N° 1871 - 16 al 22 de Junio de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHacer pronósticos electorales en Perú es asumir un riesgo muy serio, por cuanto el error está casi cien por cien garantizado. Es la tumba de encuestadores y analistas políticos. Hace cinco años, a un mes de las elecciones, era muy difícil pensar que Alejandro Toledo no obtuviera la Presidencia por segunda vez. Lo decían las encuestas y prácticamente todos los vaticinios coincidían en que saldría primero en las generales y que luego vencería a Keiko Fujimori en el ballotage.
Toledo no llegó ni a la segunda vuelta. En esta, además, de antemano parecía que Ollanta Humala no podría vencer a la hija del ex dictador. Sin embargo, Ollanta ganó. Ganó y gobernó al Perú sin sumarse, como muchos auguraban, al chavismo bolivariano ni, incluso, al progresismo populista de Lula, lo que sí se daba por seguro puesto que el brasileño fue una especie de mentor y hasta le “prestó” a sus asesores de imagen.
Y lo mismo pasó ahora, en estas últimas elecciones. Como que era casi imposible que Keiko (Fuerza Popular), con el 40 por ciento de los votos (39,86%), que le aseguraban una holgada mayoría en el Congreso legislativo (73 congresistas en 130), no consiguiera 10,5 puntitos porcentuales para llegar a la Presidencia. Pero no los consiguió. Pedro Pablo Kuczynski le ganó con una diferencia de 0,24% (50,12% a 49,88%): por tan solo 41.000 votos en más de 17 millones de votantes.
Y si es difícil hacer vaticinios electorales, con estos números que nos hablan de un país partido al medio tampoco es fácil prever cómo será el próximo período de gobierno. Los números y las matemáticas iluminan muy poco sobre lo que podrá pasar.
Para empezar, lo único cierto es que el país se divide, por partes iguales, en fujimoristas y antifujimoristas. Cinco de cada diez —uno de cada dos— peruanos prefirieron y votaron a Keiko Fujimori (centro, centroderecha o derecha, según las antojadizas calificaciones que cada quien utilice) en la segunda vuelta. Y de esos cinco, cuatro son fujimoristas convencidos. A PPK en la primera vuelta lo votaron 2 de cada 10. Su partido, Peruanos por el Kambio (liberal, centro, centroderecha, según esas calificaciones) en las generales obtuvo el 21,05% de los votos, lo que le significó obtener tan solo 18 escaños en el Congreso. A Kuczynski le fue decisivo, para ganar el ballotage, el apoyo de la izquierda agrupada en el Frente Amplio de Veronika Mendoza. El FA, en las generales, tuvo el 18,74% de los votos, menos de 2,5 puntos que PPK, pero igual consiguió dos legisladores más (20) que este. De acuerdo con los programas y propuestas de cada partido y el perfil de sus votantes, si hubiera sido Mendoza la competencia de Keiko (no lo fue por muy poco) seguramente no le habría ido tan bien como a PPK, entre cuyos votantes no habría tanta “unanimidad” antifujimorista. El restante 20 por ciento de los votantes (en su gran mayoría de partidos de centro, por ubicarlos en alguna categoría) se dividieron también en partes iguales.
En concreto, los números nos dicen que en Perú por lo menos el 70% de la ciudadanía optó por partidos ubicados en el centro y del centro a la derecha, pero que, al mismo tiempo, casi la mitad de ese 70% no quiere al fujimorismo.
Dada esa realidad numérica, fallan las matemáticas para hacer vaticinios sobre el gobierno de PPK. Ganó con el apoyo de la izquierda, pero ¿va a hacer un acuerdo con el Frente Amplio para gobernar? Representarían a solo un 40% de los peruanos los que, a su vez, piensan muy distinto entre sí. Además, solo tendrían 38 legisladores en una Cámara de 130. ¿El resto de los partidos, excepto el fujimorismo, se plegarían a esa alianza? ¿Sería una alianza con soluciones de izquierda, de centroizquierda, de centro o de centroderecha? Igual —y en el mejor de los casos— solo llegarían a un poco más de dos quintos de votos en el Congreso.
Matemáticamente, la alianza cantada sería entre Kuczynski y Keiko. De un Poder Ejecutivo con el 21% de apoyo popular propio, con la mayoría del Poder Legislativo que representa al 40% de la ciudadanía.
¿Dará ese paso el nuevo presidente para gobernar en alianza con los fujimoristas a los que repudian el 50% de los peruanos que le dieron el triunfo? Por el otro lado, ¿aceptará Keiko “blanquearse” integrándose al gobierno o resolverá mantener su identidad y esperar hasta las próximas? Keiko es joven y puede aguardar, pero al mismo tiempo no le vendría mal quitarse el “tufo” heredado.
Lo dicho: no es fácil hacer pronósticos. Ni aun matemáticamente.
© Danilo Arbilla. Derechos reservados. (Especial para Búsqueda)