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No podemos decir que agosto fue un mes falto de sorpresas para el mundo de los granos. Desde el resultado de las elecciones en Argentina hasta el recrudecimiento de la guerra comercial entre China y EE.UU., las noticias nos pintan un panorama de mucha volatilidad y ruido para los mercados de granos.
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Empecemos por los precios. En la última semana, los precios de todos los granos han bajado muy fuerte, especialmente el maíz, que perdió un 10% de su valor en poco menos de una semana. ¿Qué ocurrió para tal catástrofe? Recordarán que EE.UU., un actor más que relevante en la exportación y producción de maíz global, tuvo una primavera plagada de problemas y había serias dudas sobre cuánto se habría de sembrar y cuál sería la suerte productiva del cultivo.
Meses y meses de incertidumbre que derivaron en el informe del USDA del mes de agosto con muy malas noticias: parece que se plantó más de lo previsto y la expectativa de rendimiento no es tan mala. Para la soja las noticias no fueron tan malas del lado productivo en EE.UU., pero los precios no han repuntado lo necesario como para calmar las ansiedades de este lado del mundo. Hay quienes sospechan que los datos del USDA no son correctos y que corregirán en futuras ediciones de sus reportes mensuales. En mi opinión, el daño en los precios ya está hecho y da lo mismo la causa: sigue habiendo mucho de los tres granos principales y eso no cambiará a menos que ocurra un evento catastrófico con el clima.
En soja, que es nuestro principal cultivo agrícola de secano, enfrentamos un panorama que es igualmente desafiante al del año 2018. Es decir que a menos que un evento climático complique la oferta en el Mercosur (y que no nos afecte), o que la guerra comercial EE.UU. vs. China cambie para bien, el potencial de suba de los precios de la soja no es precisamente el mejor. Toca ser eficientes en la estrategia comercial que implemente el agricultor uruguayo y no dejar pasar las oportunidades que el mercado proporcione. Hay una buena noticia dentro de todo esto y es que nadie espera que los precios vuelvan a bajar tanto como lo estuvieron en 2019. El ánimo de los agricultores no es el mejor, pero con algo de suerte llegamos a niveles de precios que nos dejen más cerca de la rentabilidad.
La otra sorpresa enorme de la semana fue el resultado de las elecciones en Argentina. Cada vez que nuestro vecino se complica a nosotros nos pega. Lo primero a notar es que la gran devaluación del peso los deja más competitivos frente a nosotros y a menos que el agricultor argentino retenga sus granos (cosa que no puede hacer indefinidamente) cuando salga a vender tiene, a pesar de las retenciones, un mejor prospecto de venta. Argentina sembró un área récord de trigo y se cosecha en diciembre, por lo que enfrentamos muy cerca en el tiempo un desafío de competencia importante. Más lejos en el tiempo, esperamos más de lo mismo que vimos este año con una Argentina compitiendo agresivamente en la venta de soja y el consiguiente efecto en las bases de comercialización.
No creo que esta vez tengamos un masivo flujo de agricultores argentinos haciendo fila para volver a Uruguay. A diferencia de la oleada colonizadora argentina anterior, los márgenes de la agricultura uruguaya no son ni cerca de lo que eran antes. Nadie quiere suicidarse en un país caro para producir y con la incertidumbre electoral en la puerta de quién será el que herede el poder a partir del 2020.
Enfrentamos un año más que desafiante para producir granos en Uruguay. Felizmente la ganadería sigue brillando y tracciona la demanda de granos que tienen una opción de valorización interesante, pero con limitantes en cuanto a su demanda. Aun así los agricultores uruguayos insistirán una vez más en hacer el esfuerzo de ganarles a los pronósticos. Es una hazaña posible, pero requiere reflejos rápidos para captar las oportunidades del mercado y un plan sistemático que proteja el margen agrícola.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT.