Sr. Director:
Sr. Director:
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl pasado 9 de marzo se cumplieron dos años de la desaparición física de la senadora Martha Montaner Formoso, lo cual provocó la congoja de familiares, correligionarios, amigos y adversarios políticos que por años la tuvieron como referente política y humana sin igual en el departamento de Tacuarembó.
Sin dudas la magnitud de la noticia impactó en su natal Tacuarembó, pues además de sus condiciones de buena persona, el ingreso de Martha Montaner a la política, a fines de los años ochenta, supo transformar definitivamente para siempre las prácticas políticas departamentales, despertando la pasión admirativa de sus seguidores y el respeto de sus adversarios al ver a una mujer exitosa en política.
Es que Martha introdujo la honestidad, la sinceridad y el hacer política para todos, sin distinciones partidarias, como nunca antes había sucedido.
Nacida en el seno de una familia tacuaremboense de inmigrantes catalanes, Martha fue hija del matrimonio Jaime Montaner Tarocco y Dora Formoso, y hermana de Jaime y de Susana. Un hogar donde desde muy temprana edad Martha estuvo signada por el culto del amor a la familia y por el impacto que era vivir en un hogar donde resaltaba la personalidad de un padre que sería diputado, ministro y senador del Partido Colorado.
Como le gustaba recordar, aquella niña primero aprendió a amar al Partido de Rivera y Batlle, para después comprenderlo en sus hazañas y principios.
Como para no ser así si vivió —junto a sus hermanos— una infancia donde era común en su hogar la presencia de Manuel Flores Mora, Amílcar Vasconcellos, Alba Roballo, Zelmar Michelini, Oscar Gestido, Jorge Pacheco Areco, Jorge Batlle y César Charlone, por nombrar solamente algunos a quienes más gustaba recordar.
La Martha —como cariñosamente se refería a ella su pueblo— se destacó como estudiante, siendo medalla de oro de su generación; cursó estudios universitarios recibiéndose brillantemente de doctora en Odontología, y luego integró la primera generación de la especialidad en Odontopediatría, destacándose nuevamente como estudiante. Después de dedicar varios años en forma gratuita a servir como profesional en salud pública en la capital del país, se estableció como odontóloga en Tacuarembó,
En 1989 se produjo un cambio irreversible en la vida de la Dra. Martha Montaner y en la política tacuaremboense: un grupo de correligionarios de su padre, que apoyaban la candidatura de Pacheco Areco y sectores colorados que apoyaban la candidatura de Hugo Fernández Faingold, proclamaron la candidatura a intendente por Tacuarembó de Martha Montaner.
Ya nada sería igual, como un huracán que todo lo sacude surgieron nuevas prácticas políticas que transformaron la política local y tornaron a Martha Montaner en caudilla popular y referente ineludible del batllismo departamental.
Fue la primera mujer en ser candidata a intendente en Tacuarembó y una de las primeras —la única que logró posterior protagonismo político— en el país. La ciudadanía no supo darle el apoyo suficiente a quien seguramente hubiese transformado, hace años, para bien a Tacuarembó entero en un departamento de progreso.
Al grito de “Arriba la Martha” o “Vamos la Martha” los sectores populares encontraron en Martha Montaner algo más que una candidata, encontraron una amiga con la mano tendida en los momentos difíciles y un alma llena de alegría para compartir esperanzas con los más humildes, que muchas veces pierden la fe ante la adversidad.
Ese cariño popular la transformó en líder indiscutida de la histórica Lista 2215, siendo electa diputada titular en cuatro ocasiones (1994, 1999, 2009 y 2014) y simultáneamente senadora de la República, titular en esta última elección de 2014.
La Dra. Martha Montaner se transformó en referente político central del coloradismo, porque su ejercicio de la diputación se enfocó en lograr defender los intereses de sus coterráneos, en especial concretando obras para los sectores más humildes de su departamento. No hubo rancho, pueblo, barrio o casa que Martha no visitara.
Su humanismo —que tal vez le costara la vida— la llevaba a extremar los límites para ayudar a los humildes, y por ahí quedaron: salas nuevas de escuelas y liceos, las Jornadas Conozcamos el Mar, la Navidad de los Niños, la creación de la Casa de la Hospitalidad, apertura de policlínicas rurales, saneamiento de centros educativos rurales, luz mediante paneles solares en pueblos rurales, agua potable, mejoras en instalaciones deportivas, arreglos en los centros de barrio, salas de informática gratuitas, estableció la primera Oficina Departamental contra la Violencia Doméstica y logró la efectiva creación del liceo rural de Curtina.
Estas, sintética y brevemente, son algunas de las obras que su acción dejó en beneficio de sus coterráneos, pero sin dudas un orgullo particular —junto al siempre prometido liceo de Curtina— tuvo para ella la campaña de recolección de firmas —conducida por la diputada Susana Montaner como secretaria general departamental—, que logró juntar más de 10.000 firmas de tacuaremboenses que hicieron posible Ómnibus para Todos, destinado en especial para aquellos más humildes, carentes de otras formas de transporte urbano.
Desde el Parlamento, tanto como diputada como senadora, sus prioridades siempre fueron la defensa de la educación y de los más humildes.
Legisló la identidad departamental, logrando la Ley Nº 17.466 que estableció el 16 de junio como Día de Tacuarembó; participó decisivamente en incorporar la violencia doméstica como un delito en el Código Penal, y en la creación de la Ley Nº 17.514, ley de violencia doméstica.
Dejó presentados proyectos de ley hoy plenamente vigentes, que poco a poco van teniendo el reconocimiento necesario para ser aprobados con los votos de oposición y gobierno, proponiendo: sistema de viviendas para víctimas de la violencia doméstica; penalización del feminicidio (hoy aprobado); la extensión de la ley de cuotas para darle más oportunidades a la mujer de ser decisiva en el acceso a cargos legislativos (también hoy aprobado), y la jubilación del ama de casa, reconociendo el trabajo no remunerado de aquellas mujeres que hoy carecen de ingresos.
Orgullosa defensora de su tradición política, fue secretaria general del Partido Colorado de Tacuarembó durante casi dos décadas, llegando a ocupar el cargo político que más le honró —como le gustaba recordar— en el año 2012, cuando fue designada secretaria general del Partido Colorado en lo nacional.
El 8 de marzo de 2012, en el Día Internacional de la Mujer, la entonces diputada Dra. Martha Montaner al asumir la Secretaría General de su Partido, se convirtió en la primera mujer en presidir un partido político de dimensión nacional en la historia del Uruguay. Galardón que compartía con orgullo siempre con todas las mujeres de su partido, recordando a quienes lucharon por hacer realidad ese hecho.
Como secretaria general, su labor tampoco pasó desapercibida, destacándose por abrir como nunca el partido a la incorporación de múltiples actividades, llevó el Comité Ejecutivo Nacional y la Convención Nacional a sesionar en forma regular en el interior del país, acercó a las autoridades nacionales y a los ediles de todo el país, logró consensuar en el Parlamento la creación de la Universidad Tecnológica del Interior (Utec), y logró juntar en la Casa del Partido Colorado a los cuatro expresidentes de la República de la época, para reflexionar sobre el Mercosur y su inserción internacional del país… ¡cuán vigente fue el planteo si vemos el desafío que enfrenta hoy el país!
Por donde pasara la Dra. Martha Montaner quedaban obras y amigos, incluso el sentido respeto de los adversarios; y ello porque fue una política que dignificó su tarea pública, para ella la política tenía como lema “servir al país y no servirse del país”.
Martha fue de ello un ejemplo sin par, sin duda a imitar por las nuevas generaciones que hoy ven cómo desgraciadamente el desprestigio cunde en la acción política.
Hoy, a dos años de su ausencia física, los colorados de todo el país, y en especial de Tacuarembó y de su Lista 2215, no podemos conformarnos, el dolor de la ausencia de su alegría, de su gardeliana sonrisa, de su espíritu componedor nos entristece el alma.
Es que Martha siempre estaba en los momentos de felicidad, pero más todavía en los momentos de desgracia, siempre con su sonrisa y un consejo acertado en los peores momentos, dándonos las fuerzas espirituales que las fuerzas materiales muchas veces niegan.
Yo a Martha la conocía de oídas, pues ella se volcó a la política cuando yo me había instalado en Montevideo; pero en el año 2001 ante la grave situación que atravesaba la República y el Partido Colorado resolví volver a incorporarme a la actividad partidaria plena y para ello opté a donde parecía más necesario: por Tacuarembó, donde desde 1958 la lucha política con los blancos era encarnizada y todo el mundo hablaba de una tal Martha, que había cambiando los códigos de la política departamental.
A través de la actual diputada Susana Montaner, su compañera de siempre, con quien había interactuado fugazmente durante las internas de Foro Batllista de 1998, le pedí una entrevista a ella y a su hermana, la cual me fue concedida después de algunos desencuentros de horarios. A partir de ese momento, por casi 15 años tuve el privilegio de ser asesor, secretario, distribuidor de listas, negociador de publicidades y, en especial —pese a ciertos cortocircuitos— amigo de la vida más que de la política.
Yo soy testigo fiel de cómo Martha se desvivía por los más humildes, dejando girones de su vida.
Martha además de su innata honestidad y preocupación por los que menos tienen, poseía una personalidad que la llevaba a no rehuir sus responsabilidades jamás.
Es así que en plena crisis de los deudores, en el año 2002, Martha fue invitada a concurrir a una reunión de deudores en su departamento; ella fue y explicó que el país saldría adelante. Fue la única legisladora que dio la cara y tenía razón, es que Martha respetaba el enojo justificado o no de quien padece una dificultad, pues solía decir: “Soy su representante, tengo que rendirles cuentas”. Raro ver y escuchar hoy en día este tipo de conducta política.
Su eterna sonrisa y su diáfana voz, como también su firme carácter ante la adversidad, son recuerdos imperecederos que intentan consolar a los amigos, correligionarios e incluso adversarios que seguimos esperando que se abra la puerta y entre la Martha a nuestro hogar, para interesarse por la familia amiga, el barrio y el país real, ese al cual los informativos y las encuestadoras pocas veces llegan.
Martha tenía una característica política muy escasa, yo diría rara, era generosa y siempre dispuesta a abrirle las puertas del Partido y de su agrupación a los que quisieran trabajar y crecer, y ello se vio como nunca en la última elección, cuando los jóvenes se ganaron los galones partidarios a puro trabajo, claro, siempre con el sabio consejo de Martha.
La senadora Martha Montaner supo de glorias y sinsabores, pero siempre supo reponerse de ellos, caso casi único de un legislador —y más mujer— que luego de perder la banca en el interior logra recuperarla, como le ocurrió en el 2009.
Por eso, y porque para ella era cuestión de honor, no creo que haya habido mujer más feliz que Martha cuando logró, contra la opinión y la campaña de la mayoría de los medios de prensa y el resto de los partidos de Tacuarembó, el éxito que decían imposible: en octubre del año 2009 la Dra. Martha Montaner recuperó la banca de diputado para los colorados de Tacuarembó y para su lista, la de su padre, la 2215.
La misma, o mayor alegría, me decía que tenía cuando junto con toda su familia veía cómo el 15 de febrero del 2015 asumía con total justicia la banca de diputada su hermana Susana Montaner, con quien habían luchado toda una vida por el Partido y la 2215; y ella asumía —al igual que su padre— la titularidad de senadora de la República, compartiendo bancada con el senador Pedro Bordaberry.
Martha fue madre ejemplar; mujer de carácter firme y convicciones aún más firmes; odontopediatra; lectora y estudiosa voraz; trabajadora incansable en el Parlamento o recorriendo casa a casa los barrios; curiosa como pocas personas he conocido; defensora de los humildes sin preguntar pelo político; brillante parlamentaria; mujer del norte del país que nunca se despegó de su terruño; primera mujer en asumir la máxima representación de un partido político de escala nacional (secretaria general del Partido Colorado) y en desempeñar con brillantez dicha responsabilidad. Pero Martha fue, por encima de todo, una componedora, una constructora de puentes de entendimiento político dentro del partido y entre los partidos, y en especial una amiga para quienes necesitaban cariño en la desgracia.
Estés donde estés, Martha, seguro que si hay un cielo ahí estarás, junto a tus queridos padres, Jaime y Dorita, y tantos amigos con los cuales seguirás haciendo el bien a quien lo necesite. Seguramente en ese cielo serás una estrella que brilla con brillo propio y deslumbrante.
Tu familia está orgullosa de ti, pues fuiste: la hija, la hermana, la cuñada, la madre, la tía y la abuela que supo comprender como don Jaime que la familia es la columna fundamental de una mejor sociedad.
Hoy tus inseparables hermanos de la vida, la diputada Susana Montaner, el Chato Jaime Montaner, Lorena Sala; tus hijos carnales, Agustín, Nicolás y Juan Martín; tus hijos de la vida, Sofía, Jaime, Lucía, Florencia y Joaquín; tus sobrinos, nietos y nietas; amigos; correligionarios de la 2215, y los tacuaremboenses todos te estamos recordando. Porque recordar a Martha Montaner es recordar una mujer que hizo historia, que sacudió multitudes como nadie; sin duda una —si no la principal— de las principales personalidades políticas de Tacuarembó y del Partido Colorado a nivel de la República.
Pero sobre todo, recordar a la senadora Martha Montaner Formoso es recordar a una mujer buena.
Ernesto Castellano Christy
CI 3.389.657-1