N° 1991 - 18 al 24 de Octubre de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEvidentemente (los resultados cantan) no ha sido bueno el inicio de este quinto período del Maestro Tabárez al frente de la Selección uruguaya. Fueron dos derrotas consecutivas ante selecciones asiáticas que si bien no integran la elite del fútbol mundial, registran antecedentes respetables en su más reciente actividad internacional. Aunque Corea del Sur no pudo superar la fase de grupos en Rusia, se dio el lujo de vencer al por entonces defensor del título, Alemania; en tanto Japón llegó a octavos de final, y estuvo cerca de dejar fuera del torneo a la postre vicecampeón, Bélgica. Aun así, era razonable aguardar superiores resultados en esta etapa de preparación, o cuanto menos algunos indicios de mejoría en ese impostergable “plan recambio” del núcleo celeste, que el propio técnico intentó poner en marcha —aunque sin mayor resultado— en la última etapa del Mundial pasado.
Más que un enfoque detenido de lo que ocurrió en cada uno de estos partidos, parece más oportuno realizar un análisis global de lo que han dejado estas dos presentaciones, en función del principal objetivo que perseguía el cuerpo técnico, que no era otro que el de profundizar ese proceso de renovación del plantel, dándoles participación a varios jóvenes futbolistas provenientes de las selecciones juveniles.
Desde ese ángulo, es un hecho cierto que fueron muchas las caras nuevas que se sumaron al plantel. Fue así que aparecieron con minutos en la cancha Federico Valverde, Jonhatan Rodríguez, Camilo Mayada, Marcelo Saracchi y el propio Gastón Pereiro, al tiempo que se les dio una nueva oportunidad a otros que ya se habían incorporado con anterioridad, como Laxalt, Nández, Torreira, Gómez o Bentancur. Y el criterio seguido por el Maestro en tal sentido pareció ser el más sensato, pues optó por mantener, en lo posible, la base de la integración tradicional, bien que con las importantes ausencias de Giménez y Luis Suárez.
Sin embargo, en un examen desapasionado, el rendimiento del equipo en la suma de ambos cotejos resultó deficitario. Quizás, lo más preocupante —ya que en esa zona no hubo mayor innovación—fue el muy flojo rendimiento defensivo, como lo demuestran esos seis goles recibidos en dos partidos. Justo es decir que Muslera poco tuvo que ver con ese panorama, pues evitó unos cuantos e incluso atajó un penal ante Corea, que igual terminó en gol por la pasmosa falta de reacción de sus compañeros en ir a disputar el rebote que él diera. Lo que sí quedó de manifiesto —tanto en el primer partido, pero más aún en el siguiente, frente a Japón— fue la absoluta impotencia de nuestros defensores para frenar la movilidad y el fútbol veloz de los asiáticos. Cáceres atraviesa un mal momento y fue siempre sobrepasado con llamativa facilidad, y algo parecido le ocurrió a Laxalt —y también a Gastón Silva— en el otro extremo de la defensa. Tampoco le fue mejor a Coates, aunque era sabido que, por su gran contextura física, suele tener problemas ante rivales que le juegan por bajo y en velocidad. Y aun siendo el de mejor rendimiento, el mismo Diego Godín estuvo lejos de su nivel acostumbrado, al punto de perder varios mano a mano con los delanteros adversarios. Claro que esos problemas insolubles (mayormente en el partido contra Japón) nacieron por el magro aporte de la primera línea de contención, en la que hasta el mismo Torreira se mostró impotente para frenar el arranque vertiginoso de los nipones hacia el arco celeste. Pero hay otro aspecto preocupante en ese último sector y es la sorprendente fragilidad para resolver las pelotas que llegan por aire; algo en lo que nuestra defensa era casi inexpugnable. Alguno de los goles recibidos en estos cotejos llegaron por esa vía, pero cabe recordar que otro tanto había acontecido en los dos últimos y decisivos partidos del último Mundial. Paradójicamente, nuestros zagueros ganan hoy más en el área adversaria que en la propia, lo que debe ser un motivo de alerta para el técnico Tabárez.
Es claro, empero, que la atención prioritaria (en especial por las características de varios de los futbolistas convocados) estaba centrada en lo que pudiera acontecer en la mitad del terreno, sector clave en ese reclamado cambio en la línea tradicional de fútbol de nuestra Selección. Fueron varias las fórmulas ensayadas en esa zona, en la que en lo previo solo Vecino parecía tener la titularidad asegurada, con Torreira y Bentancur, como sus probables acompañantes. Lo cierto es que ni esta fórmula, ni ninguna de las otras ensayadas por el técnico en estos dos partidos dio el resultado esperado y, una vez más, el equipo careció del fútbol requerido para una mejor generación de fútbol ofensivo y, por consecuencia, un adecuado abastecimiento a nuestros delanteros. Ni De Arrascaeta, en el primer partido, ni Bentancur en los dos que disputara, lograron ser la “manija” que todo equipo necesita, entreteniéndose en un intercambio del balón, que fue muy superior al habitual pero totalmente intrascendente, sin proyectarse nunca en ofensiva ni habilitar adecuadamente a los hombres de punta (ninguno de los cuatro goles convertidos fue producto de una jugada bien elaborada, y dos de ellos —uno en cada encuentro— fueron fruto de gruesos errores del rival). Acaso Valverde y Pereiro, aún con pocos minutos en el terreno, parecieron mostrar algo de lo que se requiere en ese sector vital del terreno.
En cuanto a la ofensiva, ha vuelto a comprobarse que cuando, por las razones que sean, no pueden estar juntos Suárez y Cavani, nuestras posibilidades se ven drásticamente comprometidas, sin que Stuani resulte ser el complemento más adecuado para cubrir sus ausencias. Ello empero, lo hecho por Jonhatan Rodríguez en el último partido aparece como el saldo más favorable que, en el orden individual, ha dejado esta floja incursión asiática de nuestra Selección.
Por lo visto en estos dos partidos (o tres, si incluimos el de México) no le va a ser nada fácil al técnico consolidar una línea de juego distinta a la desarrollada por la Selección en tiempos no tan lejanos. Aunque su rendimiento actual no sea el mejor, es lógico presumir que nuestra defensa habrá de recuperar el nivel transitoriamente perdido, y que con el binomio Suárez-Cavani en plenitud, el poderío ofensivo puede estar asegurado (sin olvidar que podrá sumarse a Urretaviscaya, cuando se recupere de su lesión). La preocupación principal subsiste —y no es ninguna novedad— en la composición de la zona media del equipo, por las razones que vienen de señalarse, pues las diversas fórmulas ensayadas por el Maestro no han dado aún el resultado esperado. Acaso deba seguir probando hasta llegar a la mejor combinación, entre futbolistas de real valía y con características bastante parecidas.
Si la meta próxima es la Copa América en Brasil del año venidero, quedan aún por delante dos partidos más de preparación frente a rivales de muy superior fuste, como Brasil y el actual campeón del Mundo, Francia. Cabe aguardar que Tabárez, con su experiencia y el cabal conocimiento del buen material que tiene entre manos, pueda encontrar lo que aún le falta. O sea, un equipo que funcione como tal y que tenga una línea de juego más adecuada a las crecientes exigencias que muestra la actualidad del fútbol del mundo. ¡Pero ello no le va a resultar nada fácil!