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El encuentro está agendado para el jueves 7 a las 16.20. La japonesa Mami Ohki espera en la puerta de la carpa de entrenamiento, en el extremo sur del pequeño pueblo que el Cirque du Soleil montó en el Faro de Punta Carretas. La lluvia, el frío y el viento no aflojan. Pero en el interior ya no es Montevideo. No importa en qué ciudad se iza la carpa, adentro todo es siempre igual. En el centro, un grupo de trapecistas practican en ese subibaja que en circo se llama teeterboard. Mami pide silencio mientras los cuerpos quedan suspendidos en el aire. Uno, otro, uno, otro. Nada más importa en esos instantes de antigravedad. Hay colchones en toda la sala. Grandes, medianos y pequeños. En una esquina, percheros repletos de trajes y un gran armario lleno de zapatos y zapatillas. Abundan lentejuelas coloridas y telas satinadas. Lara Jacobs Rigolo se acomoda en la butaca frente al espejo, y el estilista encargado de su peinado comienza su trabajo. En 2010 fue contratada por el Cirque du Soleil para hacer Balance Godess, el acto que se roba el espectáculo que la compañía canadiense presenta en Montevideo hasta el domingo 17.
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Durante 15 electrizantes minutos, la artista nacida en Suiza hace 35 años arma una estructura con 15 ramas de palmera que se apoyan sobre sí mismas y conforman una red que se autosostiene. El acto deja sin aliento y logra el máximo pico de tensión y sorpresa bajo la carpa. Finalmente, al quitar la pieza más pequeña, todo se derrumba. Este número fue creado hace 20 años por su padre en su propio circo, en un teatro pequeño de Wattwill, en la Suiza alemana. “Su especialidad es inventar nuevos actos desde la nada, le apasiona tomar el riesgo y hacer cosas nunca vistas. Con este acto le llevó 15 años ser reconocido. A veces, para valorar lo que tienes enfrente, necesitas que otro te lo diga”, contó Jacobs a Búsqueda. Y siguió adelante.
—No lo sé, ¡está loco! (ríe) Él simplemente inventa. Tú le das algo y él lo transforma en otra cosa insospechada. Es su naturaleza, la llave está dentro de su cerebro.
—¿Y usted por qué lo eligió?
—Yo no lo hice (ríe)
—¿El acto la eligió a usted?
—Así es. Cirque du Soleil estaba interesado en el número y mi padre no quería embarcarse en una gira mundial. La compañía le compró la licencia y comenzaron a buscar a un artista que fuera capaz de hacerlo. Yo estaba viviendo en Nueva York, donde hacía números de equilibrismo en cuerda tensada (tightwire), y fui al casting a Montreal. ¡No tenía ni idea de cómo hacerlo! (ríe), mi padre nunca me lo había enseñado. Hasta ese día nunca lo había pensado. Lo había visto muchas veces y mi cuerpo estaba preparado por el equilibrismo y la danza. Creo que esas ventajas me ayudaron a conseguir el trabajo más que ser la hija del inventor (ríe).
—¿Pudo practicar antes?
—No. Nadie pudo, no teníamos las ramas. La prueba era intentarlo, ensayar, probar en tiempo real y aplicar algo de física básica. Confiaron en lo que vieron. No tenían otra opción, se impuso la intuición. Ellos saben apreciar cuándo alguien tiene potencial.
—¿Qué tipo de ramas usa?
—Ramas de palmeras, de cocoteras o de los dátiles, sin las hojas. Tienes que conocer muy bien tus ramas, saber cómo se distribuye su peso. Hay mucha matemática en esto. Las conozco como a mis propios huesos. Son mis bebés (ríe). Algunas son malvadas y hacen lo que quieren, especialmente cuando llueve. La humedad cambia el peso, por eso no sirve poner marcas en las ramas. Cambia todo el tiempo (ríe). Y el más mínimo viento es mi peor enemigo. Lo que realmente ayuda es controlar la respiración para estar relajada y amplificar mis movimientos. Hay 2.500 personas ahí y tenés que llegar hasta el más lejano.
—¿Cómo compuso la puesta en escena?
—La coreografía, la construcción del personaje y el diseño de vestuario, peinado y maquillaje tomó unos cuatro meses de ensayo en Montreal (sede central del Cirque). El personaje tiene bastante de mí misma, por supuesto del espectáculo. No fue demasiado complicado, yo nací en el escenario, es un proceso natural para mí.
—Hay una narrativa, un cuento, hay giros inesperados, vueltas de tuerca…
—Quizá lo más difícil de mi acto sea conectar con el público y administrar esa conexión. Si me limito a colocar las ramas en su sitio, no funciona. Hay que trabajar duro para mantenerlas quietas y una vez que lo logras viene el estruendo del aplauso, y tú sonríes y logras la mayor reacción, y ese es el momento más hermoso.
—¿Por qué cree que es el momento más aplaudido del show?
—Seguramente porque es nuevo, diferente al resto. Además, va a otro ritmo, es mucho más sereno, tienes que aplacarte para verlo y poder estar dentro. Requiere de un cambio de actitud del espectador para establecer la conexión.
—Bajar las revoluciones puede ser muy inspirador…
—Hay algo metafórico. Vivimos en un mundo hiperveloz, en el que ya no sabemos hacer foco ni escuchar. Creo que puede tener ese significado para mucha gente. No es solo un acto de entretenimiento. Si sacas la pieza más pequeña se derrumba todo, y eso demuestra que todas valen. El menor parpadeo tiene el mismo significado que el salto más grande. Algunos espectadores que sufrían enfermedades o discapacidades me han contado que les ha servido para levantar su moral. “Me sentía débil y esto me ha ayudado a apreciar mis fortalezas”, me han dicho.
—También recuerda lo costoso que es construir y lo sencillo que es destruir…
—El final es como completar un círculo que recuerda la fragilidad de todo lo que podemos lograr, hasta que vuelve a colapsar.
—¿Le enseñó el acto a su hijo?
—No. No le interesa, es joven aún. Quizá más adelante.
—¿Qué pasa si algo va mal?
—Se cae… ha pasado.
—¿Comienza de nuevo?
—A veces sí… y a veces lo dejo ahí. Depende de cuán avanzado esté. Si lo termino ahí no hay problema. Solo tengo una chance (ríe), y la gente lo entiende. Así es la vida. No es tan grave. Quizá me enojé la primera vez que ocurrió.
—Puede ser una lección de humildad para usted también…
—(Arroja una mirada cómplice a Mami) La gente cree que aquí adentro vivimos una vida glamorosa… (ríe), pero la mayor parte del tiempo es un trabajo duro. Caminar en el barro, por ejemplo, o padecer lesiones dolorosas. Esas cosas también pueden ser una lección de humildad.
Mami interrumpe la entrevista y agradece amablemente al periodista: “Lara tiene que ir a entrenar”.