Nº 2218 - 23 al 29 de Marzo de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn las últimas dos columnas reflexionamos sobre la búsqueda del destino: en la primera sobre la llamada crisis de la mitad de la vida y en la segunda sobre la última carrera profesional. Tengo el privilegio de trabajar en una empresa que busca desarrollar a los ejecutivos como mejores líderes, mejores empresarios, pero también como mejores personas.
Esta última dimensión, muchas veces olvidada por muchos, es clave, sobre todo por el impacto que tiene en los demás. Probablemente mi columna de hoy tenga cierto tinte instrospectivo, quizás por procesos personales que estoy viviendo, por experiencias que me están tocando de cerca y porque simplemente creo que cada tanto es bueno salirnos de la teoría o los cassettes autoimpuestos y pensarnos desde adentro, desde el corazón, desde nuestro ser.
Ojalá esta columna le sirva a todos aquellos que están transistando caminos similares. Al final del día somos uno en la empresa, en casa, en el club y con nuestros amigos. Pensarnos de otra manera es negar la mirada holística que cualquier teoría contemporánea de desarrollo y gestión de personas pregona.
Hace algo así como un año y medio, tuve la oportunidad de grabar un ciclo para un podcast que se llamó Reinventarse. Buscaba explorar y conocer la experiencia de personas que han vivido procesos de transformación, y que a la larga los han llevado a vivir vidas más auténticas, plenas, que en definitiva les permitieron ser más felices en sus trabajos y con sus equipos.
Reinventarse, repensarse, empezar de nuevo, no es una tarea fácil. En primer lugar, porque conlleva un camino de instrospección, de mirarse desde adentro, de ver cosas que no nos gustan, de convivir con el dolor y con nuestro lado más oscuro. Hoy se habla mucho del líder vulnerable. Vulnerabildiad no es fragilidad. Es la capacidad y la humildad de sabernos personas perfeccionables y en construcción.
En segundo lugar creo que reinventarse es vivir, no sobrevivir. La gestión del cambio es una de las habilidades que más buscan las empresas y líderes hoy en día. No se trata de reaccionar, sino de accionar. Parece algo básico, pero no es tan sencillo de lograr y necesitamos practicar esta gimnasia a diario. No consiste en inventar la rueda, pero si mantenerla en movimiento.
Este proceso nos ayuda a entendernos. Comprender nuestro mundo, nuestro trabajo, nuestra familia. Es tener una visión que tiene la característica de ser flexible, de sufrir mutaciones, porque es ahí donde está el secreto del éxito, en entender lo que está pasando, en interpretar nuestro mundo para poder disfrutar y tener la mejor calidad de vida. Es entender que los cambios son renuncias, pérdidas, para abrirse y dejar paso a lo nuevo.
Reinventarse supone un camino de búsqueda de propósito. Observo a varios líderes y en ocasiones me encuentro a mí mismo en la búsqueda de mi propósito personal. He sido testigo de cómo muchas personas, haciéndolo en una forma seria y comprometida, más tarde o más temprano, acaban encontrándolo. Es como que ese sentimiento de vacío que muchas veces tenemos adentro desapareciera. Hay un anhelo tremendamente profundo en el ser humano que solo se puede llenar, al menos desde mi perspectiva, cuando descubrimos quiénes somos en realidad. Dicho de otra manera, esto sucede cuando una persona consigue ir más allá de sus títulos, sus posesiones, sus cargos, sus conocimientos, e incluso de su forma de pensar y de ver la realidad para penetrar en lo más profundo de su existencia, descubriendo desde ahí qué es lo que lo define.
Es muy difícil poder ser buenos empresarios y líderes si no tenemos profundamente desarrollada nuestra parte más íntima. Eso que Eckhart Tolle, en su libro “El poder del ahora” (lectura recomendada) llama el estado de presencia. Por naturaleza, hasta que no conectamos con ese anhelo no podemos dejar atrás nuestros egos, nuestras máscaras. Como decimos a veces, no podemos dejar de hablar desde el cassette.
Necesitamos líderes, empresarios, ejecutivos que busquen el dejar de tener y de hacer, para empezar a ser. Solo desde el ser realmente quien uno es, se puede vivir ese profundo estado de gratitud, de conexión y de transformación propia y ajena. Hace falta que despertemos de la pesadilla del drama del tener, de los logros, de los éxitos y nos demos cuenta que en la vida pasan cosas que duelen, pasan cosas difíciles pero que al final del día la vida misma es un regalo.
Entonces, hasta que uno no se da cuenta de esto, a pesar de los tropiezos, dificultades y cosas que hacen que la pasemos mal, hasta que no tengamos este sentido profundo de gratitud, creo que no podremos sentirnos colmados de ninguna forma y seremos incapaces como líderes de contagiar, de entusiasmar.
Alejandro De Barbieri, reconocido psicólogo y colega de charlas y talleres, habla del entusiasmo desde su propia etimología, “entheos”, con Dios adentro. No importa de qué Dios o qué religión hablemos, pero el entusiasmo y la gratitud, sobre todo a nivel empresarial, suponen una profunda conexión con nuestro ser interior, con nuestras sombras y nuestras limitaciones. Estar guiados por el Dios que llevamos dentro, llenos de sabiduría, no por saber todas las respuestas si no justamente por la sabiduría de saber lo poco que sabemos y somos.
Reinventarse tiene un profunda conexión en el largo plazo con la felicidad, con el poder ser seres humanos integrales. Es lograr proyectarnos en el cambio, en el caos, en la incertidumbre y tener siempre la esperanza puesta en el presente, aunque suene como un contrasentido.
Este camino está lleno de fracasos, de no poder, de no llegar, incluso de tener impacto negativo sobre otras personas. Muchas veces no somos siquiera conscientes del impacto que tenemos, tanto positiva como negativamente sobre los demás.
Tendemos a asociar el fracaso con una mala decisión, una mala acción, incluso catalogándolo con cierta intencionalidad. Quizás lo primero sea poder separar la decisión del eventual fracaso. Hay buenas y malas decisiones. Hay buenos y malos resultados. Estoy convencido de que aún tomando buenas decisiones cabe la posibilidad de conseguir resultados no esperados, no deseados. A esos, claro está, los llamamos fracasos, y les damos una connotación negativa.
Pero, ¿qué es el fracaso? ¿qué significa? ¿En qué sentimientos estás pensando?
¿Qué se te viene a la cabeza cuando pensás en fracaso? En mi caso, siento miedo y culpa.
Tal vez las palabras o conceptos sean bien diferentes para cada lector. Y eso está bien, porque todos reaccionamos de manera diversa ante el fracaso. Somos personas diferentes, nos motivan cosas distintas, nos mueven situaciones muy heterogéneas y ahí está la riqueza de las interacciones, de las conexiones, de las sinergias, tanto para lo positivo como para lo negativo.
Winston Churchill una vez dijo: “El éxito es aprender de fracaso en fracaso sin desesperarse”. Esta frase me lleva a pensar en el fracaso como algo posible, como oportunidad de aprendizaje y sobre todo de concientizarnos y preguntarnos si hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance, reconociendo que a pesar de haber hecho todo lo posible, no tenemos el control total.
Otra pista para convertir el fracaso en éxito es usar los errores como un momento de introspección. El fracaso nos ofrece la oportunidad única de aprender algo nuevo. Superar un fracaso implica que hemos tomado el tiempo para comprender los errores, por qué ocurrieron y cómo podemos evitar cometerlos nuevamente. Conocerse a uno mismo… tarea poco fácil. Asumir quiénes somos, cómo pensamos, a dónde queremos ir. Desafiarnos a cambiar conductas, patrones.
Como punto final, me gustaría agregar que en todo este transitar del fracaso, no pensemos, no creamos que es un camino que hay que recorrer solo o sola. Hay que buscar apoyo, mirar a tus redes profesionales y personales e identificar personas que están ahí y son capaces con muy poco de convertirse en los tesoros para las respuestas a las búsquedas más imposibles.
En mi trabajo he encontrado ese oasis en el desierto, justamente al apoyarme en otros, y también, grandes satisfacciones al poder colaborar con quienes necesitan otra mirada, un consejo o hasta una pequeñísima sugerencia. Ese puede ser el doble click que nos toque hacer.
Vivamos nuestra vida en clave de reinvención, sabiendo que siempre hay caminos posibles, que siempre hay una salida y que hacerlo, es una tarea que implica reflexión y acción, ponernos en marcha. Las segundas oportunidades están a al vuelta de la esquina, pero si no paramos para definir quiénes somos y qué queremos, es probable que sigamos nuestro camino en línea recta cometiendo una y otra vez los mismos errores.