Nº 2083 - 6 al 12 de Agosto de 2020
Nº 2083 - 6 al 12 de Agosto de 2020
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLas muchas hazañas criminales de Cromwell al frente del Parlamento ilustran con incuestionable lealtad las reservas de mal que guarda la política toda vez que se asume como centro gravitante de la sociedad: se dirá, no sin algo de razón, que gran parte de las persecuciones y arbitrariedades cometidas durante su comando parlamentario y luego en su calidad de Lord Protector son imputables a su intransigencia puritana y no tanto a su condición de político. Pero aun así no se debe negar nunca el hecho de que la autoridad de la que están revestidos los políticos en buena medida tiene como única contención las ambiguas leyes que los mismos políticos redactan, discuten, corrigen, aprueban y promulgan. Sus leyes supuestamente garantistas en la mayoría de los casos son garantistas de su discrecionalidad para seguir produciendo leyes sin medida ni respeto por el derecho de las personas.
Cromwell demostró que las mayorías políticas, sinceras o digitadas, pueden llegar a ser tan inicuas y perversas como el más cruel de los emperadores de Oriente. Durante su atroz gobierno cerró muchas posadas, clausuró definitivamente los teatros, prohibió la mayoría de los deportes. Si los niños eran atrapados jugando al fútbol, un domingo podrían ser azotados como castigo porque el domingo se convirtió en un día muy especial bajo los puritanos con poder sobre las libertades y derechos de las personas. La mayoría de las formas de trabajo fueron prohibidas; las mujeres atrapadas haciendo algún trabajo innecesario en el Día Santo eran humilladas en público, despojadas de sus ropas. Salir a caminar los domingos (a menos que fuera para ir a la iglesia que estaba permitida) implicaba, si uno era atrapado en la osadía, una multa considerable. Para mantener la mente de la población en la religión, Cromwell estableció que en lugar de tener días festivos para celebrar a los santos (como había sido común en la Inglaterra medieval), un día de cada mes era de ayuno obligatorio para todos los habitantes; quien fuera sorprendido masticando recibía azotes y multas de modo sumario, sin derecho a apelación. Cromwell también determinó que las mujeres y las niñas deberían vestirse de manera adecuada; el maquillaje fue terminantemente prohibido; se prohibieron los vestidos demasiado coloridos. Una dama puritana llevaba un vestido negro largo que la cubría casi desde el cuello hasta los dedos de los pies y llevaba un delantal blanco y su cabello estaba recogido detrás por un tocado blanco. Cualquier detalle de color era delito.
Algunos alegarán que estas maldades las pudo perpetrar recién cuando se hizo nombrar autócrata, con más poder que Carlos I, el rey absoluto al que había destituido y asesinado. No es del todo verdad; es cierto que cuando fue Lord Protector llegó al paroxismo del atropello sin límites; pero no es menos comprobable que mientras fue tan solo un líder de un Parlamento que se invistió indebidamente con poderes absolutos llevó adelante acciones a las que sí se atrevió Stalin, pero no Savonarola. El simple acto de prohibir la Navidad como una fiesta de alegría, celebración y disfrute y pretender que se observara como una severa obligación religiosa en lugar de comer y beber demasiado demuestra hasta qué punto utilizó el poder del Estado para atacar los fueros más sagrados e inocentes de las personas. En Londres se ordenó a los soldados que el 24 de diciembre recorrieran las calles y tomaran, por la fuerza si fuera necesario, la comida que se cocinaba para la celebración navideña. El olor de un ganso al ser cocinado podría traer serios problemas con las autoridades; las entrañables decoraciones navideñas tradicionales como el acebo fueron prohibidas y castigadas.
Durante su tiempo como jefe de gobierno se propuso dominar a la católica Irlanda mediante la humillación, la violencia y la muerte. En una acción que no tiene más justificación que el odio y la intolerancia les envió a los irlandeses un vasto ejército de fanáticos y, a pesar de la promesa de tratar bien a los que se rindieran, asesinó a los que abiertamente se entregaron de Wexford y Drogheda. Ordenó, igualmente, que todos los niños irlandeses fueran enviados a las Indias Occidentales para trabajar como esclavos en las plantaciones de azúcar. Sabía muy bien que muchos morirían allí y que los niños muertos no podían convertirse en adultos y tener más hijos. La conversión estaba asegurada.