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    Prisión a la mexicana

    Ciudad de México, 17 de julio de 2020 (De nuestras agencias). El presidente Enrique Peña Nieto convocó una vez más a la prensa para informar acerca de la compleja situación del jefe del Cartel de Sinaloa, el (tristemente) célebre narcotraficante Joaquín (“El Chapo”) Guzmán, quien viene protagonizando episodios verdaderamente insólitos desde hace al menos un lustro.

    Como nuestros lectores sin duda recuerdan, en julio de 2015 el famoso Chapo se fugó de una prisión supuestamente de “alta seguridad”, a través de un túnel de más de un kilómetro y medio, cavado a 10 metros de profundidad, entre una humilde casucha aislada y la rejilla de la ducha de la celda de este famoso preso, debajo de la cual un pozo prolijamente cavado le permitió esfumarse como por arte de magia.

    El escándalo fue mayúsculo, y el presidente Peña Nieto, por entonces de paseo por París, aprovechando la calma y la tranquilidad institucional de las que goza México desde hace años, tuvo que abandonar abruptamente el desfile de modas de la Casa Dior, para dirigirse a su pueblo e intentar dar una explicación de lo inexplicable.

    Se recuerda incluso que, terminada la conferencia de prensa, la primera dama mexicana, la bella y elegante Angélica Rivera, increpó al presidente en público por haberla dejado sola mientras las modelos de Dior desfilaban con los más bellos vestidos de la colección.

    —“¡Ahorita me les pides a estos chamacos de la Dior que me repitan el desfile de las chavas que pasaron los modelitos más padres, que me los quiero comprar todos y tú debes pagarlos, no te me hagas pato, que te pongo como camote!” —se recuerda aún que le dijo la esposa al presidente, tras la conferencia de prensa.

    Todo México buscó al Chapo Guzmán durante meses, dentro y fuera del país, hasta que por fin, seis meses después dieron con él en el Uruguay.

    Agentes de la Interpol, asesorados por la policía uruguaya, lo descubrieron muy cómodamente instalado en una cabina de capataz de la obra del Antel Arena, vestido con el uniforme naranja del Sunca, dirigiendo a una pandilla de obreros de la construcción. Las obras del coloso del espectáculo promovido por Antel habían recomenzado hacía algún tiempo, gracias a los generosos aportes de una fundación religiosa denominada “Las Hermanitas del Sagrado Corazón de Sinaloa”, una obra piadosa encargada de financiar construcciones destinadas al entretenimiento popular. Se estimaba por entonces que el Antel Arena iba a ser inaugurado con una misa en honor a San Expedito, patrono de las causas justas y urgentes, con asistencia del cardenal Sturla, del papa Francisco, y amenizada por la murga “Los Sepultureros de la Laicidad”, ganadora del primer premio del carnaval del año anterior.

    Al Chapo se lo llevaron a México, y lo alojaron en una cárcel de muy máxima y tremendamente absoluta seguridad, que consistía en una torre de 50 pisos edificada especialmente para alojar a este peligroso personaje, en medio del desierto de Sonora, a cientos de kilómetros de cualquier construcción o edificio. El “Chapo” fue alojado en el piso superior.

    Un día, un misil tierra-tierra, disparado desde un sitio desconocido, hizo saltar el techo del blindadísimo edificio. Simultáneamente, un dron de singular tamaño enganchó al Chapo con un garfio de acero, levantándolo por los aires. Al cabo de un buen rato de vuelo, cuando sobrevolaba el Golfo de California, el garfio soltó al ex prisionero, quien cayó por los aires, mientras se abría un paracaídas que le permitió descender suavemente sobre la lustrosa cubierta de un submarino, cuya torreta se abrió para recibir y engullir al viajero del aire, cerrándose de inmediato y desapareciendo subrepticiamente bajo las aguas del océano Pacífico.

    Otra vez Peña Nieto tuvo que explicar que las previsiones que se habían tomado para evitar una nueva fuga del delincuente no habían sido suficientes, y que de inmediato se iniciarían las investigaciones para determinar las responsabilidades del caso.

    Y otra vez a la búsqueda del Chapo por aire, mar y tierra, por el mundo entero.

    Pasó más de un año, y nuevamente la Interpol logró ubicar al Chapo, y de nuevo en el territorio uruguayo, gracias a la colaboración de la policía local.

    Ahora fungía como hacendado, criador de caballos criollos, bajo en supuesto nombre de Aniceto Eltrá Ficante, residente ocasional en una cabaña propiedad del Fideicomiso “Unidos por la Ciencia”, en la que científicos de la Universidad Autónoma de Sinaloa realizaban experimentos genéticos con equinos, bajo la dirección del ingeniero bioquímico Braulio Tecubro Elfato.

    Nuevamente marchó el Chapo para México, y un simposio de hombres de ciencia, seguridad, tecnología y sicología diseñó la nueva prisión de la que nunca más escaparía el escurridizo sujeto.

    Una burbuja blindada en el fondo del mar Caribe, con una compleja instalación de oxígeno, anclada junto a unos inexpugnables arrecifes de coral, vigilada por siete submarinos en la profundidad, y ocho fragatas armadas con misiles nucleares en la superficie.

    Demás está decir que, al poco tiempo, una explosión subterránea debajo de la burbuja sumergida lanzó por los aires la prisión submarina, mientras que una ballena se comía al Chapo, trasladándolo hasta el Atlántico Sur, donde un ballenero sin bandera cazó a la ballena, abriéndole el vientre y rescatando, cual Jonás moderno, sano y salvo al jefe del Cartel de Sinaloa.

    La policía mexicana, antes de empezar la nueva búsqueda, recaló en Uruguay, intrigada por la coincidencia de que, cada vez que había reaparecido el Chapo, había sido en este pequeño país sudamericano, y había sido ubicado gracias a la colaboración de las autoridades policiales uruguayas.

    Los técnicos de la policía uruguaya les explicaron a sus colegas que efectivamente ellos tenían una gran experiencia en la  detección de delincuentes prófugos por túneles, expertos en escapes y huidas de cárceles.

    —“¿Y ustedes siempre capturan entonces a esos delincuentes especiales?” —preguntó el jefe de la policía mexicana.

    —“Bueno, en realidad sabemos quiénes son pero no los capturamos. A diferencia del imbécil del Chapo, los de acá gozan todos de inmunidades parlamentarias” —le aclaró el jefe uruguayo.