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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa Sociedad de Cirugía del Uruguay cumplió su 100 aniversario el pasado 10 de noviembre 2020. Es un hecho de importancia para el país la existencia de una institución científica de especialistas que haya mantenido en forma sostenida su actividad de educación profesional y de conseguir condiciones laborales adecuadas para llevar adelante la mejor práctica de su oficio en beneficio de los pacientes y ser una de las más antiguas instituciones de este tipo en Latinoamérica.
Esto es sin duda un acontecimiento para la comunidad médica y científica, pero es interesante para todos poner la mirada en los orígenes de esta sociedad. En un país aún profundamente dividido y curando sus heridas de las guerras civiles y como respuesta a un ambiente quirúrgico de encierro científico y hostilidad académica y personal, dos jóvenes emprendedores —los Dres. Carlos Stajano y Manuel Albo—, sobre la base de la tolerancia, el diálogo franco y el respeto por el libre juego de las ideas como motor de desarrollo intelectual y técnico, convocaron a las cuatro cátedras de cirugía de la época, que funcionaban todas en el Hospital Maciel, a la fundación de una asociación de cirujanos que rápidamente se consolidaría en la Sociedad de Cirugía del Uruguay.
Pero el motivo de esta carta no es hacer conocer la historia, sino dejar como punto inicial de una reflexión los valores que la originaron, los cuales conserva e impulsa esta institución porque aún son socialmente imprescindibles.
Un colectivo —cualquiera sea el motivo que lo convoque— tiene en principio objetivos comunes, que en una sociedad sana usualmente apuntan al desarrollo personal de sus integrantes y a realizar un aporte al crecimiento de toda la comunidad buscando las mejores condiciones para el ejercicio de sus acciones y un impacto de beneficio social. Una asociación científica tiene conceptualmente esa misma misión.
Esto hace imprescindible que su actividad se lleve adelante en un ambiente con determinadas reglas, que Stajano definió muy claramente desde su convocatoria: “Partimos de la base de que la guerra no es propicia para la obra constructiva y que solo lo son la paz fecunda, las ideas nobles y los afanes de superación”, ya que “nuestra sociedad es a la vez que caja de resonancia técnica de nuestros cirujanos una verdadera escuela moral de hombres”. Es la cirugía —por su propia esencia— una disciplina cuyos aspectos técnicos, el manejo de las decisiones y pilar de su buena práctica están profundamente impregnados por las reglas de los valores morales. Esta es la importancia de tener una institución que los promueva, los regule y los impulse.
Hoy es imprescindible retomar la cultura de discutir en profundidad las ideas, pero esta debe ser conducida con respeto por las personas, la tolerancia en el disenso y aceptar que la exposición de las mismas sea sometida al espíritu crítico del colectivo, el que a su vez actuará buscando el progreso y la innovación —en este caso— técnica e intelectual; en definitiva, se trata de ejercer un proceso de educación y progreso basado en valores. Seguramente esto ha sido la base que justifique los 100 años de existencia de la Sociedad de Cirugía del Uruguay y que pueda aceptarse su visión: “Forjamos la historia, evolución y desarrollo de la cirugía”, como luce en su medalla conmemorativa.
En buen romance, cualquier actividad social se debe desarrollar en un clima ético que será el único sustento a largo plazo que la sostenga frente a las oscilaciones que el futuro le imponga… Y este es un ejemplo de los que necesitamos hoy impulsar.
Luis Ruso Martínez
CI 1.299.662.3