N° 1888 - 13 al 19 de Octubre de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDesde hace un par de meses se han comenzado a observar señales de que el deterioro que la economía uruguaya venía arrastrando desde mediados del 2014 parecería haberse frenado.
El cambio en la estrategia de ajuste que decidió aplicar el mandatario Mauricio Macri en Argentina, junto a la culminación del proceso de impeachment a la ahora ex presidenta Dilma Rousseff en Brasil, han sido los factores básicos para la estabilización del deterioro que venía sufriendo la economía uruguaya. A ello también contribuyó el hecho de que se redujeron los temores a que se fuera a producir una suba rápida y significativa de las tasas de interés en dólares, así como la baja del precio del petróleo.
Una vez más, el “barrio se alegró”, y eso empezó a impactar positivamente sobre Uruguay, especialmente en los sectores de servicios y en el comercio de frontera. La fuerte suba de los precios en dólares en ambos vecinos —sobre todo en el caso de Argentina— nos hizo ganar automáticamente competitividad sin tener que realizar ningún esfuerzo interno y, es más, ayudó a que el dólar pudiera bajar de manera apreciable, llevando a que la inflación se ubicara nuevamente por debajo de 10% en términos anualizados.
La caída del tipo de cambio, además de contribuir a moderar la inflación, ayudó a estabilizar la demanda por bienes durables, rubros altamente sensibles a los vaivenes de la divisa. Junto a la baja del precio internacional del petróleo, la apreciación del peso fue un factor básico para la mejora de las finanzas de Ancap, dada la decisión política de no bajar las tarifas de los combustibles.
De esta forma, sobre todo el cambio en el contexto regional parece avalar la idea de que quizás lo “peor ya pasó” para la economía uruguaya y que podría mirarse el futuro con algo más de optimismo, sobre todo en el muy corto plazo.
Conviene, sin embargo, ser extremadamente cautos en la forma en que se va a transitar por esta fase algo más “amigable” de la coyuntura.
En primer lugar, el actual “atraso cambiario” que está generando Argentina no será permanente y habrá que corregirlo a futuro, sea de manera gradual o brusca si se da por algún motivo (desde temas de política interna a cambios en el panorama de las tasas de interés en el mundo) un sudden stop en el ingreso de capitales. Algo parecido puede señalarse con respecto a Brasil. La única forma de que los actuales niveles de precios en dólares en la región se pudieran mantener de forma indefinida sería si los valores de los commodities de exportación volvieran a los niveles de los años 2010 a 2013; o si se diera un aumento exógeno y significativo de la productividad interna. Ninguna de las dos cosas luce como muy probable.
En segundo lugar, en estas últimas semanas se han comenzado a observar dos tendencias que, de mantenerse, serán negativas para Uruguay. Por un lado, el dólar volvió a apreciarse frente al resto de las monedas en el mundo dado que los últimos datos conocidos para la economía estadounidense aumentaron la expectativa de que la Reserva Federal vaya a subir las tasas de interés en diciembre. Por otro, el precio del petróleo subió por encima de los U$S 50 por barril ante la posibilidad de que Rusia y los principales países de la OPEP lleguen a un acuerdo para topear o restringir la producción de crudo antes de fines de año.
En tercer lugar, más allá de la bienvenida e importante mejora que tuvieron las cotizaciones de los lácteos durante setiembre, las de los granos y de la carne siguen mostrando caídas más o menos importantes. Un dólar más fuerte en el mundo junto a precios de los principales productos de exportación cayendo, constituyen una combinación muy complicada, especialmente si la situación regional sigue llevando a deprimir el precio del dólar en el mercado local.
Es sabido tanto a nivel teórico como por la propia experiencia que hemos tenido en Uruguay y en la región que los procesos de generación de “atraso cambiario” en base a la acumulación de deuda externa brindan una “alegría efímera” que normalmente termina en crisis, salvo que los fundamentos del sector externo mejoren de manera exógena. Dada la situación actual de la economía mundial, como fue discutido ampliamente la semana pasada en la reunión conjunta del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en Washington, esto último aparece como algo muy difícil.
Es por ello que hay que considerar el actual “shock positivo” que se está recibiendo de la región como algo totalmente transitorio, y por lo tanto hay que usarlo para aumentar el ahorro y repagar deudas. En particular, y dado que el actual contexto está llevando a que el dólar casi que sea la “mercadería” más barata que hay, lo lógico sería aumentar el ahorro y cancelar deudas en esa divisa.