Nº 2218 - 23 al 29 de Marzo de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl 30 de enero de 1933 el presidente alemán Paul von Hindenburg designó canciller (jefe de gobierno) a Adolf Hitler, líder del Partido Nazi. Desde ese día acumuló poder y ganó adeptos. Prohibió los partidos políticos y a mediados de julio de ese año en la actividad política del Estado alemán solo quedó el Tercer Reich. Siguiendo las órdenes del dictador, sus secuaces desarrollaron una “limpieza” en todos los ámbitos con la filosofía de que todo lo que “no sea alemán debe ser eliminado”.
Esa es una síntesis del proceso alemán de los años 30 que el martes 7 utilizó como metáfora en Twitter el periodista deportivo británico Gary Lineker para fustigar la nueva ley de inmigración del gobierno de la derecha radical del primer ministro británico Rishi Sunak. La ley apunta contra los inmigrantes ilegales que llegan en bote a las costas del sur del país. Tiene carácter retroactivo, permite detener sin libertad condicional durante 28 días y establece la deportación inmediata, con la excepción de menores de 18 años o enfermos.
En Inglaterra “aceptamos muchos menos refugiados que otros países europeos importantes. Esta es solo una política cruel dirigida a las personas más vulnerables en un lenguaje que no es diferente al utilizado por Alemania en los años 30”, escribió Lineker en Twitter.
La inmigración ilegal se ha constituido en un problema grave para el que se buscan soluciones rápidas. Muchas vulneran derechos humanos. El año pasado el Reino Unido acordó con Ruanda enviar a ese país a los inmigrantes ingresados ilegalmente. Son enviados por avión con billete solo de ida y terminan en campos de internamiento que tienen mucho en común con los campos de Hitler para practicar la “limpieza”. Sin embargo, el exprimer ministro británico Boris Johnson, gestor de las deportaciones, describió a Ruanda como “uno de los países más seguros del mundo”. Ahora Suank busca negociar similares acuerdos con otros países con el objetivo, argumenta, de combatir a las mafias internacionales que hacen negocio con los inmigrantes.
Para las personas ajenas al fútbol y aquellas cuyo interés deportivo son las minucias locales, vale explicar por qué importa la opinión de Lineker. A los 62 años, se ha convertido en un periodista internacional de primera línea cuya opinión llega a los centros europeos de poder. Desde 1999 y hasta hace dos semanas fue el conductor del programa televisivo Match of the day (El partido del día), que emite la poderosa BBC.
Antes del periodismo tiene aval deportivo. Jugó en Leicester City, Everton y Tottemham de Inglaterra, Barcelona de España y Nogoya Grampus de Japón. En el Campeonato Mundial de México de 1986 fue el máximo goleador, el único inglés que lo ha logrado. Con la selección de su país jugó 80 partidos y convirtió 48 goles.
Lo que acabo de reseñar son breves insumos para el hecho central de lo ocurrido, que es el derecho a la libertad de expresión y el abuso de un Estado para restringirlo. Tres días después de la dura crítica de Lineker en Twitter, la BBC decidió apartarlo del programa que conducía. Consideraron que había violado el principio de la emisora de que sus periodistas tienen vedado opinar con respecto a partidos o a controversias políticas.
Antes de apartarlo, la BBC procuró un acercamiento con el periodista para evitar un conflicto, pero este se mantuvo firme. Se negó a retractarse, condición que pretendían imponerle. Al no dar marcha atrás quedó claro que mantuvo su cuestionamiento a la ley del gobierno, que es quien administra la BBC. De haberse retractado seguramente lo hubieran considerado un aliado.
Desde 2009 las emisoras de TV y radio del gobierno británico tienen prohibida por ley la publicidad comercial. Se financian con un canon que pagan personas en el Reino Unido y equivale a una cuota anual de alrededor de 171 euros. Vale decir que son los ciudadanos quienes sostienen a la BBC, pero quien manda, planifica y decide es el gobierno conservador de turno, que cada tanto tiempo se victimiza y lanza rumores de que la BBC es un refugio de izquierdistas.
En Uruguay también los impuestos de los contribuyentes uruguayos financian Canal 5 y TV Ciudad, pero ambos tienen ingresos complementarios a través de la venta de publicidad y a nadie se le ocurría proscribir o quitarle un programa a un periodista por opinar.
Es relevante señalar que Lineker no criticó la ley de inmigración dentro de su programa de la BBC. Lo expresó en Twitter, empresa privada de comunicación a la cual, obviamente, es ajena la BBC. Sin embargo, el gobierno británico sostuvo que Lineker había incumplido sus normas editoriales de neutralidad. Lo que tuiteó puede ser considerado por muchos una agresiva comparación entre un gobierno democrático y el nazismo, aunque la metáfora está en la puerta. Pero por vivir y trabajar en un gobierno democrático tiene derecho a decirlo. La libertad de expresión se reconoce como un derecho humano en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
El burdo disparo totalitario con el objetivo de liquidar a Lineker dio la vuelta como un bumerán, golpeó a la BBC, la humilló y la dejó en ridículo. La mayoría de los compañeros del trabajo televisivo de Lineker boicotearon el programa en señal de solidaridad con el sancionado. También lo hicieron políticos de la oposición. Los jugadores a través de la Asociación de Futbolistas Profesionales decidieron rechazar entrevistas para el programa que había dejado de conducir. Inglaterra es una sociedad orgullosa de sus tradiciones liberales en el periodismo.
Esa avalancha de solidaridad y su consecuencia negativa para las imágenes de la BBC y del gobierno los dejó desnudos y rápidamente cambiaron la pisada. El lunes 13 el director general de la señal, Tim Davie, convocó a Lineker para restituirle su programa, le pidió disculpas y dijo que habrá que buscar soluciones “sobre el uso de las redes sociales”. Tanto el despido de Lineker como su posterior regreso a la BBC ocuparon las primeras páginas de los diarios británicos y espacios destacados en la mayoría de los diarios europeos.
El exjugador metió la pelota en un ángulo del gobierno británico y su autoritarismo y dejó claro que con la libertad de expresión no se juega.