Nº 2185 - 4 al 10 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSí, lo admito. He escrito repetidamente acerca de cómo el tango, ya consolidado como expresión musical y poética popular, ha creado, a través del tiempo, obras que reflejan hechos relevantes con impacto en las poblaciones del Río de la Plata que contribuyeron a su nacimiento.
Un amable lector, de modo muy respetuoso, ha puesto en duda esta afirmación. Usó el ejemplo de la crisis económica planetaria desatada en 1929 a raíz de la quiebra de la Bolsa de Wall Street, que causó una desocupación y una pobreza devastadoras. En su opinión, ese episodio, que fue —y me disculpo por la licencia de la comparación— similar a una pandemia como la que estamos soportando, no tuvo en el tango la expresión que, al menos para él, era esperable.
Pues no, no ha sido así.
Creo que el error nace de no advertir el contexto. ¿Quién podría creer, pensando que a comienzos de la década de 1930 el tango aún luchaba contra la marginalidad e inmerso en ella, sus compositores, en particular los letristas, penetrarían en las características del complejo universo de un acontecimiento económico semejante antes que en sus palpables y sufridas consecuencias?
Los temas creados al respecto fueron unos cuantos, pero basta referirse a uno solo para entender mejor qué quiero decir.
Mario Óscar Garelik dejó este testimonio: “En 1932 Celedonio Flores escribió Pan, un tango que narra inmejorable y desgarradoramente la desesperación de un hombre sin trabajo, con su familia pasando hambre por aquella enorme crisis nacida tres años antes, que una noche decide, con una barreta, robar un pedazo de esa harina amasada y horneada”.
Eran tiempos en que no solo se padecían las consecuencias de lo ocurrido en Wall Street, sino también las declaraciones del vicepresidente argentino Julio Roca (h), quien manifestaba en Londres, ¡nada menos!, que “estaría orgulloso de ser una perla de la corona británica”.
Se sabe que la palabra pan, en el lenguaje de los trabajadores, representa la dignidad de ganar lo necesario para vivir como se debe. Por algo, tanto en Uruguay como en Argentina, la religiosidad popular asocia a San Cayetano, entronizado como patrono del trabajo, con el trigo y el pan. Y los ateos, por su parte, recuerdan que uno de los principales libros del teórico anarquista Kropotkin lleva por título La conquista del pan.
Celedonio Flores, con la música de Eduardo Pereyra, fue simple y directo en sus versos, con el dolor a cuestas:
Él sabe que tiene para largo rato, / la sentencia, en fija, lo va a hacer sonar… / Así, entre cabrero, sumiso y amargo, / la luz de la aurora lo va a saludar. / Quisiera que alguno pudiera escucharlo / en esa elocuencia que las penas dan / y ver si es humano querer condenarlo / por haber robado un cacho de pan (…). ¿Trabajar? ¿Adónde? Extender la mano / pidiendo al que pasa limosna, ¿por qué? / Recibir la afrenta de un “perdón, hermano”, / él, que es fuerte y tiene valor y altivez…
Hay un análisis interesante de esta letra, desarrollado por Conrado de Lucía: “El autor concluye su relato con pinceladas duras, frases breves y cortantes que describen la viril pena del hombre honesto al que la cárcel ha sumado un padecimiento más. Este tango, centrado en la tremenda crisis de comienzos de la década de 1930, hoy vuelve a tener vigencia, y no por integrar el repertorio de algún intérprete famoso sino porque los pueblos trabajadores de nuestros países, aunque por razones distintas a las de hace un siglo, vuelven a soportar desocupación y pobreza”.
Todo esto me lleva a recordar que el arte popular, y en especial el tango, son parte de nuestra cultura y reflejan y denuncian los dramas cotidianos que vivimos. Cada artista a su manera y en el contexto de su tiempo.
Cátulo Castillo, al asumir como director nacional de Cultura de Buenos Aires hace más de 50 años, declaró: “La cultura o es popular o no es nada. Cuando se la reivindica como patrimonio exclusivo de una minoría que desprecia al pueblo, se le niega a este no solo el pan que necesita para vivir de forma digna, sino también su indispensable alimento espiritual”.
No sé si he respondido satisfactoriamente a mi interlocutor, pero Pan ha resistido al tiempo, aunque hoy se le interprete muy poco, y eso quiere decir mucho: Sus pibes no lloran por llorar, / ni piden masitas ni chicles, señor; / sus pibes se mueren de frío / y lloran hambrientos de pan…