N° 1881 - 24 al 30 de Agosto de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace pocos días tuve el privilegio de ser invitado como conferencista al IV Congreso Regional de Ingeniería Agronómica, en el panel dedicado a alimentos con el tema “Pensando en la producción de alimentos para el 2030”. Focalicé la presentación en las proteínas animales y en especial en la carne vacuna, intentando remarcar lo que a mi criterio serán los principales desafíos para los países productores de carne vacuna del mundo y en especial para Uruguay.
Lo primero que viene a la mente de las personas al hablar de la demanda futura de alimentos es si el mundo tendrá la capacidad de producir suficientes alimentos para una población con mayores requerimientos y en franco crecimiento. En otras palabras, la preocupación por la seguridad alimentaria (acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimentarias) es lo que a muchos les preocupa. Ya desde el siglo XVIII el economista británico Tomas Malthus en su obra “Ensayo sobre el principio de la población”, preveía que el mundo no iba a poder hacer frente a la creciente demanda de alimentos, ya que la tasa de crecimiento poblacional era superior a la tasa de crecimiento de la producción de alimentos. Obviamente, Malthus no tuvo en cuenta todos los avances que posteriormente se iban a dar en varias áreas que permitieron que su teoría no se cumpliera, tales como la biotecnología, la ingeniería genética, el uso del agua y la energía.
En ese marco, la producción de proteínas animales ha venido acompañando la mayor demanda por ese tipo de alimentos en el transcurso del último siglo. Eso se ha dado incluso en un contexto de claro cambio hacia dietas más proteicas, especialmente en las economías emergentes. No obstante ello, el rol de las distintas proteínas animales difiere entre sí. La gran revolución productiva viene por la carne aviar y en segundo lugar la carne de cerdo, hecho que se vincula a la eficiencia de conversión grano-carne, ciclos de producción más cortos, integración vertical a nivel industrial, etc. La carne vacuna es la que menos crece a nivel productivo, de hecho, lo hace a una tasa por debajo del crecimiento de la población mundial. Eso determina que la carne vacuna en términos de consumo per cápita sea cada vez menor, mientras que la carne aviar y de cerdo se mueven en sentido contrario. Por consiguiente, la carne vacuna es un producto cada vez más escaso a escala mundial y por tal motivo su comportamiento en términos de valor es más inelástico a los cambios de oferta y demanda.
Otro punto relevante es la importancia de segmentar el mercado para poder comprender las oportunidades de diferenciación del producto. No toda la carne vacuna producida mundialmente tiene las mismas características. Por empezar podríamos dividir el mundo en mitades. El 50% consume carne de pasto y el otro 50% carne producida o terminada en feedlots (grano). Si a la vez consideramos el peso de las carcasas, la cobertura de grasa, el nivel de grasa intramuscular (marbling), las razas, el uso de hormonas de crecimiento y antibióticos, trazabilidad individual, etc., podríamos segmentar aún más. Si observamos el tipo de carne producida por Uruguay (con fuerte base pastoril, razas británicas, sin hormonas, 100% trazado) vamos a verificar que no hay muchos productores a escala mundial con las mismas características (tal vez comparable con Argentina y algún país europeo). Ese es un plus que Uruguay debe intentar capitalizar, ya que es lo que muchos consumidores están dispuestos a premiar. Sin lugar a dudas no es una cuestión sencilla, son negocios que pueden ser de nicho, pero que para un país como el nuestro puede hacer la diferencia, ya que difícilmente compitamos en volumen.
Finalmente, considero tres temas clave donde la exigencia de los consumidores crecerá para los proveedores de carne vacuna (especialmente de economías desarrolladas). La preocupación por la salud humana, el bienestar animal y el medioambiente son y serán donde deberán focalizarse los países que quieran defender su producto a nivel mundial. Respecto a bienestar animal Uruguay tal vez sea de los países que más han invertido (en especial la industria frigorífica) con instalaciones acordes a las recomendaciones de la doctora Temple Grandin, así como en el manejo del ganado en el campo. Comunicar y mostrar al mundo lo que Uruguay ha invertido será fundamental para capitalizar tan importante esfuerzo que puede pasar a ser exigible por algunos importadores para acceder a nichos de alto valor.
A nivel de salud humana y luego del informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado año, donde se relaciona el consumo de carnes rojas con la mayor incidencia de cáncer, es relevante que Uruguay promueva el consumo responsable y demuestre que no todas las carnes tienen las mismas características. Destacar los beneficios de la carne producida a pasto respecto a otras carnes alternativas (menos colesterol, más ácidos grasos omega 3, menos ácidos grasos omega 6, más betacaroteno, más vitamina E) es muy importante para posicionarnos ante la preocupación de muchos consumidores. Lo que produce Uruguay es más sano y hay que informarlo.
Por último, el medioambiente pasa a ser un tema de sensibilidad, en especial luego del polémico informe de FAO dado a conocer hace algún tiempo, donde se marca a la ganadería vacuna como la responsable de la emisión del 18% de los gases de efecto invernadero. Más allá de que hay muchas dudas respecto a la metodología empleada para su estimación (de hecho hubo una corrección posterior de la FAO ajustando el dato al 14%), en la mente de muchos consumidores la producción de carne vacuna daña el medioambiente y están dispuestos a dejar de consumirla por esa razón. Uruguay tiene que ser proactivo al problema, poniéndolo en la agenda y tomando posición al respecto.
(*) El autor es ingeniero agrónomo, especialista en el mercado cárnico y docente de la Universidad ORT