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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa libertad de expresión ¿tiene límites? Tras el sangriento, injustificable, deplorable y aberrante ataque al semanario francés “Charlie Hebdo”, del que mucho se ha hablado esta semana y del que todos los que consideramos trabajar y vivir del ejercicio de la libertad de expresión y del pensamiento —informando, analizando y opinando sobre los aconteceres del mundo—, y tras la polémica que ha encendido el hecho de si los periodistas del semanario francés cometieron o no un exceso al publicar caricaturas que podían ofender a un sector del público, nos preguntamos: ¿hay límites a la libertad de expresión? ¿Tenemos la capacidad para restringir una libertad? Y si es así, ¿quiénes tienen esa capacidad para restringirla? Y si lo hacemos, ¿seguimos teniendo absoluta libertad para expresarnos?
Se trata de un planteo filosófico, ético, real y que nos compete a todos saberlo, sobre todo a quienes nos consideramos periodistas; a los que vivimos del ejercicio de nuestro trabajo y que justamente trabajamos con responsabilidad en el uso al extremo de esa condición innata que tiene, o al menos debería tener, todo ser humano, como es la libertad de pensar lo que uno quiera y expresarlo de la forma que considere hacerlo, haciéndose cargo, claro está, de lo que uno dice y hace, y allí ya me estoy adelantando a una de las respuestas que pretendo dar en este planteo sobre el asunto.
Cuando los caricaturistas de “Charlie Hebdo” denunciaban a través de sus viñetas los hechos más viles y lamentables de los problemas mundiales, elegían esa manera de hacerlo, gozando plenamente de su capacidad de expresarse libremente en el mundo en el que vivimos y también gozando de las garantías que les da el sistema para poder hacerlo. Porque la libertad de poder dibujar a Mahoma, al Papa o a un rabino, denunciando cómo eran representados estas figuras en las masacres de toda índole que se hacían en nombre de Dios, de las religiones, de los profetas y, peor aún, en nombre de la libertad, era la única arma con la que contaban los periodistas: denunciar a través de sus viñetas.
La libertad de expresión no debe y no puede nunca, jamás, tener límites. De lo contrario, no podemos decirnos libres, porque estaríamos poniendo cortapisas, censuras y justamente no ejerciendo la libertad para decir las cosas que queremos decir. Hay un concepto que comparto y que viene a colación de todo esto, que dice que “la libertad es una responsabilidad que debemos saber administrar”. Justamente, mi libertad de poder expresarme no puede ser limitada aun en el caso que ofenda. Y en el caso de que eso llegue a suceder, los ofendidos tienen la libertad de contestarme, insultarme, ridiculizarme y hasta llamar a la directora del diario en el que trabajo para que no publique más ni una sola línea de lo que escribo; como ya pasó varias veces con muchas personas que integran asociaciones importantes de empresarios locales, o que serán incluso futuros ministros, o que manejan parte del sistema de salud privado de la ciudad, y que pretendían con esto acallar mi voz, ergo, quedarme sin trabajo.
Pero tienen la libertad de hacerlo, de quejarse, de enojarse, de molestarse, de enviar una carta como hizo un diputado que ahora no repite y creo que no lo hará más, de llamarme “infantil escriba”, son opciones siempre dentro de la libertad que ellos tienen de responder a mi libertad de poder escribir. Por eso la libertad de expresión no debe tener límites, porque de lo contrario no sería libertad; sería censura. Un referente del periodismo norteamericano y profesor de periodismo en la Universidad de California, Lowell Bergman, dijo: “la libertad de prensa existe para los dueños de los medios, que son los que deciden qué es lo que se publica y qué es lo que no se publica; ellos tienen la libertad de prensa”. Pero en todo caso, con toda la autocensura que los dueños de los medios decidan imponerse para poder sobrevivir en el mundo económico o por ser “políticamente correctos” con el poder económico y político, aunque suene paradójico, lo hacen dentro de su concepto de libertad. Esa, por más limitada que sea, es su libertad, en la que ellos eligen vivir.
“Charlie Hebdo” tenía la suya. Ellos creían en la libertad en su máxima expresión, siendo transgresores, atrevidos (porque se atrevían a hacer lo que nadie hacía) y eran luchadores de la libertad, porque tras sufrir dos ataques terroristas podían haberse callado la boca, venderse al poder de turno, olvidarse de caricaturas que denuncian la barbarie que hacen los yihadistas en nombre de Alá y del Corán, y nunca renunciaron a eso porque estaban convencidos de que ese era el sentido de su trabajo: denunciar lo que pasa con libertad. ¿O alguien es tan burdo para pensar que hacían caricaturas para tomar el pelo sin motivo alguno? Denunciaban que en nombre del Corán, mataban gente, cuando ningún Dios, ningún libro sagrado, ni ninguna religión, pide o exige semejante cosa. Es como cuando los militares dieron un golpe de Estado en el Uruguay, socavaron las libertades y suprimieron las garantías del pueblo por 12 años donde tomaron el poder por las armas, y dijeron que lo hacían en nombre de la libertad. Por eso, “el Goyo” y sus cómplices están presos y así van a terminar.
Nadie puede matar en nombre de la libertad, porque la libertad no quiere silencios ni voces que se callen, exige denuncias, confrontaciones y debates. Lo que denunciaban los heroicos periodistas del “Charlie Hebdo” era eso, las barbaries en nombre de Alá y lo dibujaban ridiculizando a los extremistas por hacer lo que hacían pero estos enfermos mentales no soportaron la burla y fueron contra la vida, acaso el bien más preciado que tiene la humanidad, que es lo único que nos permite vivir en libertad, porque basta con estar vivo para elegir el camino que queremos llevar.
Respondo a las interrogantes que planteo líneas arriba: nadie puede limitar la libertad de expresión. Nadie puede o tiene la capacidad de ponerle coto, solamente el sistema organizado, que en el caso de la sociedad en la que vivimos es la Justicia, que dice que si uno ofende a otro por su forma libre de opinar y el otro se enoja, este puede hacerle un juicio o hacerle la misma burla o crítica, en forma pública, usando al máximo su libertad de pensar y parecer para responder. Pero nadie le va a quitar esa libertad de decir lo que piensa, ni al ofendido (si es que los hay), ni al ofensor, porque así es la libertad, libre para ejercer la manifestación del pensamiento, porque solo de allí surgen las verdades.
En cambio, si hubiera límites a la libertad donde se prohibiera decir ciertas cosas, o no permitiendo que alguien manifieste su pensamiento, viviríamos en el mundo de la mentira, de la mezquindad y del engaño, donde todas las verdades serían a medias y la libertad que “Charlie Hebdo” ejercía como ningún otro, sería un extremo imposible, algo que a mi juicio debemos defender.
Hubo reflexiones de todo tipo con respecto a lo que pasó, pero me quedo con algunas de ellas que son las que comparto plenamente. El gobierno uruguayo expresó “su más firme apego a los valores de la tolerancia, la libertad de expresión, la paz y el derecho como principios irremplazables para asegurar la convivencia entre pueblos y naciones del mundo”.
La organización Reporteros Sin Fronteras exhortó a los medios de todo el mundo a publicar las caricaturas de la revista “en respuesta” al atentado del miércoles. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) condenó el “acto de barbarie”. Claudio Paolillo, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP y director del semanario Búsqueda de Montevideo, sostuvo que “la sátira y el humor son géneros que pueden resultar más mordaces que otros dentro del periodismo, pero de ninguna forma pueden servir para justificar acciones violentas y detestables ni censuras más sutiles. Las caricaturas, la sátira, el humor, así como cualquier otra vertiente de expresión artística, son expresiones humanas y derechos que deben ser protegidos por ley y por la Justicia”, agregó.
La columnista Amy Davidson, de la revista “The New Yorker”, escribió: “La sátira era la misión de ‘Charlie Hebdo’. Hubo tiempos en que el gobierno francés le pidió a la revista que se contuviera, pero la revista siguió siendo ella misma, que es lo que uno desea para una prensa libre”. “El Jueves”, una publicación humorística española que sigo con frecuencia, escribió: “Se equivocan quienes quieran limitar el sangriento atentado a un ataque a la libertad de expresión y a la sátira, pues es algo mucho más grave aún: estamos ante un ataque a la civilización misma, que tantos siglos nos ha costado conseguir”. Joe Randazzo, exeditor de la revista satírica estadounidense “The Onion”, escribió: “La sátira siempre debe acompañar a cualquier sociedad libre. Es una necesidad absoluta. Incluso en los reinos medievales más represivos entendieron la necesidad del bufón de la corte, la única alma autorizada a decir la verdad por medio de la risa”, afirmó. “La sátira siempre tiene que empujar, empujar y empujar los límites de la sociedad para ver cuánto ha crecido”. Ingrid Beck, directora de la revista argentina “Barcelona”, escribió en Twitter: “Sobre si replegar o doblar la apuesta en casos como el de ‘Charlie Hebdo’, siempre pienso en doblar la apuesta. Pero claro, yo estoy viva”.
Stéphane Charbonnier, asesinado en la masacre del 7 de enero, expresó el 19 de setiembre de 2012 en ocasión de otro ataque a la revista: “si nos planteamos la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si es peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos representar a los musulmanes y después nos preguntaremos si podemos sacar a los humanos...y al final no sacaremos nada y el puñado de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrán ganado”. Por último, Vargas Llosa, el premio Nobel peruano, escribió esta semana en “El País” de Madrid: “Occidente debe tener clara conciencia de que hay una guerra que enfrentar: sin vacilaciones, sin complejos de inferioridad, porque está en peligro la esencia misma de la cultura de la libertad”.
Si no seguimos perderemos esa guerra y no podemos permitir que eso suceda. ¡Viva la libertad de expresión!
Hugo Lemos
Salto