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    Mostrame a las chicas

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2165 - 10 al 16 de Marzo de 2022

    Caminar entre cientos de miles de mujeres es una sensación impresionante. Éramos realmente muchas, y resultaba increíble no sentir ni un atisbo de inseguridad entre semejante multitud. Pensé qué distinta me sentiría en medio de una marcha de miles de hombres, y agradecí la oportunidad de poder relajarme, de sentirme protegida, de no tener que estar alerta. Mujeres y disidencias avanzamos por las calles con la certeza de que marchamos para cuidarnos, para reafirmar que lo que le pasa a una nos pasa a todas, que no queremos seguir sufriendo violencias y discriminación, que estamos despiertas y que exigimos medidas concretas.

    “Somos agua cuando la realidad es piedra”, decía una de las frases de cierre de la proclama del Tejido Feminista de Montevideo, planteando una imagen de gran fuerza poética. Voy a las marchas del 8M desde que los colectivos de mujeres recuperaron la fecha como día de lucha (allá por marzo de 2015), y este año sentí con más fuerza que nunca la importancia del cuidado entre nosotras. Son tan claras y dolorosas las razones por las que marchamos que ya no quedan dudas, solamente queda abrazarse y cantar juntas con el puño en alto. Todo intento de destruir este sentimiento fue, es y será en vano, porque las mujeres y disidencias que salimos este martes a las calles, en Uruguay y en todo el mundo, sabemos respetarnos aun en nuestras diferencias. Nadie que haya estado ahí lo puede negar, lo demás es cuento.

    “Mostrame a las chicas”, dijo la conductora argentina Viviana Canosa en su programa de televisión, en referencia a las participantes de la marcha en Buenos Aires. Y en una desagradable demostración de superficialidad y falta de respeto, preguntó: “¿Qué es el patriarcado para ustedes, muñecas? ¿Es un padre ausente, un hermano que les hizo bullying, un pibe que en el secundario no les dio bola, en la universidad no se las garcharon?”. A Canosa se le podría decir, en primer lugar, que hace más de 50 años que se están escribiendo libros sobre lo que significa el patriarcado, y que, en caso de estar interesada en entender el significado, lo mejor que podría hacer es leer un poco. Pero incluso si no tiene ganas de leer, podría ser un poco más respetuosa con el dolor ajeno.

    El problema es que hay demasiada confusión en todos lados. “No me adhiero a ninguna marcha que no me representa”, escribió en su cuenta de Twitter una diputada de Cabildo Abierto, repitiendo el hashtag #NoHablesPorMi. Pero la marcha no habla por nadie ni representa a nadie que no quiera ser representada. Alcanzaría con que no participen quienes no están de acuerdo con la movilización, pero este tipo de comentarios (de los dos lados del río) evidencian la necesidad que tienen muchas personas de criticar incansablemente las reivindicaciones de los colectivos de mujeres.

    Mi posición no es objetiva, soy feminista desde que tengo memoria y he estudiado bastante al respecto. Pero no deja de sorprenderme que haya personas que no empaticen, por ejemplo, con el dolor de las familias de mujeres que fueron asesinadas por sus parejas, o con el de las familias de mujeres desaparecidas en democracia (que siguen figurando desde hace años como “ausentes” en los registros del Ministerio del Interior, aunque se sabe que la mayoría de ellas “no están perdidas, las desaparecen para ser prostituidas”, como decía uno de los cantos en la marcha). No puedo entender la falta de solidaridad con las mujeres víctimas de proxenetismo y redes de trata, con las víctimas de explotación sexual, con las víctimas de violación o abuso, con las discriminaciones de todo tipo hacia las mujeres, en particular las racializadas, las pobres, las migrantes, las trans, las lesbianas, o las que están en situación de discapacidad.

    Por suerte, la cantidad de “chicas” que marcharon este 8 de marzo fue impactante. Probablemente sea eso lo que más incomoda a quienes critican: constatar que cada vez somos más y que no hay estrategia política que logre frenarnos. El abanico de mujeres que marcharon el martes es tan pero tan amplio que no alcanzaría una columna entera para nombrarlas a todas. Queda por ver ahora en qué políticas y cambios culturales reales se van a transformar estas demandas. Mientras no haya cambios, lo que es seguro es que todas estas “chicas” vamos a seguir saliendo.