N° 2069 - 30 de Abril al 06 de Mayo de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl movimiento obrero, que mañana celebra su día, tiene una relación directa con la salud pública. No digo esto por el contexto actual del Covid-19. Me refiero al vínculo originario, a lo que pasó entre 1700 y 1731 en Inglaterra, específicamente en Londres.
Primera pincelada: Revolución Industrial. No es solo la invención de la máquina a vapor, el ferrocarril y el surgimiento de la fábrica. Eso sucedió en paralelo con la vacuna contra la viruela, la popularización del uso del jabón, los alcantarillados en la ciudad y los avances en el control de la mortalidad infantil. Consecuencia de esas políticas de salud pública: Londres pasó de 650.000 habitantes a 1.474.069 en solo tres décadas. Agreguemos aquí la inmensa migración del campo a la ciudad en busca de trabajo. Surge el proletariado.
Segunda pincelada: esa Londres pujante e industrial tiene su contracara en la explotación infantil, las míseras condiciones de trabajo, tanto en las minas de carbón como también en las fábricas. Cólera y tifus por las precarias condiciones sanitarias de los barrios que crecían más rápido que la planificación urbana y la salud pública. Alcoholismo y pobreza. Para paliar esas precarias condiciones laborales, que incluían jornadas de 16 horas, los trabajadores imaginaron distintos medios de protestas.
A Ned Ludd, allá por 1779, se le ocurrió patear las máquinas. Muchos creen que este hecho es falso e incluso es discutible la existencia de Ludd, pero lo cierto es que a partir de esta anécdota surgió el movimiento ludista que consistió en una forma de protesta contra la Revolución Industrial y su avance tecnológico. Lo que hacían los obreros era averiar las herramientas de trabajo. Hubo 30 trabajadores condenados a la horca, pero hubo también algunos cambios en las condiciones laborales y salariales.
Tercera pincelada: en vez de enfrentarse a las máquinas, el siguiente paso fue enfrentarse a los propietarios de las máquinas, dueños de los medios de producción, para hablar en la terminología marxista. A pesar de estar prohibido por ley, los obreros británicos comenzaron a reunirse (Trade Unions), produciendo los primeros sindicatos (En otras partes de Europa surgen también grupos solidarios que darán inicio al mutualismo.) En 1824 se les reconoce legalmente derecho a asociarse y en 1864 se les concede el derecho a la huelga. Es interesante notar que este movimiento, llamado cartista, supone introducirse de lleno en la vida política del país. Los obreros ya no solo pedían mejoras salariales sino que bogaban por el sufragio universal, el voto secreto y la transparencia en el Parlamento.
Cuarta pincelada: protestas obreras en los primeros días de mayo de 1886 en Chicago. A raíz de eso, cinco obreros anarquistas fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca el 11 de noviembre de 1887. Uno de ellos se suicidó el día antes. Pasaron a la historia como los Mártires de Chicago. En su memoria nace el Día Internacional de los Trabajadores. Mañana se los recuerda en el mundo entero. La revuelta logró que se promulgara la ley de ocho horas.
Quinta pincelada: 1º de mayo de 2013 en Montevideo. Discurso de Richard Read en el acto del PIT-CNT. Transcribo fragmentos: “A veces joden las palabras y que nos quieran imponer un nuevo léxico, al pan pan y al vino vino. Esto no es una tribuna de amigos, es una tribuna de laburantes. (...) Este micrófono tiene que ser de los que luchan en silencio y de los que mastican bronca. Soy de una generación que se crio sin ver a mi viejo, que se iba a las seis de la mañana a laburar. (...) Qué tipo de sindicato queremos es qué sociedad queremos. No podemos pedir una sociedad con nivel educativo, una sociedad con niveles morales, con ética, con reglas de juego si nosotros no lo implementamos adentro. No podemos estar de acuerdo con el ausentismo laboral, no podemos estar de acuerdo con la gente que no va a laburar, o que va a laburar y la verdad, hace como que va a laburar. No nos mintamos. Es un problema. Yo prefiero ser dirigente sindical de un gremio que no me falta nunca, que la gente labura, que quiere aprender a laburar, que aprenden el oficio, el orgullo del conocimiento obrero frente a la máquina, historia de los anarcos en la historia de la vida. Eso no lo quiero perder. No quiero el atorrante, el vago, el lumpen, eso es el juntavotos, no quiero en mi sindicato eso, quiero laburantes. El mejor sindicato no es el que más huelgas hace, es el que mejor laburantes tiene abajo. Eso es así, eso es clase obrera, eso es mirar a los ‘ñeri’ en la cara y decir: “Vamo arruca, aquí estamos, esto es el sindicato de clase”. Por esto hay que pelear. No fomentemos el lumperío, no fomentemos los desclasados, hay que apoyar a los que luchan, a los que por 8.000-10.000 mangos se levantan a laburar en la mañana. Miran para atrás, ven los guachos durmiendo y salen igual. Qué voy a comparar ese compañero con el que no va los lunes. Está mal. Y hay que decirlo en este micrófono, que es nuestro. (...) Precisamos confiar, precisamos creer, precisamos entusiasmarnos, enamorarnos del sindicalismo, de la militancia sindical, de la política. Muchachos, hagan algo porque la gente crea más. La gente tiene que enamorarse de los proyectos, tomarlos como propios, salir de la modorra...”.
Sexta pincelada: Richard Read renuncia en 2015 a su cargo en el secretariado ejecutivo del PIT-CNT. Cuando uno repasa su encendido discurso de 2013, no puede dejar de pensar que la reflexión que realiza al interior del movimiento está totalmente vigente. Algo está mal, hay una modorra que sigue ahí y que nos atraviesa. La huelga fue históricamente una medida original y riesgosa para conseguir mejoras, pero que hoy forma parte de un extraño statu quo. Los sindicatos están faltos de imaginación y en algunos casos siquiera son representativos, algo tan paradójico como exasperante. Algo está mal.
Séptima pincelada: la semana pasada una brigada del PIT-CNT tapa con brochazos blancos un mural artístico en la ciudad de Montevideo. Pintan encima que “lo urgente es la solidaridad” y “por salarios básicos viva el 1º de mayo”. Nada nuevo bajo el Sol de cuarentena. Al otro día la central sindical pide disculpas al artista. En la carta pública además denuncian ser víctimas de una “evidente estrategia de agresión y aislamiento que hoy sufren las trabajadoras y trabajadores organizados, por parte de sectores hegemónicos de la comunicación y la política”. Una carta para pedir perdón a alguien se vuelve enseguida en una carta para denunciar algo.
No creo que haya una estrategia de agresión y mucho menos que sea hegemónica. Es un lugar común que suena lindo. Pero el problema de la modorra sigue intacto. Hay que ser más creativos. Falta imaginación, entusiasmo y agallas para abandonar viejos muros. Nada tiene que ver el Covid-19 en esto. Las mejoras en las condiciones laborales, que siguen siendo necesarias aunque estemos mejor que en el siglo XVIII, deben ser encaradas desde nuevos espacios: originales, osados, vinculantes, que logren cambios como los que lograron aquellos primeros proletarios ingleses que querían trabajar y aprender.