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    Nº 2150 - 25 de Noviembre al 1 de Diciembre de 2021

    Finalmente, lo que era solo una estimación muy razonable (pues los últimos pésimos resultados estaban a la vista de todos) terminó aconteciendo y Tabárez fue cesado como técnico de nuestra selección. El hecho —que fue noticia en todos los medios deportivos del mundo— tiene ribetes fuera de lo común. En un ámbito tan competitivo, donde cualquier técnico está rindiendo examen en cada partido que juega su equipo (aún más cuando se trata del representativo de un país) es insólito que el Maestro se haya mantenido firme en su cargo por más de 15 años. Para resaltar esta faceta cabe señalar que, en ese mismo lapso, por las demás selecciones de Sudamérica pasaron la friolera de 69 entrenadores, siendo Brasil, con cinco, la que menos cambió. Y ni qué decir de los muchos técnicos prestigiosos que desfilaron con anterioridad al frente de la nuestra, por períodos sensiblemente menores (alguno, por apenas unos pocos días).

    Un par de columnas atrás, ya anticipábamos este desenlace. Es que los malos resultados fueron sucediéndose sin que fuera perceptible el inevitable golpe de timón para poder revertir esa preocupante situación. Y si ya habían sido duros los contrastes ante Brasil y Argentina (este por partida doble), la categórica última derrota ante Bolivia fue la gota que rebasó el vaso. No porque no fuera un partido perdible (es harto sabido que la altura de La Paz suele causar estragos al visitante de turno), sino por la forma en que ocurrió, fruto más de errores propios que de las virtudes del rival. Y aquello que pocos días antes se había optado por descartar (o sea, la remoción del cuerpo técnico), para darle una última chance de redención, pasó a ser una absoluta prioridad para la dirigencia de la AUF. Y ello, aunque en las eliminatorias para Sudáfrica 2010 (a la postre uno de los puntos altos, o el mayor, de este extensísimo ciclo de Tabárez) nuestra selección también llegó a estar en la séptima posición, a falta de tres fechas, no obstante lo cual —debiendo superar en la repesca a Costa Rica— logró acceder a esa Copa del Mundo y finalizar en un honrosísimo cuarto lugar.

    Esta vez, empero, los presagios o vaticinios iban en sentido contrario. A lo que se sumó una afirmación del propio técnico en la conferencia de prensa pospartido cuando se le preguntó si le preocupaban esas cuatro derrotas al hilo y admitió que “no se ve la reacción” (en obvia referencia a quienes conformaban el plantel bajo sus órdenes).

    Somos de la idea de que cada persona es dueña de su propio destino y que es de su exclusiva cuenta elegir o discernir cuál es el momento adecuado para dar por terminada alguna de las sucesivas etapas de su ciclo vital. Las decisiones al respecto nunca son fáciles de tomar, aunque a veces existen determinadas circunstancias que coadyuvan para que ello no dependa exclusivamente de nuestro libre discernimiento o voluntad. En el caso del Maestro Tabárez —ya lo dijimos— se advierte a simple vista, y desde hace tiempo, un creciente deterioro que ostensiblemente le impide ejercer cabalmente su misión al borde de la cancha en los partidos que disputa el equipo por él conducido. Es claro que no todos los técnicos se comportan allí de la misma manera, pero es justamente esa movilidad —que el Maestro no tiene— la que les permite aportar a sus dirigidos la indicación que entienden del caso, en forma directa y en el momento oportuno. Dicho esto sin perjuicio de que cabe suponer que tampoco esté en la condición adecuada para trabajar dentro de la cancha junto con los futbolistas, como suele ser de estilo, en los ensayos tácticos previos a los partidos.

    Creemos que el momento justo para su retiro hubiera sido después del Mundial de Sudáfrica o tras obtener la Copa América del año siguiente. O sea, cuando estaba en la cúspide de la admiración popular y gozaba de una suerte de merecido estado de gracia. Se sucedieron entonces los libros que contaban pormenores de la campaña de nuestro equipo, pero en especial resaltando (con estricta justicia) el rol preponderante del indiscutido conductor de tan exitoso proceso. Alguna vez dijimos (no para menospreciar el logro de aquel honrosísimo cuarto lugar) que esa vez el azar estuvo de nuestro lado, pues si el penal para Ghana en el final del partido no se hubiera marrado, no habría existido la definición por penales ni tampoco la inolvidable “picada” del Loco Abreu, y nos hubiésemos vuelto antes, rota nuestra ilusión como tantas otras veces (digamos, de paso, que los dos partidos siguientes —que perdimos ante Holanda y Alemania— están entre los mejores que le hemos visto a un equipo Celeste en una justa mundial).

    Pero si algo hay de indiscutible es el aporte fundacional del Maestro Tabárez para la reformulación del proceso de selecciones, dentro y fuera de la cancha. Hasta su llegada a la selección, nos habíamos prácticamente acostumbrado a no ir a los mundiales, en tanto bajo su égida fuimos a todos, compitiendo de igual a igual con las selecciones más poderosas del mundo. Pero está también aquello que no es tan visible. El orden y el respeto que emana del Complejo Celeste (debería ponérsele su nombre), a la altura de otros similares del viejo continente y al que siempre retornan con gusto los convocados de turno. Y un común sentimiento solidario de los que están desde la primera época y los que van llegando después.

    ¡Es una auténtica pena que haya debido disponerse el cese del Maestro y sus cercanos colaboradores! Pero, a nuestro juicio, ello resultaba inevitable. Hasta él mismo lo había provocado, con unas últimas declaraciones desafiantes, fuera de tono y lugar. Estamos en una situación crítica, aunque —dependiendo de lo que podamos hacer y de algún resultado ajeno favorable— aún podemos clasificar para Catar.

    Resta, claro, saber quién habrá de suceder a Tabárez. Las primeras miradas (o las segundas, pues los neutrales habían apuntado primariamente hacia Diego Aguirre) han sido para Marcelo Gallardo. Quienes más conocen al prestigioso técnico argentino creen que habrá de declinar el ofrecimiento, pues estima que no tendrá el tiempo necesario para plasmar su idea futbolística (dispondrá de los jugadores solo unos pocos días antes de cada partido). Ello sin perjuicio de si la oferta económica que se le haga le parece convincente. En lo que a nosotros respecta, insistiríamos con Diego Aguirre, quizás apuntalado con algún futbolista referente (aunque ya retirado) del proceso anterior. O, si no, con Fabián Coito, quien ya vivió buena parte del ciclo Tabárez y conoce al grupo desde dentro. ¡Rogando, en todo caso, que —por una vez— los astros se alineen a nuestro favor!