Primera legitimidad

Primera legitimidad

La columna de Rodolfo M. Fattoruso

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Nº 2158 - 20 al 26 de Enero de 2022

El disgusto de vastos sectores con las políticas de Solón fue armando el prestigio del más duro crítico de sus políticas, que fue Pisístrato; un aristócrata que había sido mandado al exilio y que ya se sentía lo suficientemente maduro en el orden estratégico como para regresar triunfante a Atenas. Mientras estuvo en el extranjero, Pisístrato multiplicó su fortuna dedicándose con suceso a las empresas madereras y mineras. Se convirtió en uno de los hombres más poderosos del exilio ateniense y con su riqueza contrató y juramentó a los mejores profesionales de la guerra, hombres con pocas ganas de dialogar; hizo política desnuda, mostrando el poder tal cual es.

Los soldados de Pisístrato fueron aventureros muy bien templados en distintas batallas; algunos de ellos provenían de las filas del propio Solón, que por entonces no podía asegurarles muy buenos salarios. Con este ejército y con otros aliados que vieron la oportunidad de unirse a una fuerza victoriosa más allá de ideas o intereses, marchó sobre Atenas y entró en la ciudad sin ninguna cortesía, derrotando no sin crueldad a la fuerza gobernante que Solón había enviado a confrontarlo. Cuenta Heródoto que Pisístrato dice que para entrar en la ciudad contrató a una mujer bellísima y de gran porte a la que puso al frente de un carro con caballos esbeltos y decorados con los símbolos de la diosa Atenea, y que un conjunto de heraldos vestidos con toda pompa acompañaron a la dama proclamando que Pisístrato regresaba con la alta bendición de la aclamada deidad apersonada para la ocasión en su tierra. Heródoto afirma ignorar si los ciudadanos fueron engañados por este truco, pero comenta que el talento para el espectáculo y la audacia le valieron el derecho a gobernar nuevamente.

En poco tiempo este caudillo se hizo muy popular entre los atenienses, y para acotar la probabilidad de una futura rebelión contra su poder ordenó que su ejército desarmara a la población y estableciera una vigilancia masiva sobre algunos dirigentes que estuvieron cercanos al antiguo gobierno. No conforme con eso tuvo la precaución de tomar como rehenes a los hijos de las principales familias atenienses, lo cual fue decisivo para acallar cualquier resistencia a su política y para evitar cualquier pretensión de algún notable de huir de Atenas y armar una rebelión desde afuera, como él mismo había hecho. Consiguió que los posibles opositores le temieran lo suficiente como para no intentar nada, pero no los ahorcó del todo: a diferencia de otros gobiernos en análogas circunstancias de excepción, no confiscó las propiedades de sus enemigos.

Sin embargo no toleró que ninguna facción ni grupo de ciudadanos pudiera tener expresión, voz y voto. Impidió el funcionamiento de las facciones políticas, pero trató de establecer canales directos con los ciudadanos sin la interferencia de las mediaciones institucionales o profesionales de la política. Esta es una característica que se encuentra por lo general en las dictaduras, que derivan su “legitimidad” no de la legalidad precedente que sustituyen, sino que -como bien lo demuestra Carl Schmitt-, lo hacen proceder de una fuente no existente hasta el momento; las dictaduras habitan en la excepción. Para entender el proceso: el poder observa lo que se necesita e intenta obtener, por simple lógica de gestión, la paz social. La secuencia de Pisístrato tiene algo de universal: primero aparece como una crítica a lo que había antes, y se producen las reformas que también absorben mucho de lo que había antes, pero mejorado de una manera ejecutiva. Esta es una característica de la dictadura, que no es una tragedia que incendia todo lo anterior, sino que en ella algunas realidades se siguen y otras se profundizan. Al no tener una legalidad pero sí las ventajas de la ejecutividad porque es un gobierno de fuerza no regulado por aquellas leyes, puede hacer más en la misma dirección que las leyes suspendidas y es por eso que resulta un gobierno visto como más eficaz. Por otro lado al buscar merced a la complacencia de la gente la legitimidad que por definición es primera porque tiene un rango superior a la legitimidad de las instituciones que fueron destruidas o momentáneamente puestas en suspenso y que se pretendían derivadas de esa fuente que es el pueblo, se elimina el elemento mediador y queda el mando puro, la fuerza con su mandante y su ejecutor, Estado y ciudadano. Esa decantación denuncia como inútil la interposición política.