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    Tasas más altas, ¿complicaciones crecientes?

    N° 1966 - 26 de Abril al 02 de Mayo de 2018

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    Finalmente, esta semana la tasa de los Bonos del Tesoro estadounidenses (Treasuries) a 10 años de plazo superó el 3%, el nivel más alto desde comienzos de 2014. Si logra ubicarse por encima de 3,05%, habrá que remontarse a julio de 2011 para encontrar un máximo de la tasa que sirve como referencia (benchmark) para los mercados financieros internacionales, lo que muy probablemente sea considerado como un indicio más del fin de la época de políticas monetarias superexpansivas aplicadas por los principales bancos centrales del mundo desde fines de 2008.

    En un mundo donde —como señalara la semana pasada el Fondo Monetario Internacional— el endeudamiento global está a niveles récord, y los precios de los activos financieros aparecen en la mayoría de los casos totalmente divorciados de sus fundamentos, el alza de las tasas de interés tendrá impactos tanto a nivel financiero como de la economía real; la dinámica de dichos efectos dependerá, por un lado, de la velocidad a la que suban las tasas de interés y, por otro, de qué tanto pueda continuar el actual buen momento que viene mostrando la economía internacional.

    Por ahora, la expectativa predominante es la de que la suba de las tasas se dará de manera gradual, con lo que en la medida de que se cumplan las previsiones de un crecimiento de la economía mundial en torno a 4% tanto para este año como para el que viene, no habría que esperar mayores sobresaltos en los mercados financieros, más allá del inevitable incremento de la volatilidad. El gran riesgo es que aparezcan señales de mayor inflación en los próximos dos a tres meses (por ejemplo, por la suba reciente que han tenido los precios de los metales y el petróleo, o porque finalmente los salarios nominales comienzan a subir más aceleradamente ante la situación de virtual pleno empleo que se vive en Estados Unidos), y ello lleve a los inversores a recalibrar sus expectativas respecto a la velocidad con la que la Reserva Federal (Fed, por su sigla en inglés) estadounidense va a subir las tasas de interés en los próximos trimestres. Dado que, además, la ampliación del déficit del gobierno federal implicará una mayor oferta de bonos, y que la Fed está en un proceso de reducción gradual de sus tenencias de activos, ello podría poner una significativa presión al alza sobre las tasas de interés de largo plazo.

    Sea de manera gradual (el escenario más benigno) o de forma más acelerada (el escenario más negativo), el contexto más probable apunta a una suba de las tasas de interés en los mercados internacionales. Ello repercutirá de manera directa e indirecta sobre la marcha de la economía y de los mercados financieros a escala local y regional, como de hecho se ha comenzado a observar en estos días.

    Argentina es el país que aparece como más vulnerable si se da un alza rápida de las tasas de interés y una reversión súbita de los flujos de capitales, dado que la estrategia de política económica gradualista que está aplicando el presidente Mauricio Macri depende de financiar con deuda externa el desequilibrio fiscal y de cuenta corriente, así como para sostener el creciente atraso cambiario en pos de conseguir reducir la inflación. En la actualidad, el déficit de cuenta corriente de Argentina supera con holgura el 5% del Producto Bruto Interno, el nivel más alto desde la época de la “convertibilidad”. No es casualidad que esta semana el Banco Central argentino haya tenido que salir a vender cantidades significativas de dólares para evitar un alza mayor del tipo de cambio, ante el cambio de humor de los inversores que decidieron volver a dolarizar sus carteras ante la suba de la tasa de interés en Estados Unidos.

    Brasil, por su parte, está a priori en una situación relativamente más cómoda tanto a nivel del sector externo (el déficit de cuenta corriente en los 12 meses a febrero fue de solo 0,4% del PBI, que además resultó mucho más que financiado por el ingreso de capital por inversión extranjera directa por el equivalente a 3,1% del Producto) como en materia de inflación (lo que le permite aplicar una mucho mayor flexibilidad cambiaria, teniendo de todas maneras más de US$ 382.000 millones de reservas internacionales).

    Finalmente, en el caso de Uruguay es cierto que el sector externo no aparece como una restricción relevante en la actualidad (de hecho, en 2017 el país obtuvo un superávit de cuenta corriente de unos US$ 930 millones, equivalente a 1,6% del PBI). Pero son bien conocidos los problemas en materia fiscal (donde a pesar de sucesivos “miniajustes” aplicados desde el inicio de 2015 a la fecha, el déficit global se mantiene en 3,5% del PBI); en el mercado de trabajo (con la pérdida de más de 42.000 empleos desde fines de 2014, a pesar de que la economía continuó creciendo); y a nivel de competitividad, al tiempo que la inflación en el techo del rango meta de las autoridades también es una restricción que puede ser relevante en cuanto a la capacidad de seguir a los vecinos si es que el dólar en la región se “escapa” al alza por un deterioro de las condiciones internacionales.

    En definitiva, todo parece indicar que la suba de las tasas de interés internacionales pondrá a la región ante dificultades crecientes en el futuro, particularmente si ello se da de manera muy rápida, más allá de que ello hoy por hoy no luce como lo más probable.