Ramón DíazNº 2210 - 26 de Enero al 1 de Febrero de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa intensidad de la política uruguaya no disminuye ni siquiera en verano. Esta semana el escenario político local está conmovido por la cumbre de la Celac en Buenos Aires y la visita del presidente Lula a Montevideo. No se habrán apagado los ecos de estos acontecimientos, no habrá menguado la discusión sobre la integración regional y sus alternativas, cuando el foco de atención esté obligado a desplazarse hacia la reunión de la fracción del presidente Luis Lacalle Pou en La Paloma, prevista para el sábado 28. Antes, durante y después, continuarán otros debates, como el generado por la durísima crítica de Pedro Bordaberry a la actuación del ministro Francisco Bustillo en el affaire Marset o el provocado por el anuncio del nuevo plan para combatir la “epidemia” de homicidios realizado por el Ministerio del Interior. No faltan, por tanto, temas para analizar. Sin embargo, la publicación de la obra Ramón Díaz. Una biografía intelectual, de Hernán Bonilla, merece una consideración muy especial. En pocas palabras, para mi gusto, un aporte formidable para conocer el pensamiento de una figura clave, entre otras razones, porque fue fundador y alma mater de Búsqueda.
Sobre la base de un repaso minucioso y erudito de la actuación pública de su biografiado, Bonilla fundamenta dos hipótesis novedosas y polémicas: “Ramón Díaz fue el intelectual más influyente del último medio siglo largo (se refiere a la segunda mitad del siglo XX) de nuestro país para cambiar el clima de ideas, y, en segundo lugar, fue el intelectual más reconocido a nivel internacional por sus pares en ese mismo período”. La frase es apasionante y merece ser analizada con cuidado.
Para empezar, Bonilla define a Ramón Díaz como intelectual (a veces usa otra palabra que me encanta, el sustantivo pensador). Muy de acuerdo. Ramón Díaz es un ejemplo de manual del intelectual “a la francesa” tan común en otros tiempos: formación universitaria, honda vocación por participar en el debate público, independencia respecto de los partidos. Ramón Díaz, para decirlo en la jerga tan cara a Juan Pivel Devoto, fue un “doctor” (si hubiera nacido 100 años antes, me lo imagino integrando el Partido Constitucional). Su trayectoria, dicho sea de paso, ilustra la transformación de los saberes considerados necesarios para gestionar lo público ocurrida desde los 60 en adelante: formado inicialmente en derecho, dedicó mucho tiempo y energía a aprender economía (casi siempre sin otra ayuda que su propio esfuerzo, talento y criterio).
¿Fue el intelectual uruguayo más influyente para cambiar el clima de ideas en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX? Veamos. Puede ser. Carlos Quijano, desde las páginas de Marcha, desde la década del 40 a la del 70, fue importantísimo, contribuyendo al alejamiento de los partidos tradicionales de buena parte de la intelectualidad. De este modo, a su manera, contribuyó a la fundación del Frente Amplio, hoy por hoy, el principal partido político del país. De todos modos, estoy dispuesto a suscribir la primera hipótesis de Bonilla. Lo más novedoso en el panorama intelectual del país desde los 50 en adelante es el extraordinario ascenso del liberalismo económico. Y Ramón Díaz hizo un aporte enorme. Por cierto, para entender el ascenso de las ideas liberales en Uruguay, además de “doctores” como Ramón Díaz y de expertos como el ingeniero Alejandro Végh Villegas, hay que tomar en consideración otros factores (Hernán Bonilla lo sabe, lo menciona, pero no lo desarrolla lisa y llanamente porque no es el tema de su libro).
En primer lugar, el papel de los líderes políticos. En la década del 50 predominaba el “dirigismo”. Durante la década del 60 había pocos liberales. Fueron los años de oro del desarrollismo y el marxismo. Hacia fines del siglo XX, el “ambiente espiritual” había cambiado fuertemente. En la defensa del liberalismo económico desde mediados de la década del 60 en adelante, Jorge Batlle jugó un papel decisivo. Realizó la titánica tarea de mover a la Lista 15 desde el “dirigismo” al liberalismo. El desplazamiento de la 15 impactó sobre las demás fracciones de su partido. A su vez, el viraje de los colorados, en tanto fueron el partido más influyente en las políticas públicas del siglo XX, contribuyó a cambiar el sentido común en la sociedad.
Algo similar podría decirse del liderazgo de Luis Alberto Lacalle Herrera en el Partido Nacional. Desde el fallecimiento de Wilson Ferreira en marzo de 1988 en adelante, logró que el nacionalismo volviera a su cauce ideológico tradicional, el liberalismo. En todo caso, Jorge Batlle y Lacalle Herrera predicaron de forma brillante, y durante muchos años, la doctrina liberal. No seré yo, que he dedicado a esta altura casi tres décadas a investigar, rescatar del olvido y poner de manifiesto el papel que, por suerte, han jugado los intelectuales en la política uruguaya, el que niegue el aporte de Ramón Díaz. Pero no podemos olvidar que los principales constructores de opinión pública de este país han sido los líderes políticos.
En segundo lugar, el papel de ciertos eventos históricos. El ascenso del liberalismo económico en Uruguay es inseparable de la crisis del Estado de bienestar durante la década del 70, del impacto de los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y, en especial, del derrumbe del llamado “socialismo real”. El despegue de Chile durante la década del 90 también contribuyó a que elites y ciudadanía en nuestro país prestaran más atención al enfoque liberal. Estos eventos, desde luego, no hubieran tenido impacto en el sentido común del público uruguayo si no hubieran sido largamente mencionados como ejemplos a seguir por intelectuales de la talla de Ramón Díaz y políticos como Jorge Batlle y Lacalle Herrera.
La segunda hipótesis es la que me genera más dudas. ¿Ramón Díaz fue el intelectual uruguayo más respetado por sus pares en el mundo? Sospecho que, si tuviéramos biografías intelectuales tan bien hechas como la que nos ocupa, tendríamos problemas para suscribirla. Comparto algunos de los ejemplos de otros intelectuales que brillaron en el mundo. Emir Rodríguez Monegal, prestigioso crítico literario de Marcha, publicó la revista Mundo Nuevo en París y fue catedrático en Yale. En 1977, la Enciclopedia Británica le encomendó nada menos que la redacción del artículo sobre Borges. El doctor Aldo Solari, uno de los fundadores de la sociología en nuestro país, fue miembro del Comité Ejecutivo (1966-1970) y vicepresidente (1970-1974) de la International Sociological Association. La lista podría agrandarse con Arturo Ardao (una figura clave en la historia de las ideas en América Latina), Juan Luis Segundo (muy activo en el debate sobre teología de la liberación) o Alberto Methol Ferré (cuyo enfoque geopolítico circuló por toda la región). De todos modos, gracias a Hernán Bonilla aprendimos que hay que sumar a Ramón Díaz en la lista de los intelectuales uruguayos cuyo prestigio trascendió fronteras. No cualquiera preside la sociedad Mont Pelerin, fundada en 1947 a instancias sobre todo de Friedrich Hayek, y se codea con Milton Friedman y otros ganadores del Premio Nobel o con Karl Popper.
En definitiva, un libro clave, imprescindible, que hace justicia con un intelectual arquetípico: Ramón Díaz dedicó su vida a impulsar las ideas en las que creía, y lo hizo con brillo, pasión, honor y, a la postre, éxito.