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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNuevamente comenzó la discusión sobre la propaganda electoral en los medios como cada tanto ocurre. La última solución estuvo en la Ley 19.307, en general conocida como ley de medios, que, parcialmente, fue declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia. La propuesta ahora es reservar una cantidad importante de minutos de publicidad gratuita, sin ingresar en la forma en que se distribuyen estos minutos entre los partidos y dentro de ellos.
Acá hay varias cosas en juego. Se hace hincapié en que esto no sea la ley de la selva y que el más fuerte o el que dispone de más dinero tenga mucha publicidad en los medios en detrimento de los partidos menores. Esto alteraría la igualdad de los participantes, beneficiando a los que tienen más recursos. Pero se soslaya la siguiente cuestión: ¿cómo se distribuyen estos minutos? El Frente Amplio y el Partido Nacional, por mencionar a los dos más votados en las últimas elecciones y lo que reflejan las encuestas, ¿tendrán los mismos minutos que un partido que comparece por primera vez o que nunca tuvo representación parlamentaria? A mi juicio, esto no tiene solución satisfactoria, además de los cuestionamientos de constitucionalidad que merecen estas iniciativas.
Pero hay más. Se está hablando de publicidad, esto es, videos elaborados por empresas especializadas, con imágenes agradables, que venden candidatos sonrientes, muestran niños que van a las escuelas, trabajadores desempeñando su función, etcétera. Y, especialmente, el mensaje sonoro: música agradable y pegadiza; luego los especialistas discuten qué partido ganó en esta materia. Sobre la propuesta política de cada partido nada o muy poco habrá en la publicidad.
La pregunta, a mi juicio, es la siguiente: ¿es esto relevante para la calidad democrática? La respuesta negativa es evidente, esto no mejora la democracia y solo elimina diferencias económicas. Parece que no se han considerado alternativas muy sensatas, que solucionan el problema del poder económico de los partidos y, además, permiten mejorar la calidad democrática.
El más claro se debe analizar en dos niveles. El primero, prohibiendo la propaganda política electoral en los medios audiovisuales; hoy existe una prohibición que solo desaparece en cierto periodo preelectoral dispuesto por la ley, y con esto la prohibición existiría siempre. Se elimina toda diferencia económica entre los partidos en materia de publicidad en los medios audiovisuales y todos compiten en igualdad de condiciones.
Pero, además, y esto es quizás lo más importante, se debe establecer que cada medio debe otorgar, en un cierto número de días antes de las elecciones, un espacio de media hora gratis, en horario central, para que comparezcan, por separado, los distintos candidatos de los partidos y expliquen su propuesta política. Los medios sortearán con los partidos los días en que cada uno aparecerá. Incluso podría pensarse en prohibir que en esos espacios haya música o videos que puedan distraer la atención de la audiencia de lo central: la propuesta.
Entiendo que esta sería una buena solución, que eliminaría la disputa por los minutos de publicidad electoral, mejoraría la cuestión constitucional y, todavía, permitiría que los ciudadanos realmente puedan conocer la propuesta de cada partido. Quizás para algún partido esto pueda no servir o hasta ser peligroso, pero ningún partido que se precie de tal puede negarse a divulgar, en serio, su propuesta política frente a la ciudadanía.
Y todavía, podría agregarse la obligatoriedad de debate entre los candidatos en los casos de segunda vuelta que no debería quedar librada a la decisión de los contendientes.
Estas cosas, entiendo, presentan otras ventajas respecto al discurso y el debate político que viene experimentando un franco retroceso en todo el mundo, pero este tema no podría ser analizado en esta carta.
Martín Risso Ferrand