Nº 2123 - 20 al 26 de Mayo de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Beethoven empieza por el final y luego no hay quien lo pare”, dijo un imaginario pianista ruso. Me parece una sentencia genial, infinita. Sale con los tapones en punta, así lo siente el auditorio arrasado por las primeras notas de la Sinfonía Nº 5. Se vuelan los peluquines de la primera, segunda y tercera fila. Un metalero este Sordo, realmente. En el teatrito del apocalipsis, uno de los títeres subidos de tono que representa la comedia humana lleva el rostro de Beethoven. Pero además empezar por el final implica ahorrarnos tiempo, evita el cuentito de las explicaciones y justificaciones, el sufrimiento y la agonía, y nos da el sopapo de una, inexorablemente. La tormenta ideal. Empezar por el final es rendir pleitesía a la forma perfecta: el círculo. Es el verdadero eterno retorno. Es el universo en sí mismo sin necesidad de viajar a la velocidad de la luz. Es empezar por el Big Bang y no aquello del huevo y la gallina, que nos interpela y enlentece. Es la gallina comiéndose el huevo que acaba de poner. No hay más filosofías, no hay más ideologías. No se discute más la paz. El día que veamos a las gallinas comerse los huevos, las religiones serán imposibles. ¿Acaso hay mejor principio que el final? Pero además con una yapa: después, no hay quien lo pare.