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    Nº 2154 - 23 al 29 de Diciembre de 2021

    “Todo el continente está amenazado salvo Uruguay, que representa el verdadero progreso”. La frase, ya difundida en distintos ámbitos, pertenece al escritor peruano, premio Nobel de Literatura y honoris causa de nuestra Universidad de la República —aunque a algunos no les guste— Mario Vargas Llosa. Vale la pena recordarla esta semana porque es muy representativa de la situación por la que atraviesa el gobierno uruguayo,que parece estar quedando aislado tanto en el Mercosur como en la región en general.

    El domingo 19, Chile eligió como presidente a Gabriel Boric, con un pasado de militancia estudiantil y fuerte vínculo con el Partido Comunista de ese país. No parece ser la línea que venía siguiendo Chile desde la restauración democrática y que lo colocó como modelo continental. Al contrario.

    A su vez, Argentina logró en los últimos días imponer en el Mercosur sus condiciones, aprovechando cierto debilitamiento político del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que en principio había apoyado la propuesta de flexibilización de Uruguay. Ahora el gobierno brasileño no solo acompañó una declaración en el sentido contrario junto con Argentina y Paraguay —dejando a nuestro país afuera— sino que se conformó con la mitad de la rebaja que había defendido del arancel externo común.

    Un eventual tratado de libre comercio (TLC) bilateral con China queda como casi la única tabla salvadora para la estrategia del presidente Luis Lacalle Pou, pero las negociaciones dirán si un país que empieza a quedar aislado es lo que interesa a la potencia asiática. Hemos planteado más de una vez desde estas páginas que lo razonable sería salir del “lastre” del acuerdo regional, pero el gobierno, en una actitud más pragmática, intenta hacer los cambios desde adentro.

    Políticamente, con la caída de uno de los bastiones de la cordura como Chile, el panorama regional, que en general es de estancamiento en todos los ordenes respecto a otras regiones, tiene malas perspectivas. A eso se suma que el año que viene Brasil deberá elegir a un nuevo presidente y las encuestas dan como favorito a el exmandatario Luiz Inacio Lula Da Silva del PT (Partido de los Trabajadores). Las elecciones en Argentina están mas lejos en el tiempo pero hoy presentan un panorama opuesto.

    Boric, por su parte, llega a la presidencia chilena con un discurso más moderado, pero está por verse si lo mantiene desde el poder. El contexto es un Poder Legislativo equilibrado entre derecha e izquierda pero una Asamblea Constituyente dominada por una izquierda más cercana al nuevo presidente. Favoreció su holgado triunfo el hecho de que su oponente estaba asociado con el sector más de derecha de la sociedad chilena y con la dictadura de Pinochet.

    La realidad es que muchos países de la región siguen apostando a regímenes socialistas y populistas, que ya han demostrado su fracaso. No hay siquiera una buena historia para contar. Pero los votantes están divididos en mitades. ¿Esto se debe a que realmente se identifican como de derecha o de izquierda? ¿O es más bien consecuencia de los fracasos puntuales de los gobiernos de turno? La segunda opción parece ser la correcta.

    Las administraciones más favorables a un sistema de mercado libre y mayores libertades sociales, sin un control intervencionista del Estado, quedan un tanto paralizadas por su falta de convicciones. Da la sensación de que llegan con mucho impulso pero después lo dejan por el camino, vulnerables a sociedades acostumbradas a un Estado excesivo y a un control político y económico desmesurado.

    Nuestro gobierno no está exento de esas limitaciones. Está concretando un mejor control del gasto, pero la reducción del tamaño del Estado no se ve y la consiguiente presión fiscal no disminuye. De todas maneras, la Ley de Urgente consideración (LUC) mostró que hay un plan concreto hacia políticas realistas en procura del bienestar general y ahora se suma el anuncio de un año —el 2022— de transformaciones y mayor crecimiento económico.

    La interna será dura —el PIT-CNT y el Frente Amplio se asegurarán de ello— pero lo que sucede en la región demuestra que no hay opciones. Es necesario un plan cuyos resultados sean palpables para la población, que libere nuestras capacidades de producir riqueza y mejore la calidad de vida de todos. No concretarlo es abrir la puerta para un retroceso, como ya ha ocurrido en varios de la región. Contrariamente, a los países que se acercaron más a lo liberal en el mundo les ha ido mucho mejor.