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    Providencia del accidente

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2183 - 21 al 27 de Julio de 2022

    La libertad individual en términos políticos y económicos es la base para el crecimiento de las personas y de las sociedades. Pero este dato, que debiera ser indiscutible ante la pertinaz evidencia de los hechos, nunca es suficiente. Es legión, es mayoría, la gente que no elige automáticamente la libertad; pueblos enteros, generación tras generación, una y otra vez se someten voluntariamente a la esclavitud bajo todas las denominaciones, siendo la más notoria y extendida el socialismo y sus patéticas hermanas menores: la socialdemocracia y esta trivial e insulsa democracia bajo la que estamos penando sin remedio en las últimas décadas.

    El liberalismo está bien lejos de tales caídas, de estas humillaciones, porque entiende que el individuo y su propiedad, el individuo y la plena disposición de su existencia, es el punto inicial y final de todas las consideraciones políticas. Notoriamente el individuo, al menos en las estadísticas, es un ser social que funciona constantemente en grupos. Pero eso es fruto de una libre elección, de una conveniencia anterior al discurso y a la intervención de los políticos. La visión de la humanidad del liberalismo es principalmente realista y se basa en una observación minuciosa de la conducta humana; a Mises se le agradece haberla desmontado analíticamente para comprender de qué se compone la decisión de las personas (cf. La acción humana). El liberalismo en su observación de la realidad está despojado de cualquier sesgo voluntarista, no describe conjeturando en lo que se convertiría alguien o su realidad si hubiera experimentado los desarrollos correctos. Nada de eso: el liberalismo se limita a expresar que los seres humanos tienen una racionalidad limitada y están impulsados ??principalmente por las emociones y constantemente cometen errores y juzgan mal los desarrollos futuros. Con un tal cuadro mal pueden ser actores de alguna utopía.

    Decía Hayek comentando esta paradoja que “el caso de la libertad individual se basa principalmente en el reconocimiento de la inevitable y universal ignorancia de todos nosotros con respecto a muchos de los factores de los que depende el logro de nuestros fines y bienestar. Es porque cada individuo sabe tan poco y, en particular, porque rara vez sabemos cuál de nosotros sabe mejor que confiamos en los esfuerzos independientes y competitivos de muchos para inducir el surgimiento de lo que querremos cuando lo veamos. Por humillante que sea para el orgullo humano, debemos reconocer que el avance e incluso la preservación de la civilización dependen de un máximo de oportunidades para que ocurran accidentes”.

    Pero atención: por ser así, es apertura, esto es, no está “predestinado” a un proyecto determinado; es una criatura fuerte y flexible capaz de explotar las diversas posibilidades de la vida. Lo único que exige al mundo es que lo deje ser quien es o quien quiere ser y aceptar la condición de respetar ese derecho en sus semejantes. Para el liberalismo la finalidad no es buscar un bien que sea común, sino evitar un mal que, si se cierne arbitrariamente sobre uno, amenaza a todos.

    El concepto negativo de libertad, la ausencia de coerción, es lo que define, forja una sociedad liberal. Mientras una persona permanezca dentro de los límites de la ley, es libre de “perseguir sus propios intereses a su manera”, como dijo Adam Smith. Esto no es egoísmo plano, como les gusta decir a los críticos superficiales. Las personas son libres de perseguir su “interés propio comprensible”, fenómeno esencial que es la fuente de todas las externalidades positivas que engendran el capital, la creatividad, el trabajo, la audacia, la constancia en el esfuerzo, la ensoñación industriosa, la ambición, el egoísmo, el temor a la escasez. Smith le llamó a esta involuntaria virtud social “mano invisible”.

    Bajo tal perspectiva, toda la tarea política esperable en una sociedad libre debiera ser solamente evitar el desbordamiento del Estado de sus límites iniciales. Se necesita Estado por las buenas razones que dio Hobbes, es decir, una fuerza más fuerte que la de los particulares debe proteger la vida y los derechos de propiedad, garantizar la competencia, proveer justicia, desalentar la violencia. En todo lo demás, el Estado no debería tener ninguna expresión. Y, sin embargo, he aquí la tragedia, la tiene mereced al siempre dispuesto concurso de mansedumbre que aqueja a masas y personas con la eficacia y persistencia de las más horribles pestes de las que el mundo tiene noticia.