N° 2032 - 08 al 14 de Agosto de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSi el hombre como tal estuviera completo, sería muy fácil enumerar sus propiedades para desvelar su arcano, para saber qué es. Podríamos decir: el hombre es un mamífero bípedo que tiene 206 huesos y 230 articulaciones; o también (y esto es más grato): el hombre se define por ser para el perro el mejor amigo del perro.
Ninguna de estas verdades de la ciencia toca, sin embargo, el ser del hombre como tal; seguramente, responden a la pregunta qué es el hombre, pero ni se acercan a satisfacer la pregunta sobre la identidad de ese ente tan singular que somos nosotros. A diferencia de perros y cisnes, cuyas notas definitorias informan acabadamente de su ser, en el hombre las propiedades apenas rozan la verdadera realidad del ser. Y ello por una razón que Heidegger explica de manera luminosa: la existencia del hombre, el Dasein, es apertura, siempre está por ser, deriva su realidad del sentido que asigna a sus elecciones, a su proyección, algo que se despliega en lo que llama el horizonte del tiempo. Por eso es indecoroso mentar propiedades al hablar del hombre como existente específico, sino de existenciarios, es decir, estructuras de la existencia, ámbitos o provocaciones que son inherentes a la existencia.
Estos existenciarios son Ser en el Mundo, Ser Con, Encontrarse-Proyectarse, El Cuidado (Sorge), Ser Para La Muerte. Cualquier Dasein, en efecto, construye un mundo, identifica con significatividad a otros que conexionan con la mundaneidad del mundo producido, toma conciencia de sí y se lanza hacia adelante, se trata de actuar con autenticidad y es consciente de que todas sus decisiones y posibilidades tienen como límite la muerte, el fin de todas las posibilidad, está con la cara vuelta hacia la muerte en todas sus decisiones. Respecto del primero de ellos, el Estar en el Mundo, que es el tema que hoy quiero presentar, Heidegger puntualiza: “¿Qué significa estar en? Tendemos, por lo pronto, a completar la expresión añadiendo: estar en “el mundo”, y nos inclinamos a comprender este estar en como un “estar dentro de…”. Con este término se nombra el modo de ser de un ente que está “en” otro a la manera como el agua está “en” el vaso y el traje “en” el armario. Con el “en” nos referimos a la relación de ser que dos entes que se extienden “en” el espacio tienen entre sí respecto de su lugar en este espacio. El agua y el vaso, el traje y el armario, ambos están de la misma manera “en” el espacio ocupando un lugar. Esta relación de ser puede ampliarse, por ejemplo: el banco en el aula, el aula en la universidad, la universidad en la ciudad, y así sucesivamente hasta: el banco “en el espacio universal”. Estos entes, cuyo estar los unos “en” los otros puede determinarse así, tienen todos el mismo modo de ser del estar-ahí, como cosas que se encuentran “dentro” del mundo. El estar-ahí “en” un ente que está-ahí, el co-estar ahí con algo del mismo modo de ser, en el sentido de una determinada relación de lugar, son caracteres ontológicos que nosotros llamamos categoriales, un género de caracteres que pertenecen al ente que no tiene el modo de ser del Dasein”(cf Ser y tiempo, capítulo segundo, sección 12).
Con el hombre como existente, el Dasein, la solución es diferente. Su Estar en el Mundo no es una relación espacial, sino de significatividad. Por ejemplo: mi escritorio tiene una biblioteca con muchos libros, tiene un ordenador electrónico, tiene sillones, tiene algunas fotos de familia. Nada muy distinto supongo de lo que tendrá el escritorio de otra persona dada a las tareas intelectuales; probablemente, en la casa de todos los aficionados a las mismas inquietudes culturales se encuentren también bibliotecas, sillones, computadoras y no falten, creo, fotos familiares. Para cualquier observador externo, esos conjuntos de objetos están como meros objetos, pero para mí las fotos y los libros que tengo en primer plano y los discos del primer barroco que escucho una y otra vez son únicos; no cambiaría la foto de mi perra o de mi esposa o de mi hija por las fotos de la parentela de cualquier lector que me diga que también tiene libros y fotos en su escritorio. Mi estar en el mundo es, radical y esencialmente, una relación de íntima significatividad; las cosas no están en algún lugar ni son cosas simplemente, sino que forman parte viva de mi existencia, definen el mundo en el que estoy como siendo.
Por lo tanto, digo que mundo es aquello que significa para mí. No es lo dado, sino con lo que y para lo que vivo. Mi elección.