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    Patas para arriba

    N° 1964 - 12 al 18 de Abril de 2018

    , regenerado3

    Los problemas y limitaciones impuestas al servicio de cajeros automáticos parecen una metáfora descriptiva y diáfana de la realidad actual uruguaya. Las reglas, las normas y las leyes en este país se crean para controlar a quienes no las respetan, a veces perjudicando las libertades de quienes sí las respetan y que son una inmensa mayoría. Una serie importante de ataques a cajeros (13 hasta hoy) perpetuados por unos pocos terminan siendo los que mandan y obligan a todos a pagar el pato.

    Aquellos que en los últimos días intentaron retirar dinero fuera de hora se encontraron con que habían perdido un servicio más. Igual que los que van al fútbol y deben encarar un proceso complicado para comprar su entrada. Mandan los agitadores y los hinchas se embroman.

    Hay muchos otros ejemplos, como en los aeropuertos, donde todos son culpables de llevar mercaderías prohibidas hasta que no superen los controles de seguridad. También todos son sospechosos al manejar dinero y los controles del Banco Central se multiplican en Uruguay y también los que se hacen en el resto del mundo. En temas de controles policiales, ni hablar. Entre los gobiernos y los delincuentes parece propiciarse una alianza que termina limitando cualquier decisión de las personas que respetan la ley, que, como dijimos, son mayoría.

    Es cierto que hoy es difícil vislumbrar una salida para que esa no sea la forma de pensar del legislador a la hora de votar las leyes. Parece no haber escapatoria. A pesar de lo complicado de las circunstancias que se presentan como excusa, no hay que olvidar que un mundo que funciona así no puede estar bien. La humanidad entera esta entrando en un estado de resignación y aceptamos ese problema como si fuera un castigo con el que todos deberíamos cargar.

    Esa resignación se aplica también a los temas de medioambiente: se va perdiendo la batalla contra el calentamiento global, el excesivo uso del plástico y, quizás más grave, el desperdicio de la comida que tanto se necesita en muchas regiones del mundo.

    Queda claro que los desafíos que enfrenta el mundo para corregir la situación actual son gigantescos. En Uruguay, por su tamaño, los retos deberían ser más simples pero los fracasos son grandes. Es como si nos buscáramos a propósito algunos de los problemas que hoy tenemos.

    En otras palabras, convivimos con un sistema que no puede curar sus males, se fracasa casi siempre en castigar o separar de la sociedad a los victimarios, y por eso, tratamos de convencer a las victimas que una vida con libertades restringidas es la respuesta que se debe dar. El legislador trabaja pensando más en la parte enferma de la sociedad que en la sana, lo que evidencia que todo está un poco patas para arriba.

    Pero no solo el legislador. Algo similar hace el Poder Ejecutivo. Solo basta escuchar las explicaciones que toleramos de las autoridades del Ministerio del Interior: el policía asesinado en un bar estaba actuando por su cuenta en un horario no autorizado, otro murió porque no llevaba el chaleco antibalas y así muchos más. De nuevo, la culpa es del descuido del ciudadano, desatino que por lo visto merece la pena de muerte, mientras el victimario puede tener una pena máxima de 30 años de cárcel.

    La ideología es lo que nubla a este gobierno. Es la que prioriza los empleos públicos sobre los privados o la que insiste que hay que ser tolerante (confunden tolerancia con debilidad) con los delincuentes, no importa si esto destruye a nuestra sociedad.

    Una verdadera democracia debe defender a sus ciudadanos con asertividad, si no, será víctima de unos cuantos desorientados en perjuicio de las mayorías, provocando con el tiempo el deterioro y hasta el derrumbe de sus instituciones.

    ?? Duele saber