Nº 2193 - 29 de Setiembre al 5 de Octubre de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo es un tema menor. En tiempos en los que, al influjo de las redes sociales y sus secuaces, casi todo crece en pocos segundos como si fuera una ola gigantesca pero luego de tocar la arena se diluye también rápidamente hasta perderse en el olvido, es importante remarcar las cuestiones importantes. Por más olas nuevas que vengan atrás y ruido que generen, el hecho de que en el Servicio de Inteligencia Policial aparentemente se haya discutido sobre espiar a un periodista no debería quedar sin consecuencias.
El episodio fue denunciado el domingo 25 por el periodista Gabriel Pereyra, que se desempeña en Radio Sarandí, el Canal VTV y como columnista de Búsqueda, mediante la red social Twitter. Según la información que recibió Pereyra, el jueves 22, en la sede de Inteligencia ubicada en la esquina de las calles Maldonado y Paraguay, el tercero en la escala jerárquica de esa repartición dio la orden de hacerle un seguimiento. Se lo confirmaron dos fuentes distintas con acceso directo a participantes en esa reunión crucial.
Al otro día, en Informativo Sarandí, Pereyra dijo que, según sus fuentes, tanto Álvaro Trinidad —jefe del Servicio de Inteligencia— como el director de Investigaciones de la Policía Nacional, Nelson Albernaz, “son oficiales estructurados que responden a órdenes”.
“Diego Fernández es el director nacional de la Policía, hizo cursos de inteligencia. Tiene dominio total e injerencia máxima. Es reconocido como un nostálgico que ha reinstalado viejas prácticas que tanto daño le han hecho a la Policía”, informó Pereyra. “¿Estoy acusando a alguien? No estoy acusando a nadie, estoy diciendo cómo se manejan las cosas entre los mandos políticos y el Servicio de Inteligencia Policial”, puntualizó.
“Me puedo equivocar, pero no tengo ninguna duda de que los mandos políticos del Ministerio del Interior no están detrás de esto”, señaló.
Así lo aseguraron después tanto el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, como otros jerarcas de esa cartera, como corresponde. Además, el propio presidente de la República, Luis Lacalle Pou, se comunicó con el periodista para interiorizarse en el tema, también como corresponde.
Hasta allí los hechos, pero ahora estamos en el día después. Y lo que vino después es lo que suele ocurrir en estos casos. Los que tienen la camiseta puesta, y especialmente los más fanáticos, intentaron aprovecharse de la situación de un lado o que causara el menor daño posible desde el otro. Entonces cruzaron acusaciones superficiales o vaticinaron crisis políticas o destacaron la grandeza histórica y transparencia del actual gobierno. Todo muy exagerado, como a ellos les gusta.
Pero atrás de todo eso hay hechos concretos que es necesario que sean aclarados cuanto antes. No para los fanáticos porque esos nunca van a estar conformes, ni de un lado ni del otro. Pase lo que pase, siempre van a tratar de teñir todo del color del que resolvieron pintar sus vidas. Ahí no entran lo matices y hay muy poco lugar para la razón. Gana la pasión, pero la dañina, la mal concebida.
El asunto somos todos los demás, una inmensa mayoría todavía. Para los que creemos en nuestra democracia y en nuestro Estado de derecho es importante saber que el poder policial está subordinado al político, por ejemplo. Y que por más que todavía sigan existiendo nostálgicos de otras épocas en las que el fin justificaba los medios, no tienen la incidencia necesaria como para dar órdenes de hacer seguimientos a periodistas, dirigentes políticos o sindicales. Nos arriesgamos a sostener que los principales líderes de los distintos partidos políticos uruguayos están muy pero muy lejos de estas prácticas. Así lo han demostrado en estos casi 40 años desde la restauración democrática. Por eso mismo este es el momento para que todos ellos, unidos, actúen con la firmeza necesaria. Es importante que no quede ni la más mínima duda.