Nº 2166 - 17 al 23 de Marzo de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo somos tan ilusos de pretender que nuestros lectores tengan presente lo que, respecto de algunos temas concretos, hemos tratado en columnas anteriores. Pero hace algunas semanas, bajo el título de Mal comienzo… ¿buen fin? nos ocupamos de un hecho realmente inusual como lo fue el que nuestros dos equipos grandes habían arrancado con una derrota en la disputa del primer torneo de la presente temporada (algo que no había ocurrido desde el muy lejano año 1939). Y la interrogante allí planteada apuntaba a las dudas de si ello respondía a una situación meramente circunstancial o, por el contrario, era ya el indicio de las dificultades de ambos para evitar que —como había ocurrido varias veces en los últimos tiempos— algún equipo menor se alzara con el primer campeonato del año.
Un rápido vistazo a lo sucedido en las cuatro fechas posteriores demuestra que aquella incertidumbre aún persiste, pues ambos están hoy situados de la mitad de la tabla de posiciones hacia abajo, producto de que han perdido varios puntos frente a sus rivales de turno. Y si en el primer tramo la preocupación fue mayor en tiendas aurinegras (llegó a estar en el fondo mismo de la tabla), su victoria en el clásico marcó un punto de inflexión y los problemas mayores hoy los tiene su rival de siempre, aunque sean apenas dos las unidades que los separan.
Dentro de un panorama preñado de circunstancias muy especiales (entre ellas, el conflicto con la gremial de árbitros, que paralizó por algunos días la actividad), Peñarol sumó una nueva victoria ante Danubio, lo que le permitió dejar circunstancialmente atrás un clima previo de indisimulable tensión. Nacional, en cambio, no pudo hacerlo ante el Montevideo City Torque y debió conformarse con un deslucido empate. Y ello causó alguna preocupación en la directiva tricolor, pero más aún en cierta parte de sus hinchas, que ya mostraron visibles muestras de inquietud ante la ausencia de buenos resultados desde la asunción del actual técnico, Pablo Repetto.
¡Vayamos por partes! Justo antes de que se desatara la reciente crisis referil, el aurinegro logró sacar una agónica victoria, en el siempre difícil Estadio de Jardines del Hipódromo, ya en tiempo de descuentos y por la vía de un penal cuanto menos dudoso (en favor de la cuestionada decisión arbitral, y en ausencia del VAR, cabe decir que el juez estaba inmejorablemente ubicado para sancionarlo). Pero, aparte de los tres puntos obtenidos, el cotejo dejó secuelas que le pueden resultar caras al aurinegro. Entre ellas —la más importante— una seria lesión en el rostro de quien venía siendo su principal figura, Agustín Cannobio, que lo dejará fuera de acción por un lapso muy considerable. A la que se sumaron las de Arias, Menossi y Álvarez Martínez y la suspensión por tres partidos del expulsado Ceppellini.
Nacional, en tanto, varios días después, a causa del ya mentado receso, no supo mantener la justa y mínima ventaja que había obtenido en el primer tiempo ante el M.C. Torque —tras haber jugado uno de sus mejores partidos de la era Repetto— y dejó escapar dos puntos que parecían estar ya seguros en sus manos. Aunque no habremos de detenernos en un análisis pormenorizado del cotejo, hay un par de aspectos que queremos resaltar. Uno favorable, como lo fue la promisoria aparición del juvenil Fagúndez en ofensiva, quien marcó un golazo espectacular; y otro —en sentido opuesto— que fue el sensible y llamativo bajón del equipo en esa segunda etapa, en todas sus líneas, pero especialmente en la defensa. Aunque, por sobre todas las cosas, lo que ha motivado esa ostensible reacción de cierta parte de la parcialidad tricolor es el hecho inocultable de que su equipo aún no haya podido ganar ninguno de los partidos jugados en el Gran Parque Central, que haya perdido 10 de los 15 puntos en juego —entre ellos, los del clásico reciente— y que el nuevo técnico aún no haya podido estabilizar una alineación medianamente confiable.
En cuanto a este último aspecto, es claro que Repetto ha tenido varios factores que le han jugado en contra. Debió rearmar un plantel que por distintas razones quedó abruptamente diezmado y es bien sabido que no es tarea fácil conseguir en tiempo y forma los reemplazos adecuados. Al caso, y en ofensiva, uno de los incorporados, el colombiano Alex Castro, recién pudo debutar oficialmente en esta última fecha (había jugado sí algunos amistosos) por una severa suspensión pendiente de su club de origen. Y otra de las figuras de recambio, el argentino Gigliotti, apenas si pudo jugar unos minutos, pues fue expulsado en dos partidos casi consecutivos. A lo que vinieron a sumarse las recurrentes ausencias de Ocampo (por su pasaje por la selección y varias lesiones) y últimamente la del Colo Ramírez. En defensa, Risso, uno de los que llegara, había dejado una muy favorable impresión en sus primeras presentaciones, pero se lesionó y luego no volvió a ser convocado (apareció el brasileño Coelho ocupando un lugar en la zaga). A la postre, solo el Pumita Rodríguez ha respondido satisfactoriamente a las expectativas, pues ni Cándido ni Almeida han rendido lo que se esperaba. Y, en la mitad del terreno, hubo diversas combinaciones entre futbolistas de diferentes características y de un nivel bastante parejo, sin que ninguna de ellas alcanzara un rendimiento medianamente satisfactorio.
Ello, empero, y a nuestro entender, lo que este equipo hoy demuestra (cualquiera sea la formación que elija su técnico) es la falta de algún “referente”, o sea, un jugador ya maduro y con la experiencia suficiente no solo para aportar su propia cuota futbolística, sino también para servir de apoyo al resto de sus compañeros en las distintas alternativas que suelen presentarse dentro del campo de juego. Para expresarlo más claramente (y aunque esto pueda pesarle al hincha de Nacional que está leyendo esta columna) alguien como Gargano en Peñarol, que no solo cumple bien con su rol específico, sino que trasmite a quienes juegan a su lado la cuota de orden y de tranquilidad necesarias para que puedan mostrarse en su mejor nivel. Los dirigentes de Nacional (y, en cierto modo, también Repetto, que explícitamente avaló lo hecho por aquellos) optaron por desprenderse, previo a conformar el actual plantel, de varios futbolistas con la antes mentada condición, como Bergessio, Polenta e incluso el propio Rafael García. Es cierto que, en algún caso, su rendimiento ya no venía siendo el esperado, pero no tenemos dudas de que, aun así, su tránsito de tantos años en el duro ámbito del fútbol nuestro de mucho le hubiera servido —especialmente a la “camada” más joven— para poder ir afianzando su rendimiento sin tener que absorber el peso de exigencias (como las propias de un equipo grande) a las que aún no están acostumbrados.
¡Por eso lo del título!