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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCon la derrota de noviembre, la izquierda que se va acentúa el estilo fanático y violento que le es propio, tomándoselas con el grupo que se apresta a dirigir el timón del país a partir del 1º de marzo próximo.
¿Qué le pasa a esta gente? ¿Por qué guardan tanto odio visceral para con una coalición de partidos? ¿Es que sienten que son todos nefastos menos ellos? Pues sí, porque su condición de totalitarios así encauza su pensamiento.
Solo con irracionalidad se sale a las calles organizando turbas demoledoras de bienes y objetos públicos y privados, o maldiciendo a dirigentes o lugares relacionados con el nuevo gobierno a asumir.
Suelen denostar al futuro presidente, que se ha comportado con extrema corrección ante todos y cada uno de los ciudadanos. Anuncian catástrofes económicas sin precedentes; hambre y miserias.
Después de la Segunda Guerra Mundial se prohibió la existencia del nazismo y con razón, por lo contagioso de su fanatismo. El comunismo, que se cobró 100 millones de muertos, siguió vigente. Pensamos que tal cosa fue un gran error histórico, pues son la misma cosa, el mundo lo está viendo. Nada más destructivo que la antirrazón que produce masas informes multitudinarias, comandadas por el mandón que les toque dirigirlas.
Uruguay, hoy, nada tiene que ver con el de los años 60. La aparición de Fidel Castro se tornó “ejemplo” para el continente. Aquí llegó la moda de viajar a Cuba a comprobar cómo los pobres e indigentes son felices como en el Paraíso.
En 1962 (gobierno blanco, colegiado), cuando empezó el avance tupamaro a aleccionar incautos útiles para integrarlos a sus filas, se vivió algo que no conocíamos: actos de violencia de cualquier naturaleza, sin causa real, sin pensar en las consecuencias para ellos mismos y la sociedad toda.
Ese fue el punto de arranque; todo lo de hoy es su resultado. Así surgió la dictadura militar que se instaló con no poco rigor, radicalizando las mentes ya manipuladas desde la izquierda.
El dúo militarismo–terrorismo tomó de rehenes a todos los ciudadanos que aquí estábamos.
Mientras tanto, la izquierda filtraba su discurso metódica y tenazmente: en la enseñanza, a través de los textos que imponían al alumnado. Un ejemplo: las asignaturas de Ciencias Sociales (economía, sociología y ciencias políticas) tenían notorio sesgo de la antedicha tendencia. Aun durante la dictadura.
En lo popular difundieron desde varias emisoras de su signo la “música de protesta”, algo que también se utilizaba desde la década de los 60. Al mismo tiempo, se produce la inserción de Galeano, Benedetti, Viglietti y otros imitadores de su estilo, que pululaban en cualquier parte.
Los que aquí ya eran jóvenes instruidos en la época, tenían claro que no se podía siquiera “confesar” que no habían leído la última Marcha.
Por allá, en la plaza Independencia, empezando la década de los 70, aullaba a diario Germán Araújo…
Ya no había vuelta atrás.
La izquierda había conseguido al “enemigo” para su razón de ser.
Terminada la era militar y obtenidas las víctimas necesarias, quedan al aire las heridas: nuevamente, la protesta y el lamento –ya toda la sociedad- pedían a gritos un gobierno legal.
Sin entrar en detalles y salteándose al hombre más votado de entonces, que sin duda alguna era Wilson, que fue puesto preso, Sanguinetti (Pacto del Club Naval mediante) llegó a la presidencia.
Su gobierno –el primero legal, después de tanto disturbio- fue bastante pasivo.
En el siguiente, de Lacalle, tuvimos el Filtro, que sacó a luz la vigencia tupa que subyacía.
El próximo, nuevamente de Sanguinetti, integró su gabinete en coalición con representantes blancos, pero la izquierda –si bien realizó numerosas críticas- no logró mellar la composición real de esta administración.
El próximo, de Jorge Batlle, con la confección de una estructura llevada adelante por este presidente, la llamada Comisión de la Paz logró amainar las tormentas de los ultras.
Queremos explicitar que era notorio para quienes estábamos en el país que se contaba con la existencia subyacente de una postura de izquierda, en parte mansa, en parte violenta, que no se apagó nunca, ni aun con el pasaje de cuatro gobiernos legalistas.
Finalmente les llegó la hora y en el 90, Vázquez ganó la Intendencia de Montevideo, preámbulo para su triunfo en 2004.
Tuvimos finalmente tres administraciones de ese signo.
La primera implantó la prohibición de fumar y lo logró. También importó la idea del Plan Ceibal, que luego iba a demostrar su inoperancia en la educación, en todo lugar en que funcionó. A estos aportes no se les puede agregar ningún otro. Gobiernos áridos, aburridos, que al ser del signo que eran no tenían oposición ruidosa ni paralizante, ya que los sindicatos, integrados un 99 por ciento por representantes de izquierda, nada hicieron en contra de medida alguna que tomara el jefe de Estado.
La segunda era de aristas más radicales, con un Mujica ganancioso, que evidenció su estilo en leyes dramáticas (liberación de la marihuana, el casamiento homosexual y el aborto legal).
Sí, formó pensamiento crítico hacia los políticos tradicionales, generó acciones promocionales de sí mismo, el Pepe, quien viajó incansablemente a lugares de encuentro con personajes de su actividad, visitó asiduamente a Chávez, Lula, los Kirchner, Evo Morales, Ortega. Mientras tanto, aquí fue difuminando cuidadosa y tercamente la anticultura. El desorden, la falta de seriedad, la indisciplina; lo poco formal; incluso celebró que en el nuevo Parlamento “cada vez haya menos profesionales”; el desaseo, la antinorma.
La tercera ocupación de la casa de gobierno por un equipo de izquierda es nuevamente del doctor Vázquez.
Hombre sin acción creativa en la vida nacional, que no realiza, simplemente se muestra. A veces habla con la gente –sobre todo si va de gira al interior- ; conversa con niños, pero no trasciende su acción. Sin embargo, hay algo que sí realiza y es lograr incrementar el número de sindicalistas. Se dice que en sus dos gobiernos ha concretado 300.000 sindicalizaciones. Ese es el mágico poder que tiene y todos sabemos que ese brazo mueve o para un país, según la orden que tenga.
Los tres gobiernos que hoy se van dejan las por ellos bautizadas deconstrucciones de todas las formas respetuosamente enseñadas y moldeadas desde la familia, la escuela y los credos, que (compartibles o no) construyen el respeto y cuidado de las personas y las instituciones.
Veamos en el ahora qué ocurre.
Ya, a horas del balotaje (y casi tres meses del 1º de marzo), comenzaron las arengas a su gente, para poner el palo en la rueda sistemáticamente.
Un Groba con postura de personaje avisó: “Estamos en la primera línea de resistencia en la protesta”.
Otra: La foto en Facebook de una camiseta que ha entrado al uso de muchos, amenaza: “Yo pertenezco al otro 50% que te va a parar el país si se tocan nuestros derechos”. Como sus correligionarios venezolanos, bolivianos, argentinos, cubanos, etc., su tarea fundamental es someter – si es necesario por la fuerza- a todo aquel que no piense como ellos.
La situación chilena viene en la misma dirección, con el letal agravante de que entran militantes cubanos y venezolanos con el cometido de destrozar bienes públicos para desestabilizar a la gente y “desarmarla” anímicamente.
Argentina, ya sabemos: los corrompidos del gobierno, con sus presos por corrupción liberados, recibiendo de huésped a Evo Morales y todos los que quieran integrar “la gran cruzada de la Patria Grande en acción”.
En este contexto estamos hoy aquí. Vienen por todo y algo se van a llevar, que se puede traducir en desilusión de la gente si no se actúa con la fortaleza esperada… pero sabido es que “más vale maña que fuerza”. Por eso, esto es para serenos y hasta fríos, dotados de gran inteligencia y madura visión política.
Por cierto que desandar lo andado –desde el extremismo reinante- debiera transformarse en campaña nacional, que incluyera la colaboración de los programas de TV, radios y espectáculos públicos, poniéndole freno a la violencia hablada y actuada. El camino es largo, y solo el método porfiado puede obtener éxito.
La respuesta a la violencia manifiesta –si bien suele merecer represión- tendrá que disponer de un espacio para lo aleccionador.
Abrirle posibilidades al desacatado, sin perder la firmeza de la decisión que refrenda el cumplimiento de la norma.
Por cómo ha quedado el país luego de estos quince años, es imprescindible incidir sobre aquello que desvió zonas de la conducta de muchos. Esta acción parece ser la más compleja tarea a encarar por el equipo entrante. Hasta sería ello más importante que las pérdidas económicas, producto de fraudes y estafas que se comprobarán seguramente, a estar por los datos que oportunamente trascendieron.
Ello habrá de caer en la órbita que corresponda, y seguramente recibirá la corrección merecida de la Justicia y sus derivaciones.
Pero restañar las traumáticas heridas del tejido social heredado, árido de cultura —insistimos—, es una de las misiones fundamentales que la nueva administración tiene por delante. Hasta para que sea reconocida realmente la obra general que inicia en marzo la triunfadora coalición encabezada por el doctor Luis Lacalle Pou.
Raquel Trobo
C. I. 918.349-9