No hay divorcio sin casamiento

No hay divorcio sin casamiento

La columna de Facundo Ponce de León

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Nº 2128 - 24 al 30 de Junio de 2021

Marzo, abril, mayo y junio fueron momentos de alto voltaje en la relación entre el GACH y el gobierno. Pero nada estalló, no saltó ninguna térmica. A pesar de que desde hace tiempo algunos analistas, políticos y ciudadanos esperan el estallido, nunca sucedió. Ahora acordaron terminar y preparan un acto para el mes de julio. Este fenómeno de tensión sin explosión merece reconocimiento y análisis.

Cuando el fin de la relación era inminente, alguien importante dijo “esto no es un divorcio porque nunca hubo un casamiento”. Al saber de esta frase, recordé enseguida que en este mismo espacio hablé hace un año de la “luna de miel” entre los científicos y los políticos. Muchos utilizamos la imagen en aquel entonces. Hay dos preguntas distintas pero conectadas. Primera: ¿por qué tantos nos referimos en términos matrimoniales a esta relación? Segunda: ¿por qué alguien sostiene que nunca se generó esa unión nupcial?

Vamos por la primera y empecemos con un breve rodeo. Los humanos vivimos inmersos en generaciones. De modo más o menos consciente, toda persona está adscrita a un espíritu generacional. Por ejemplo: los varones que tienen entre 50 y 70 años pertenecen a un tiempo donde no se encargaban del cuidado de sus hijos. Si limpiaban pañales, calentaban biberones u organizaban horarios escolares y visitas al pediatra, eran algo excepcional a su grupo. La mayoría no lo hizo. Es la generación de “los varones no lloran”. Mostrar sentimientos acarreaba el riesgo de feminizarse. “No seas maricón” fue una frase con la que crecieron todos los varones de aquella generación.

Nosotros, los que tenemos entre 30 y 50 años, estamos inmersos en otra atmósfera generacional. Hacemos tareas hogareñas y estamos más atentos a nuestra dimensión afectiva, sentimental y vulnerable. Pero esta novedad de nuestro tiempo, que uno puede celebrar, llevó al extremo esta cuestión afectiva. Hoy todo tiene que “sacarse para afuera”. Hombres, mujeres, niños y niñas digan, lloren, griten, no se guarden, no repriman, sientan y expongan lo que sienten.

En esta atmósfera generacional, todo tiende a valorarse desde una óptica emocional. Y si esa dimensión no está, estamos ante una relación que no es genuina, es algo frío, falso, mezquino, estratégico. En este contexto parecía natural utilizar la imagen “matrimonial”, “la luna de miel”, las peleas que pueden precipitar el “divorcio”. Es el modo de nuestro tiempo de validar mejor la relación. De sacarla de algo que parezca o suene frío. Los principales coordinadores del GACH, pertenecientes a otra generación, participan de esa mirada menos emocional de la vida pública. No digo esto como un halago ni como una crítica. Lo digo como un dato. Como también es un dato que la formación científica y técnica subraya aún más esa distancia de la afectividad como motor de reflexiones y decisiones vitales.

Hay una arista más para completar este análisis que cruza la tensión GACH-gobierno con la dimensión generacional, y es el rol de la cortesía, la contención y la prudencia. De vuelta: vivimos en tiempos de exacerbación de la autenticidad emotiva y todo lo que suene a diplomacia, política y negociación suena a falluto. Hemos perdido modales porque nos parecen hipócritas.

Nos olvidamos así del valor de la cortesía, un invento del siglo XII que tiene que ver con el comportamiento dentro de las cortes y las órdenes de caballería. Si bien el mundo ha cambiado notablemente, lo que no varió es la necesidad de encontrar modos de relacionamiento para la convivencia.

Solemos dividir a las personas entre aquellas que son amigas y aquellas que no queremos y nos caen mal. Olvidamos que en el medio está la necesidad de ser cortés con mucha gente que ni es amiga ni tampoco enemiga. Ese tercer grupo de personas es siempre el más numeroso. Necesitamos ser corteses en vez de decir que no hay vínculo alguno con ellas. En las antiguas cortes, ante la necesidad de convivir, los cortesanos preferían saludarse y escucharse que decretar la apatía o la enemistad.

El esfuerzo y el hábito de saludar, escuchar, respetar, no gritar, dosificar las diferencias, negociar, callar y sonreír ante las personas que sentimos distintas a nuestro modo de ver el mundo es saludable y preferible al enfrentamiento y el enojo. Es más relevante en términos democráticos. Esa lección cortesana entre el gobierno y el GACH es tan importante como todas las recomendaciones técnicas de estos 14 meses. Es una muestra de afecto sin boda.

Aquí el presidente Luis Lacalle Pou mostró una dimensión estadista categórica. En el límite etario entre una generación y otra, supo llevar con prudencia el momento eufórico y el momento crítico de la relación. La cúpula del GACH también, conteniendo presiones de distintos lados simultáneamente y graduando las tensiones internas. (Aclaración metodológica: lo de las generaciones no es meramente biológico. Uno puede tener 37 años y manejar la distancia de alguien de la vieja generación. O puede tener 65 y estar escupiendo agravios como un desenfrenado sentimental).

Mientras analistas de todo tipo y color están con el recuento de errores, recomendaciones seguidas, recomendaciones ignoradas, notas de prensa con tal o cual intención, declaraciones imprudentes de un lado y de otro, gobierno y GACH controlaron la emotividad y resolvieron serenamente el fin de la colaboración. La imagen del teléfono rojo es un resabio generacional que podría haber sido revisado y aggiornado. Pero es un dato menor.

Lo importante es que, ante la desatención de una generación por la dimensión afectiva, y al desenfreno sentimental generacional que vivimos hoy día, esta relación mostró, una vez más, el acierto del punto medio. Trabajando con foco y firmeza, pero sin perder el vínculo emocional con la ciudadanía y la unidad afectiva que requería la circunstancia. Durante buena parte de estos largos 14 meses, la relación que establecieron, aunque no haya sido un matrimonio, nos hizo sentir tranquilos y orgullosos de haber nacido en este rincón del mundo.