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    Realidades e ilusiones

    Nº 2174 - 19 al 25 de Mayo de 2022

    ¡Es curioso! Aunque en la columna anterior nos ocupamos casi por entero de las reiteradas y muy deficitarias trayectorias de Peñarol y Nacional en la Copa Libertadores en lo que va de este siglo (incluida, claro está, la actual edición), igual nos permitimos hacer —casi al final— una breve mención a los problemas que a ambos se le presentaban también en la actividad local, estando seis puntos por debajo del líder Deportivo Maldonado, a solo cuatro fechas del cierre del torneo Apertura. Dando por sentado que más que a pelear por obtenerlo, apuntaban a clasificar a la segunda ronda del torneo continental y rescatar el mayor número posible de puntos en el local, aunque solo para sumar en la Tabla Anual.

    Sin embargo, el desarrollo de esta fecha pasada implicó un vuelco radical al antes descrito panorama. Imprevistamente el puntero cayó ante un Cerro Largo de paupérrima trayectoria anterior, y los dos grandes ganaron sus respectivos compromisos, acortando a la mitad la distancia que los separaba del solitario puntero (expectantes de lo que pudiera pasar dos días después, en el choque entre Boston River y Liverpool, ambos con la posibilidad de sobrepasarlo en el puntaje).

    ¡Vayamos por partes! La victoria aurinegra como visitante ante Plaza Colonia no fue sino un calco de sus partidos anteriores. Ganó con justicia con un penal detectado por el VAR y bien ejecutado por Ceppelini, pero su actuación fue otra vez deficitaria. Sin Gargano en la cancha el fútbol no fluye, y sus proyecciones ofensivas resultan fácilmente desbaratadas por los rivales de turno. Solamente Laquintana generó algún peligro por la banda derecha, pero no terminó bien ninguna jugada y, una vez más, Álvarez Martínez se vio neutralizado por sus celosos marcadores, sin que le llegara alguna habilitación certera para lograr revivir su aletargada faceta goleadora. Aunque es paupérrima la suma de goles convertidos, la defensa aurinegra no ha sido vulnerada en los últimos partidos.

    A ese justo aunque deslucido triunfo de Peñarol, al día siguiente se le sumó el de Nacional, venciendo al local Defensor en un partido que presentó ribetes harto singulares; tanto que nos cuesta encontrar —hurgando en nuestra ya larga y claudicante memoria— algún otro caso en el que un equipo grande termina ganando, y con luz, un partido en el que fue futbolísticamente avasallado por su rival. Tanto, que a nadie podría haberle sorprendido si, ya al término del primer tiempo, el equipo violeta se hubiera retirado al camarín con una holgada y muy merecida victoria. Es que desde el prematuro gol del argentino Gigliotti en adelante, el local se adueñó por completo de la iniciativa, sometiendo a la floja defensa tricolor a un asedio tan avasallante como infructuoso. Suyas fueron la iniciativa, la posesión del balón y las abundantes situaciones de gol generadas frente al arco tricolor. Los números al respecto son harto elocuentes: Defensor tuvo un 65% de posesión del balón, casi siempre en el campo rival, y efectuó un total de 27 disparos contra la valla tricolor, debiendo Rochet apelar a toda su pericia y arrojo en casi una docena de oportunidades, para evitar la caída de su valla, ante la persistente defección del resto de la retaguardia. Lo antedicho, sin perjuicio de que —con el golero tricolor ya superado o sin chance de intervenir— en varias situaciones muy propicias, faltó precisión en el remate final o uno de los palos se interpuso en la trayectoria del balón. Los delanteros violetas se movieron a su antojo por todo el frente del ataque, especialmente por el sector derecho, y a ningún espectador en el Estadio Franzini —o a quienes veíamos el partido por televisión— le hubiera causado sorpresa si, ya en el primer tiempo, el dueño de casa se retiraba al vestuario con una ventaja contundente en el marcador (fue tan descomunal el descalabro de la defensa de Nacional que el técnico Repetto se vio obligado a hacer un par de cambios, antes del intervalo).

    Aunque en algo amainó el empuje de Defensor en el complemento, su nivel de juego siguió siendo superior al de su anodino rival, y las situaciones de gol se siguieron gestando y malogrando, por propios errores en la definición o bien por esa muralla que siguió siendo el potentoso golero tricolor. Y, si algo faltaba para remarcar el contradictorio tanteador del partido, cuando el empate violeta “estaba al caer” (concediéndole al locatario una muy módica recompensa) a poco del final, en una ofensiva aislada, Cándido recibió una pelota al borde del área rival y sacó un fuerte remate, que cruzó indemne entre un mar de piernas, y llegó al fondo de la red. Un 2 a 0 pues, favorable al tricolor, que nada tuvo que ver con el trámite del partido (tanto fue así que, aún perdidosa, la hinchada violeta se retiró del Franzini mucho más satisfecha que la del equipo tricolor). Y a propósito de este insólito desarrollo del cotejo, nos vino a la mente una frase del inolvidable maestro del periodismo, el Dr. César L. Gallardo, quien sostenía que “los goles no se merecen… se hacen”.

    Y bien. Lo que aconteciera al día siguiente, en el complemento de esta misma fecha, con una agónica victoria de Liverpool ante Boston River, determinó que el elenco negriazul sobrepasara la línea de los dos equipos grandes, quedando como único escolta de Deportivo Maldonado, apenas dos puntos detrás. De modo que a esta altura, no aparece tan claro el panorama del líder, pero tampoco tan lejana la chance de aurinegros y tricolores de entreverarse en la definición (por más que no estén pasando actualmente por un buen momento futbolístico).

    Pero si hablamos de perspectivas, el pasado martes por la noche se truncó el camino aurinegro en la Libertadores. ¡Una vez más! En un grupo accesible (sin equipos brasileños, ni argentinos de primera línea) no pudo ganar el primero de los dos partidos que le restaban jugar como local, desperdiciando una inmejorable chance para hacerlo, al desviar esta vez Ceppelini un tiro penal. Es claro el deterioro del equipo respecto al de la temporada anterior. Se alejaron varias figuras preponderantes y quienes han llegado por ellas demostraron no estar a su altura (aunque no es nada fácil suplir a un Facundo Torres o a Canobbio, por ejemplo). Además Larriera no ha podido aún definir un equipo titular, ni disponer tampoco las variantes adecuadas, durante el desarrollo de los partidos. A Peñarol ahora le queda ganar el partido que le resta como local, para intentar acceder a la Copa Sudamericana. Y quizás, hasta prestarle más atención a un Apertura, que ya no aparece tan distante.

    En cuanto a Nacional nada agregaremos, pues su suerte dependía, en buena medida, del cotejo que anoche disputaba como local ante Vélez, último en la serie, y al que ya derrotara en Buenos Aires.