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    Qué reveló y qué tapó el apretón de manos entre Obama y Castro

    Río de Janiero. (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Demoró más de medio siglo, pero al final ocurrió: los presidentes de Estados Unidos (EEUU) y Cuba se reunieron y discutieron mano a mano, el sábado 11 en Panamá, dejando atrás un enfrentamiento entre sus países que en América Latina provocó una larga secuencia de tensiones, hostilidades y violencia.

    El encuentro de una hora y veinte minutos entre el mandatario estadounidense Barack Obama y el cubano Raúl Castro en una estrecha sala del centro de convenciones que alojó la Cumbre de las Américas —sobre una alfombra azul y verde flúo, con apenas una pequeña mesa circular y un florero entre ambos, sentados de traje y corbata— abrió una nueva etapa en las relaciones hemisféricas, que en los últimos tiempos estaban condicionadas por la exclusión de la isla comunista de ese tipo de eventos.

    “No me interesa tener batallas que francamente empezaron antes de que yo naciera”, dijo Obama, de 53 años, durante la cumbre.

    “Ya era hora de que yo hablara aquí a nombre de Cuba”, sostuvo Castro, de 83, ante los líderes americanos.

    El apretón de manos entre Obama y Castro reveló varios datos relevantes para las relaciones entre el “Tío Sam” y Latinoamérica. Pero también parece haber provocado un extraño efecto de eclipse sobre otros asuntos importantes para la región, y quizá más urgentes, como una desaceleración económica cada vez más fuerte, escándalos de corrupción que sacuden varios gobiernos de la región o una política de drogas que explora alternativas en el continente.

    “El foco principal fue el acercamiento de Estados Unidos y Cuba, eso fue histórico”, dijo Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un centro de análisis con sede en Washington. “Se quitó como un irritante histórico en la relación que abre oportunidades. La pregunta es si realmente habrá avances en lograr consensos y cooperación en los temas de fondo”, agregó en declaraciones a Búsqueda.

    Revelaciones

    Lo primero que dejó claro la cumbre de Panamá es que Obama y Castro hablaban en serio cuando anunciaron en diciembre que buscarían normalizar relaciones entre sus países, para cerrar el último capítulo de la Guerra Fría en las Américas.

    Por si quedaba alguna duda, la Casa Blanca anunció el martes que se dispone a retirar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, donde la había colocado hace más de 30 años. El asunto era considerado uno de los principales frenos para que ambos países restablecieran lazos diplomáticos.

    Obama tiene gran parte del crédito por estos avances. Lo reconoció el propio Castro en un discurso que contrastó con el tono desafiante que su hermano, el líder de la revolución cubana Fidel Castro, mantuvo por décadas con anteriores inquilinos de la Casa Blanca: “Diez presidentes tienen deudas con nosotros, pero no el presidente Obama”, dijo el cubano. Y destacó el origen humilde del actual mandatario estadounidense, al que calificó como “un hombre honesto”.

    También quedó de manifiesto que uno y otro mantienen serias discrepancias, como ellos mismos reconocieron. El propio Obama sostuvo que la situación de los derechos humanos en Cuba sigue inquietando a su gobierno. La falta de espacios para la disidencia cubana y las tensiones que persisten en la isla también se reflejaron en Panamá, con choques violentos entre oficialistas y opositores, al margen de la cumbre.

    Pero Obama y Castro se manifestaron resueltos a seguir trabajando en temas de interés mutuo, y el tono positivo entre ambos dejó en off side a otros presidentes. El venezolano Nicolás Maduro llegó a la cita molesto por las sanciones que EEUU aplicó a miembros de su gobierno y por una orden ejecutiva de Obama que calificó a su país una “amenaza” para la seguridad estadounidense.

    Esta medida fue criticada por varios presidentes, lo que también demostró la falta de respaldo continental a Washington en su pulso con Caracas. Los de retórica más dura contra el “intervencionismo” estadounidense fueron el ecuatoriano Rafael Correa y el nicaragüense Daniel Ortega. Pero el mayor contrapunto a esos reproches fueron los elogios de Castro a Obama.

    Obama también se reunió con la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, y anunció que esta visitará Washington el 30 de junio. Esto también puso en relieve la voluntad de ambos de dar vuelta la página de la crisis bilateral que tuvieron cuando se supo que la inteligencia estadounidense espió a Rousseff, que en medio de aquel escándalo canceló en 2013 un viaje previsto a la capital norteamericana.

    Todo esto sugiere que EEUU podría estar dispuesto a actuar más activamente en una región que estuvo lejos de ocupar sus prioridades en la última década. Pero Shifter advirtió que aún es muy temprano para confirmar eso. “Está por verse si la oportunidad que se ha abierto por el cambio político bienvenido con Cuba va a expresarse en un compromiso con la región más profundo y sistemático”, señaló.

    Olvidos

    De hecho, el entusiasmo que generó el encuentro de Panamá pudo haber soslayado las dificultades que enfrenta el propio acercamiento entre Washington y La Habana. Por lo pronto, nadie habló de plazos para que ambas partes vuelvan a abrir embajadas.

    El fin del embargo comercial estadounidense a la isla enfrenta un camino empedrado y cuesta arriba en el Congreso norteamericano. Este es uno de los temas que aún genera reproches de América Latina a Washington, y que Cuba considera esencial para que se normalicen las relaciones bilaterales. Obama, por su parte, insiste en que deberá garantizarse la libre circulación de diplomáticos estadounidenses en la isla, algo que está por verse.

    Más aún, muchos en Panamá parecen haber olvidado que Obama está en la recta final de su mandato, aunque la evidencia salta a la vista. Al día siguiente del fin de la cumbre, la demócrata Hillary Clinton anunció el domingo que buscará ser la próxima presidenta estadounidense a partir de 2016. Luego hizo lo propio el republicano Marco Rubio, un senador de Florida, hijo de inmigrantes cubanos, que calificó como “lamentable” la decisión de sacar a Cuba de la lista de patrocinadores de terrorismo. También la criticó Ted Cruz, otro republicano de padre cubano que buscará llegar a la Casa Blanca.

    Así, se abre un gran signo de interrogación sobre lo que pasará con el acercamiento a Cuba cuando termine el mandato de Obama.

    El esperado saludo entre Obama y Castro también permitió a los presidentes del hemisferio darse el lujo de evitar discusiones de fondo sobre otros temas. Uno de ellos es la desaceleración económica: apenas tres días después de la cumbre, el Fondo Monetario Internacional revisó a la baja su previsión de crecimiento de América Latina para este año, que ahora colocó en apenas 0,9% (Sudamérica la tiene peor, con un 0,2% de expansión, ante una esperada recesión en Brasil, Venezuela y Argentina).

    Tampoco se habló seriamente en Panamá de corrupción, un problema que parece endémico en la región y que ha puesto contra las cuerdas a los presidentes de Brasil, Chile y México entre otros. Ni siquiera se discutió de política de drogas, pese a que en 2012 la misma Cumbre de las Américas pidió a la OEA explorar nuevos enfoques. El organismo hemisférico lo hizo rápidamente con un extenso informe que planteaba alternativas y consecuencias, pero nadie pareció recordarlo en Panamá.

    Por cierto, esta nueva cumbre terminó sin un consenso para suscribir una declaración final de los presidentes. Lo mismo que había ocurrido en citas anteriores. Aunque, claro, en aquellas ni siquiera había un apretón de manos que se robara la atención.

    Fuera de Fronteras
    2015-04-16T00:00:00