• Cotizaciones
    sábado 03 de mayo de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Teletrabajo: una ley innecesaria

    Nº 2139 - 9 al 15 de Setiembre de 2021

    “El derecho siempre corre de atrás a la realidad”. Esta es una frase que aprendés durante los primeros días en la Facultad de Derecho y significa que los particulares son mucho más creativos y capaces de regular las relaciones entre particulares antes de que venga el Estado a tratar de encorsetar esa realidad a través de leyes, decretos y regulaciones (muchas de ellas absurdas).

    Durante la pandemia, los particulares (empleadores y trabajadores, clientes y proveedores, alumnos y docentes) han llegado a tan buenos acuerdos, ganar-ganar, que más del 70% de los “explotados” trabajadores no quieren volver a las oficinas y prefieren seguir siendo estrangulados por sus abusadores empleadores, pero ahora desde nuestro propio hogar. Entonces, ¿para qué regular lo que ya está —de hecho— más que bien regulado?

    El teletrabajo no surge durante la pandemia. Ya en el año 2003 (¡hace casi 20 años!) organicé junto con mis colegas de Magna Alumni (la asociación de posgraduados de la Universidad ORT) un evento donde profesionales del estudio del arquitecto Carlos Ott explicaron cómo desarrollaban proyectos y ganaban clientes en lugares tan lejanos como Dubái, Tierra del Fuego, París, Emiratos Árabes, Canadá o China.

    La ley aprobada fue elaborada con una mentalidad del siglo XIX para ser aplicada en el siglo XXI. Parte de varios conceptos errados (desde siempre) y que ahora son más errados aún: que el trabajador es la parte “débil” de la relación; que el trabajador es tan tonto que no sabe lo que realmente necesita y por lo tanto el Estado deber “protegerlo”; que considera al trabajador como un mero “engranaje” de un proceso productivo al que hay que pagarle por “hora”, como si fuera un taxi, una máquina que se alquila, y no ser evaluado por resultados, ni por aportar ideas o sugerir mejoras.

    Cada vez va a existir menos el concepto de relación de dependencia. A los jóvenes le da alergia el solo pensar que van a trabajar toda la vida en la misma empresa, cosa que era el summum hace 50 años, donde el gran “orgullo” de un trabajador era recibir un reloj de oro cuando se jubilaba luego de 35 años de trabajo en el mismo lugar. Hoy los millennials prefieren matarse antes que repetir el modelo laboral de sus abuelos o sus padres.

    La ley pone todo el costo de trabajar desde el hogar en el empleador: pagarle la Internet (como si el trabajador no tuviera una conexión en su casa para mirar Netflix o pasarse horas en Instagram o Tik-Tok), comprarle una silla y escritorio “ergonométrico” (como si hoy no se pasara esas miles de horas jugando al League of Legends sentado sobre un cajón de verduras), y así podemos continuar con medidas de seguridad como si se quema tomando mate en su casa durante el horario laboral, ¿es un accidente de trabajo o es un descuido que cometió por apurado, torpe o distraído?

    Nada dice la ley de los innumerables beneficios que tiene el teletrabajador (y por eso más del 70% no quieren volver a la oficina), como ser: despertarte 15 minutos antes de empezar la jornada y no dos horas antes; no tener que gastar dinero en traslados ni perder 40 horas mensuales arriba de un auto o bus (una hora para ir, otra para venir, por cinco días, por cuatro semanas = 40 horas); no gastar ropa ni dinero en comidas fuera del hogar; poder llevar e ir a buscar a los hijos a la escuela; echarse una siestita en su cama y con su almohada; trabajar de camisa y corbata (por arriba) y en pijama y pantuflas (por abajo). Y la lista de beneficios puede continuar.

    Yo, realmente, hubiera aceptado un salario menor si me hubieran permitido trabajar a distancia y evitarme todos estos sinsabores. Pero para los legisladores, yo, como empleado, soy una “víctima” y me tratan como a un niño inmaduro incapaz de poder negociar mis condiciones laborales propias, ajustadas a mi talla y medida. Nada de individualismo. Nada de “el contrato es ley entre las partes”. ¡¿Pero acaso no se dan cuenta de que el que está más feliz que perro con dos colas soy yo como teletrabajador?!

    Para terminar, veamos cómo un liberal resuelve esto sin el Estado. Ayn Rand, la maravillosa filósofa y autora de El manantial y La rebelión de Atlas, trabajó un tiempo como guionista en Hollywood para Hal Wallis, productor —entre otras— de la película Casablanca. Era un jefe que la atosigaba y exigía plazos muy breves y no le daba “derecho a la desconexión”. Pero Ayn Rand, en vez de recurrir al sindicato, al juez, a la ley o al piquete, prefirió escribirle esta carta a su jefe, de la que extracto algunos párrafos y el texto completo pueden leer en el link1:

    “19 de marzo de 1946. Estimado jefe: Este no es un acuerdo legal, solo moral. Estas son las condiciones de trabajo que necesito para hacer honestamente el mejor trabajo posible: 1. Tiempo para estudiar un proyecto antes de aceptarlo y no ser lanzada a uno de forma inesperada y repentina. 2. Una larga y detallada reunión a solas contigo antes de empezar un guion, durante la cual me expliques de la forma más completa posible tu idea y cómo piensas abordar la historia. 3. Que no haya plazos semanales mientras estoy trabajando en un guion, dejando a mi criterio el entregar una secuencia tan pronto como la termine. 9. Siempre que tengas algo importante que decirme (como el sábado pasado), por favor, dímelo personalmente, no a través de una tercera persona. 10. Si en algún momento estás disgustado por mi actitud personal o sientes que no estoy siendo razonable, o que me estoy volviendo difícil, temperamental o arrogante, por favor, llámame inmediatamente y dímelo, para evitar que un malentendido surja a partir de lo que una conversación podría haber corregido. Si esto cuenta con tu aprobación, creo que ambos estaremos contentos y que los resultados se reflejarán en mi trabajo”.

    ¿Cree que usted y su jefe son los suficientemente maduros, asertivos y razonables como para llegar a este tipo de acuerdos, o necesitan de “Papá Estado” para que les haga chas chas en la cola?

    Usted decide. Y de su decisión dependerá si la ley aprobada es necesaria o no lo es.