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    Racismo y machismo

    Nº 2216 - 9 al 15 de Marzo de 2023

    Nos azota un temporal de insultos y, aunque se viole la ley, la Justicia puede ser condescendiente o contemplativa. Es algo antiguo, tanto que hace más de 2.000 años Marco Tulio Cicerón bombardeaba a Marco Antonio: “Vergüenza humana”, “borracho disoluto”, “profanador de la honestidad y la virtud” o “el más estúpido de los mortales”. El filósofo romano nunca se excusó. Eran días de duros enfrentamientos verbales, pero de a poco el mundo incursionó en debates serios y profundos.

    Hace algunos años hubo retroceso y quedaron relegadas las ironías y metáforas verbales utilizadas para confrontar que hacían mejor la vida social y política. Aunque a veces se recurría al duelo, se terminó en 1992 con la eliminación de la ley que lo habilitaba. Algunos se lamentan. Creen que era la única forma de lavar el honor, porque de la Justicia poco se puede esperar. Debido a la debacle cultural y política, y mayor irrupción de iracundos, los insultos se convirtieron en armas para captar electores o adherentes. Los acentuaron las redes sociales, especialmente las de anónimos cobardes. Contribuyen los periodistas dependientes de Twitter en lugar de salir a la calle a buscar noticias reales.

    La vergüenza o el pudor no existen. Cuando alguien cuestiona a los agresores para defenderse estos argumentan que no dijeron lo que en realidad dijeron, o que no es lo que quisieron decir, sino algo parecido, que no es lo mismo. No es un juego de palabras. Es la defensa de los bellacos.

    Viene a cuento debido al violento insulto racista que la abogada Graciela Mendoza le propinó en Twitter al presidente del gremio de los fiscales, William Rosa: “Si el primate se opone al triunvirato es el camino correctooo”. Lo expresó luego de que Rosa se manifestara en contra de un triunvirato para conducir la Fiscalía General, una posición de la Asociación de Fiscales. Entonces intervino de oficio el fiscal Fernando Romano.

    Cuando la abogada declaró ante el fiscal argumentó que no utilizó el término primate en sentido racista (simio, mono), sino “en el sentido de que (a Rosa) le falta evolución (…) de acuerdo con lo que debería ser (la integración de la cúpula de) la Fiscalía”. Romano dijo que si la abogada se disculpa con las organizaciones afrodescendientes, la investigación penal se puede clausurar. Seguramente pedirá disculpas y timoratos las acepten. En mi niñez, cuando cometía alguna barrabasada, atrás venía el reproche de mi padre. Cuando intentaba justificarme me paraba en seco: “Cuando los dichos hechos son elocuentes, las excusas no tienen ningún valor”.

    ¿Es razonable aceptar disculpas y que la relación entre ofendido y ofensor continúe como si nada hubiera ocurrido? Creo que en esos casos no hay que aceptar disculpas porque surgen de principios sociales, religiosos o de lo políticamente correcto. No provienen de un espíritu dolorido y sinceramente arrepentido. Es que un insulto significa muchísimo más que la expresión literal. Contiene lo que el agresor realmente piensa o siente del otro y que hasta el momento de insultar lo había mantenido oculto en su fuero interno.

    Mendoza podrá argumentar lo que quiera pero, si Rosa no fuera de raza negra, no lo hubiera comparado con un “primate”. Pudo decirle retrógrado, atrasado, conservador, reaccionario o desinformado, entre otros adjetivos que aprendió en su carrera, pero le dijo “primate”, claramente discriminatorio para la raza negra. ¿Se acuerda cuando en 2011 Luis Suárez durante un partido entre Liverpool y Manchester insultó a Patrice Evra? Le dijo “negro” varias veces y Evra, ingenuo, le preguntó por qué lo golpeaba. El uruguayo le respondió: “Porque eres negro”. La federación inglesa suspendió a Suárez por ocho partidos y le aplicó una multa de 48.000 euros pese a sus argumentos de que no había pretendido insultar. Ni Suárez ni el Liverpool apelaron la sanción avalada por la FIFA.

    En paralelo con lo de la abogada, Maxi Pérez, director de la murga Asaltantes con Patente, insultó a la dirigente nacionalista Laura Raffo. Le dijo “conchuda” como corolario de un cuplé. No se trató de un simple adjetivo con el fin exclusivo de arrancar aplausos. Como bien dice Leonardo Pereyra en su columna de El Observador, no se refirió a la genitalidad de Raffo “sino que le está diciendo algo así como ‘hija de puta’ u otros insultos aledaños”. Con su exabrupto Pérez logró aplausos de muchas mujeres presentes, cuyo genero había sido agredido, pero como Raffo no es marginal había que aplaudir. Acierta el escritor y pedagogo estadounidense James Bronson Abott cuando dice que “la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia”. Cuando se le agrega fanatismo, es una bomba.

    Al murguista, revelado así como un visceral machista, seguramente le advirtieron que muchos podrían cuestionar su vómito. Entonces simuló que reculaba y para evitar el Código Penal se disculpó y aclaró que no insultó “en clave de género”. Raffo, una intelectual de fuste, las aceptó y comentó: “Yo ya estoy curtida. Machistas e intolerantes me he encontrado en muchas partes, pero es lamentable que el insulto se disfrace de recurso artístico en el Carnaval de Montevideo. Humor sí. Odio no”.

    Centenares de militantes de las redes sociales continúan alabando a Pérez y ensalzando el insulto. Mientras, las organizaciones feministas, siempre activas en defensa de lo que le salga al paso, hacen mutis. Tal vez consideran que la calificación a Raffo —en las antípodas del ignorante murguista— no la hace merecedora de ser defendida: licenciada en Economía en la Universidad de la República, MBA de la Universidad de Montevideo, empresaria, habla inglés y francés y ganó un Premio Nacional de Literatura de Obra Inédita. Pérez balbucea en castellano. Ahora el INAU investiga de oficio. Veremos por dónde sale.

    En una reciente entrevista con César Bianchi en Montevideo Portal, Pérez desnudó el fondo político de su insulto a la probable candidata presidencial blanca: “El carnaval es la tribuna de la izquierda y entiendo que se le hace muy difícil a una persona votante de derecha ir a ese lugar, porque la murga, por origen, trató siempre de pintarse la cara y señalar a los que están del lado del poder, y decir lo que tenía en ganas”.

    Está clavado. Su insulto le salió del alma y lo generó la tribuna. Jamás se le hubiera ocurrido tildar de conchudas, por ejemplo, a Carolina Cosse, Lucía Topolansky, Susana Pereyra o Marina Arismendi. ¡Claro que no! De cualquier manera, de hacerlo sería tan repugnante y ofensivo como lo de Raffo.

    Así nos va.