Nº 2216 - 9 al 15 de Marzo de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace casi un mes, el senador del Partido Colorado Germán Coutinho reabrió un debate estratégico importante para los partidos de la coalición. En un reportaje en la diaria, afirmó que “la coalición llegó para quedarse”, que “tiene que seguir avanzando”, y remató su argumento diciendo que “hay que hacer el Compromiso por el País antes de octubre”. A fines de febrero, entrevistado por Emiliano Cotelo, fundamentando esta conclusión, recordó que los partidos que hoy integran la coalición de gobierno tuvieron un “gran octubre” pero “un noviembre muy complicado” (“terminamos ganando la elección por un punto”). Según el exintendente de Salto, para mejorar el desempeño en el balotaje, los partidos de la coalición deben encontrar puntos de acuerdo antes de la segunda vuelta. El asunto es del mayor interés. Comparto el diagnóstico, pero no la conclusión.
Coincido con Coutinho en que la tardía conformación de la coalición conspiró contra la votación de Luis Lacalle Pou en la segunda vuelta. Durante los meses previos a la elección nacional, una vez que quedó de manifiesto que había aparecido un partido nuevo en torno a la figura del excomandante en jefe del Ejército, general Guido Manini Ríos, la tensión entre cabildantes, de un lado, y colorados e independientes, del otro, fue muy notoria. Ni Ernesto Talvi ni Pablo Mieres ocultaron su desconfianza hacia el recién llegado. Por el contrario, en el marco de la competencia hacia octubre, se ocuparon de explicitarla sin ahorrar ni sustantivos ni adjetivos. La grieta fue grande. Los socios de la coalición recién lograron mostrarse juntos y posar en la “foto de familia” cuando faltaban menos de tres semanas para el balotaje. Esto facilitó el trabajo de la potente maquinaria militante frenteamplista, desde el momento en que le restó credibilidad a la coalición y potencia a la candidatura presidencial que la encarnó. Por esa grieta se filtraron muchos votos que fueron a parar, en noviembre, a la candidatura de Daniel Martínez.
Paso a explicar mi discrepancia. Para mejorar su desempeño electoral en un eventual balotaje, los partidos de la coalición deben enviar señales de convergencia antes de noviembre. Pero, para lograr este objetivo, no precisan ponerse antes de tiempo el corsé de un programa único. A los partidos de la coalición les conviene tener perfiles distintos, énfasis diferentes, desde la derecha hasta el centro. Una de las razones por las cuales el Frente Amplio (FA) tuvo un desempeño tan magro en octubre fue, precisamente, la variedad y atractivo de la oferta de los demás partidos. Los adversarios del FA no solamente se distinguían entre sí por las características personales de sus candidatos. Más allá de las coincidencias básicas que les permitieron firmar (primero) e instrumentar (después) una plataforma de gobierno común, tenían énfasis programáticos distintos y discursos electorales diferentes. La propuesta de elaborar un programa común mucho antes del balotaje puede achicar más de lo necesario el “rastrillo electoral”.
Desde mi punto de vista, existe otra forma de resolver el problema de enviar hacia el electorado señales de convergencia durante todo el 2024 sin meter a los partidos de la coalición en el lecho de Procusto de un programa único formulado demasiado tempranamente. Los partidos de la coalición de gobierno podrían, durante el primer semestre del año que viene, ratificar su voluntad de volver a gobernar juntos firmando un compromiso político muy sencillo de apenas tres puntos. Deberían comprometerse públicamente a (i) apoyar al candidato a la presidencia más votado de ellos en el balotaje, (ii) formular un programa de gobierno similar al Compromiso por el País de cara al balotaje y (iii) facilitar la implementación de ese programa dando gobernabilidad al nuevo gobierno. Este esquema, desde mi punto de vista, minimiza la incertidumbre respecto al futuro al ratificar la voluntad de los socios de volver a cooperar, y abre espacio para que los partidos de la coalición compitan entre sí y desplieguen las diferencias de forma y fondo.
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La cuestión programática tiene, de todos modos, otra dimensión que no fue abordada durante la polémica generada por las declaraciones del senador Coutinho. Todos los partidos enfrentan un gran desafío en el terreno sustantivo. Y este desafío es especialmente complejo para los partidos de la coalición de gobierno. Si tuviera que resumir al máximo diría que ganaron la elección de 2019 prometiendo, en esencia, “ley y orden”. Para vencer en 2024 deberán ir bastante más lejos. Los electores, incluso cuando tienen buena opinión de una gestión de gobierno, reclaman novedad. Rara vez se conforman con más de lo mismo. Si la coalición de gobierno aspira a ser reelecta, tendrá que ser capaz de ofrecer cambio, además de continuidad.
Las caras nuevas, al menos en teoría, pueden ayudar a volver más creíble la promesa de novedad. Pero el contenido específico del discurso político es todavía más importante que el perfil concreto de las candidaturas. Quiero ilustrar este argumento con dos ejemplos. ¿Cuál será el discurso de los partidos que han integrado la coalición de gobierno en relación con el vínculo con la oposición? Más allá de las palabras, en los hechos, prevaleció en el gobierno que lidera el presidente Luis Lacalle Pou un estilo confrontativo. El diálogo gobierno-oposición casi siempre brilló por su ausencia, y no solamente por responsabilidad del FA. Acá hay mucho espacio para la novedad. La gran pregunta es quién o quiénes están en condiciones de hacer un discurso de concordia nacional que pueda resultar creíble.
El segundo ejemplo refiere a la economía. ¿En qué términos formularán sus propuestas de política económica los partidos de la coalición? También aquí hay mucho espacio para algo nuevo. El actual gobierno privilegió poner en orden las cuentas, favoreciendo el ambiente de negocios. Sin embargo, el desastre de la pandemia puso en evidencia como nunca antes el lugar de la ciencia en el desarrollo nacional. Aquí hay mucho espacio, insisto, para un enfoque económico novedoso. Por cierto, aunque no ha sido prioridad para ningún gobierno, desde 1985 en adelante, poco a poco, se han ido poniendo algunos de los principales cimientos de la Economía del Conocimiento. Falta saber si los partidos de la coalición están dispuestos a darle a este tema otro volumen durante el año que viene.