N° 2047 - 21 al 27 de Noviembre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl Frente Amplio aún no perdió la elección. Falta nada menos que la ciudadanía se pronuncie. Pero si —además de las encuestas— hay alguien que está dando señales de que van camino a perder son los propios dirigentes del oficialismo con su candidato Daniel Martínez a la cabeza.
Hay maneras y maneras de perder. La mejor de todas es hacerlo con dignidad, respetando no solo a los ganadores sino, y sobre todo, a quienes permitieron ese triunfo, es decir a la ciudadanía. Perder aprendiendo de la derrota y no incendiando la pradera.
Lo que está haciendo el Frente Amplio en estas horas reniega de lo que fueron sus actitudes de responsabilidad institucional del pasado —a veces a regañadientes, es verdad— cuando el país así lo requería. Siempre pongo el ejemplo de que, aunque la seguridad se venía cayendo a pedazos desde hace décadas, la izquierda nunca intentó tirar ni hacerle la vida imposible a los últimos ministros del Interior de los partidos tradicionales, porque había comprendido que el delito es un fenómeno complejo, y no escupía para arriba a pesar de que en otras áreas hacía una oposición férrea.
Quizás se acostumbraron a ganar y ahora que el horizonte se presenta un tanto oscuro, no dan señales de estar a la altura de las circunstancias.
Esta última promesa de Martínez de crear 90 mil puestos de trabajo cuando había calificado de “demagogia” una propuesta similar de Juan Sartori, no es de lo peor.
Tampoco que aparezcan spots apelando a una supuesta interpretación metafórica acerca de que se va a terminar el Carnaval si gana la oposición.
Ni siquiera la actitud de algunos asesores que salen a ofrecer entrevistas con dirigentes luego de haberlas negado por meses y sin que medie una explicación, un intercambio reservado para que otro les haga ver que lo que están pidiendo es más bien que se les enmiende un error. Eso no es lo peor.
Lo peor son aquellas actitudes que derrumban los puentes, porque ¿cómo harán luego para volver si no hay caminos?
Lo peor es agitar el fantasma de la crisis del 2002 (con la desprolijidad de Martínez azuzándola y su jefe de campaña, Yamandú Orsi, negándola), porque no solo están hablando mal del país que dejan sus propios equipos económicos tras 15 años de gobierno, sino que dan una poco colaborativa señal hacia inversores y calificadoras de riesgo. En su momento, los cuestionamientos los mereció la asesora económica de Luis Lacalle, Azucena Arbeleche, que cometió un delicado desliz al entablar contacto con estas entidades calificadoras, pidiendo tiempo, cuando aún no era gobierno y nadie sabe con certeza si lo que faltará es tiempo o coraje político. En todo caso, si asume el gobierno, deberá ser la oposición la que haga las cosas que tiene que hacer sin pedir la hora al juez.
Así como no cayó bien en el gobierno esa movida de Arbeleche, no parece lo más adecuado que desde el propio oficialismo se esté cayendo en el mismo pecado que hace poco criticaba.
Lo ideal sería que nos explicaran a todos, con detalle, cómo van a hacer para tapar el agujero deficitario que, vaya paradoja, sería uno de los factores que nos podría sumir en una crisis, aunque nada indica que como la de 2002.
Martínez se ha metido incluso con “la familia” del candidato opositor diciendo que este no los deja hablar. Hasta en algunas confrontaciones bélicas existe un acuerdo tácito de no meterse con la familia.
La verdad, a veces parece que quisieran que la coalición opositora se rompiera pronto, que la crisis se profundice, que haya “inestabilidad”, como advirtió la vicepresidenta. La verdad, a veces parece que no quieren perder no para gobernar para los que más lo necesitan, sino para no abandonar sus cargos, sus cuotas de poder y la de su gente de confianza.
La verdad, a veces parece que si no ganan se viene la oligarquía, se vienen las hordas de Manini, se viene la noche.
¿Por qué mejor no tratar de ir entendiendo qué pasó que justamente un número importante de los pobres que dicen defender le dieron la espalda? ¿Por qué mejor no tratar de encontrar respuesta a esa contradicción de que en el mundo los analistas dicen que Uruguay está bien y es una isla en la región, pero en casa la gente, representada en decenas y decenas de miles de votantes, no le ratificó la confianza? ¿Por qué mejor no tratan de asumir que la derrota es una posibilidad cierta, una probabilidad cierta, y que el mundo seguirá andando y requiriendo de su esfuerzo y el de todos, que no somos tantos, para sacar el país adelante? ¿Por qué ya que le piden memoria a la gente, no hacen ellos un acto de revisión de estos 15 años y tratan de no repetir lo que le criticaron a la oposición durante tres lustros?
¿Por qué mejor, en vez de derribar puentes, no los hacen más sólidos, ya que sus hijos y los hijos de los adversarios no tienen la culpa de que la mezquindad se haya convertido en el santo y seña de un sistema que ha permitido que, en silencio y a la sombra de ese deterioro en la calidad del debate, crezcan partidos que meten miedo?
¿Por qué, en vez de abrir la caja de Pandora a cada rato, mejor no se preparan para que la noche del 24, y el tránsito hacia ella, los muestre en una actitud de dignidad, ya sea en la victoria como en la derrota?