N° 2008 - 14 al 20 de Febrero de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCuando el doctor Jorge Batlle defendía la creación del Mercosur, argumentaba que se nos abría un mercado de doscientos millones de habitantes a quienes podíamos proveer con bienes y servicios desde Uruguay. Muchas empresas se iban a instalar en nuestro país porque éramos más confiables que nuestros vecinos. Pero algo no funcionó. Si bien vinieron varias empresas, no fueron tantas como se esperaba. Y muchas otras se fueron, como Colgate, que en vez de ampliar sus plantas en Uruguay para proveer a la región, cierra su operación local para aprovisionarse desde México. ¿Qué falló?
El sindicalista Edgardo Mederos explicó los motivos del cierre a El País: “lo principal fue un tema económico, de los costos y lo que vale producir en Uruguay y lo que les sale a ellos producir lo mismo en México”. Lo mismo o muy parecido, es lo que sucedió con casi toda la industria textil, con Ecolat, Fanapel y tantas otras. Uruguay es caro.
Igual o peor suerte corren nuestros hermanos argentinos cuando aplican políticas keynesianas para “proteger” el mercado local, subsidiar tarifas o mantener miles de “planeros”. Titula Infobae: “Cerraron más de 2.500 locales en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano durante enero 2019”, perdiéndose 10.000 puestos de trabajo. Solo en enero.
Es que la receta del fracaso es bien conocida pero aún no aprendida: altos impuestos, muchas regulaciones burocráticas, tarifas de servicios públicos caras, monopolios, subsidios y sindicatos que tiran de la piola de los derechos, pero olvidan tirar de la piola del esfuerzo.
Los trabajadores de la fábrica de General Motors ubicada en São Jose dos Campos (San Pablo) parece que aprendieron la lección. El 90% están dispuestos a ganar menos salario a cambio de que la empresa invierta en una planta para fabricar el modelo S10 hasta el 2022. Entendieron que si no adaptan sus demandas laborales, los vehículos los fabricarán en otro país.
UPM está evaluando si realiza otra mega inversión en Uruguay. Para hacerlo, le exige al gobierno una lista de condiciones de cosas básicas para radicar semejante inversión: infraestructura vial de calidad, bajos impuestos, garantías jurídicas y, sobre todo, una mano de obra capacitada y sindicatos no extorsionadores.
La última Búsqueda (Nº 2.007), recoge las inquietudes de los finlandeses: “UPM insiste al gobierno en que necesita ver ‘avances tangibles’ en infraestructura y protocolos laborales para instalar su planta”. No se hagan ilusiones. No vendrán.
Mientras el mundo socialista-estatista-intervencionista se desploma con Venezuela a la cabeza, los Estados Unidos del odiado Trump muestran cifras de crecimiento increíbles: el desempleo más bajo en medio siglo; solo en enero se crearon 304.000 nuevos empleos, que llegan a los 5,3 millones logrados desde que asumió; decenas de empresas han decidido invertir en EE.UU. gracias a la baja de impuestos y reducción de regulaciones burocráticas, además de ofrecer seguridad interior y exterior.
¿Es tan difícil entenderlo? Parece que sí, porque si lo entendieran, Colgate no se hubiera ido y UPM ya estaría operando su segunda planta. Habrá que esperar.