fue que Hamilton venía adelante con un auto superior y Max estaba segundo a una distancia significativa, viendo cómo su sueño se desvanecía. Pero el foco seguía ahí y, por circunstancias que son largas de explicar, llegaron juntos a la vuelta final. Como bien decía un comentarista: “David contra Goliat”. Hamilton —el favorito para los organizadores— estaba adelante pero con un compuesto de ruedas inadecuado. Y Max puso su agresividad, su sentido de competencia y su sed de ganar —todo eso que a veces nos dicen que está mal, que es injusto, que no es igualitario— y no sin dificultades cruzó la meta primero.
En materia de películas nos hizo recordar a la vieja Rollerball (1975), de Norman Joweison, una ficción futurista donde las corporaciones controlan todo, lo que se hace, lo que se dice, y donde el destaque individual es el enemigo. El protagonista quiere ganar y se convierte en un problema, pero finalmente lo logra y, para enojo de los grandes corporativistas, todos corean su nombre: “Jonathan, Jonathan” (James Caan, el actor principal).
En un mundo donde los controles son más sutiles pero igual de cuestionables, el grito de “Max, Max” sonó fuerte el último domingo. Al ingresar a YouTube, se puede ver la actitud del público que permanecía tranquilo cuando parecía imposible un triunfo de Verstappen, pero que empezó a gritar desaforadamente al revertirse esa situación y explotó de alegría al final. Hubo complicidad de la mayoría de los espectadores, que casi sin entender por qué disfrutaron de una persona que lleva al límite sus esfuerzos para lograr sus objetivos, en este caso en un deporte de elite, aunque también sirve para cualquier otro lugar en el que haya competencia.
En nuestro principal deporte ganó en los últimos años aquello de “el camino es la recompensa” del maestro Óscar Washington Tabárez y nos enterramos en el proceso, olvidándonos de que ese proceso debería ser el trabajo para ganar, para conquistar lo que nos toque en nuestras vidas. Especialmente en el deporte. En eso, nuestro elegido Max no se confunde.
Esta carrera, cierre de la Fórmula 1 para este año, fue un viento de aire fresco. Nos recordó que la naturaleza humana busca participar de la gloria de alguna manera. Que para ello se necesitan entornos que respeten eso que llevamos dentro, que solo puede florecer con libertad y por elección propia, para que se construya la inspiración necesaria. La imposición de ideas y conductas por parte del sistema al extremo de violentar nuestra libertad individual de a poco se va convirtiendo en dictadura. Es bueno cuando el individuo, como Max, gana.