N° 1963 - 05 al 11 de Abril de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUna serie de horrendos asesinatos ocurridos en los extrarradios de la ciudad sacudieron a la opinión pública en los últimos tiempos. La policía ha investigado, pero no es mucho lo que consiguió hasta el momento. Se sabe que las víctimas, todos hombres mayores acusados de pedofilia, presentaban heridas lacerantes en el recto, como si un voluminoso objeto los hubiese penetrado.
Según declaró el detective que interrogaba a unos parroquianos en la mesa de un bar cercano al lugar donde fue encontrado el último cadáver, el mutismo y los monosílabos eran los factores predominantes.
Abundaban los “no sé”, los “tal vez” y los “quién sabe”. Gente reticente, encerrada en sí misma, de carácter hosco, chúcaro. El detective también resaltó la presencia de un sujeto alegrón, un borracho que estaba al margen de los interrogados y en determinado momento intervino desde la barra sin que nadie le hubiera preguntado nada.
“Fue el Niño”, dijo el borracho. Ante el silencio ocasionado por la imprevista salida, el detective quiso saber más: “¿El Niño? ¿A qué se refiere? ¿A la corriente que provoca lluvias y tormentas?”. Luego de unos breves segundos cortantes, el borracho agregó: “Me refiero al Niño Pijudo, que tiene no más de 10 años. Yo mismo lo vi partir de la mano con un señor hacia los cañaverales.
El señor le había prometido caramelos y el Niño Pijudo reía, pero era una risa inquietante… Ni se lo esperaba el hombre, mire cómo terminó: hecho un asco”. El detective primero pensó en sopapear al borracho por maleducado, luego en llevarlo detenido a la comisaría por burlarse de la autoridad, pero finalmente hizo caso omiso y volvió a lo suyo con los otros parroquianos.
Lo cierto es que los asesinatos no se han resuelto y en ese bar, donde era frecuente oír historias del chupacabras, la Virgencita del Tero y el finado don Ramón, que por las noches es un alma en pena que patea tachos y hace ruido, ahora se levanta otra leyenda: la del Niño Pijudo.